Sus palabras al dar el primer paso en la Luna han quedado grabadas en la historia y en la mente de la humanidad. Sin embargo, durante las cuatro décadas desde que su nombre se hizo famoso, Neil Amstrong se ha convertido en un gran misterio. A diferencia de muchos de sus contemporáneos, Armstrong se ha rehusado a vivir de su fama y aparentemente ha hecho todo lo posible para disminuirla.

El astronauta, a sus 78 años de edad, cree que no merece tanta atención. "Hubo 400.000 personas trabajando en el alunizaje de muchas formas diferentes y él piensa que no merecía todo el crédito por el hecho de ser al que le correspondió volar", afirma Andrew Smith, quien ha investigado y escrito un libro sobre los astronautas del 'Apolo 11'.

Cuando regresaron del viaje lunar, la NASA mandó a los tres astronautas a realizar un tour. Armstrong participó en todos los eventos, pero prefería hablar de los hechos y no de sus sentimientos. Empezó a negar entrevistas y discursos, firmar autógrafos y que le tomaran fotografías en lugares públicos.

"Hasta donde yo sé, solo ha concedido dos entrevistas en los últimos 40 años. En ellas no habla de cómo se sentía, sólo habla de los hechos", señala Smith. Armstrong le ha negado entrevistas en muchas ocasiones a pesar de varios intentos por parte del autor, pero han intercambiado correos electrónicos.

Smith afirma que "no quería beneficiarse económicamente, aunque muchos otros lo han hecho. Y, sorprendentemente, mantuvo su decisión. Una casa de subastas me dijo que si el famoso astronauta firmara autógrafos una tarde podría llegar a ganar un millón de dólares, pero siempre se ha negado a ello".

Después de pisar la Luna

La cara del espacio exterior Neil Armstrong, Michael Collins y Buzz Aldrin, fueron los tripulantes del 'Apolo 11'. Dos años después de su histórico viaje, en agosto de 1971, Armstrong dejo la NASA y decidió ser maestro. "Aparentemente es una extraña decisión: él podría haber hecho cualquier cosa", dice Smith.

Armstrong pensó que un departamento pequeño de Ingeniería Espacial en la Universidad de Cincinnati le daría asilo, pero estaba muy equivocado. "Su jefe me dijo que cuando llegó, Armstrong pasaba dos horas cada día firmando autógrafos para los otros maestros y alumnos. Había una ventanita en un lado de su oficina cerca del techo y había grupos de gente que se juntaban para hacer una pirámide humana y observar dentro de su oficina".

Asimismo, Andrew Smith señala que "no le gustaba, pero lo toleraba. No podía caminar por la universidad sin que alguien se le acercara. Como consecuencia pasó mucho tiempo volando solo, únicamente para alejarse de todo".