ALGO MÁS QUE MASCOTAS

No tienen precio

Jorge, joven sordociego, junto a su perro
No tienen precio
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Ángel Calavia y Porter se conocieron hace ya cinco años en la escuela de adiestramiento de perros guía de Rochester, en Estados Unidos. Fue amor a primera vista. Tan pronto como el fiel perro labrador se sentó junto a este invidente zaragozano, se creó un vínculo especial que crece con los años. “Cuando di mi primer paseo con él, pensé que volaba –explica Ángel-. Hay quien llama el caminar con un perro guía ‘volar bajito’, porque, por primera vez, sientes que eres tú quien camina libremente”.


Decía Darwin que “el amor hacia todas las criaturas vivas es el atributo más noble del hombre”. Se trata de un amor de ida y vuelta, que el animal siempre devuelve con creces, hasta el punto de que para algunos ciudadanos su animal de compañía se ha convertido en un trabajador social que les atiende o en un amigo que les ayuda a explorar el mundo en terapias asistidas.

“El amor de un animal como Porter no tiene precio –explica Ángel Calavia-. No solo porque me ayude a caminar por la calle, esquive papeleras, motos y otros obstáculos, sino porque evitó que me aislase, me dio más autonomía para vivir mi vida. Un perro guía te da ganas de andar, te acompaña donde quiera que vayas”. Según cuenta Ángel, cuando le propuso a su esposa la posibilidad de contar con un perro guía, “hubo algún recelo porque, al fin y al cabo, ¿quién lo iba a sacar a hacer sus necesidades, quién limpiaría el rastro que dejara? Le contesté: seré yo quien lo haga. Y así ha sido”.


Otros perros, como Brisa, se han convertido en un fiel asistente social que atiende a su amo las 24 horas del día. Brisa es una golden retriever de ojos amables que vive con Manolo Sánchez y su familia en la localidad zaragozana de Garrapinillos. Manolo, su dueño, es tetrapléjico y gracias a Brisa puede llevar a cabo tareas diarias, como desvestirse, sacar la ropa de la lavadora o cerrar cajones. “Cuando comenzó a traerme el teléfono, apenas levantaba dos palmos -asegura Manolo-. Fue el primer truco que le enseñamos, porque varias horas al día estoy solo en casa y temía caerme de la silla y no poder recibir ayuda”.


Hasta hace un par de años, Manolo y su familia vivían en un piso donde tenían ayuda de parientes, “pero nos mudamos a Garrapinillos y Manolo debía quedarse toda la mañana solo en casa mientras yo iba a trabajar y los niños al colegio”, explica Ana su mujer. Una vecina les ofreció un cachorro y decidieron quedárselo y buscar un adiestrador que le enseñara a pasear tranquilamente. “Así, conocimos a Francisco Martínez, de la empresa Canem de adiestramiento de animales -recuerda Manolo-, y truco a truco, Brisa se ha convertido casi en mi ayudante”.

 

EL CALOR COMO TERAPIA

Canem es una empresa zaragozana de adiestramiento de perros para particulares que, además, cuenta con un equipo de psicólogos, educadores y guías con el fin de realizar terapias asistidas con animales, actividades, servicios educativos y tratamiento de fobias. Actualmente trabaja en 16 proyectos de asociaciones aragonesas, para ayudar a niños autistas, usuarios de sillas de ruedas o disminuidos intelectuales, entre otros. “Las habilidades que muestran nuestros perros pueden asombrar, pero son solo un medio, nunca el fin”, advierte el adiestrador Francisco Martín, uno de los propietarios de la empresa. “En el caso de Manolo, quizá llame la atención que saque la ropa de la lavadora o encienda las luces, pero el verdadero valor de Brisa es que ha conseguido que Manolo rompiera su aislamiento, enseñándole él mismo los trucos, participando en exhibiciones caninas o incluso dando charlas sobre perros de asistencia”.


Dentro de los proyectos en los que trabaja actualmente Canem destaca el que llevan a cabo en la Asociación de Padres y Amigos de Sordociegos de Aragón (APASCIDE). En el Centro de Recursos de Sordoceguera, en el paseo María Agustín de Zaragoza, el perro labrador Tote se ha hecho amigo inseparable de Jorge, un joven sordociego de 23 años. Entre ellos se forma un diálogo sin sonidos, donde el abrazo y el calor corporal sustituyen a las palabras.


“Los primeros contactos entre Jorge y Tote han sido muy positivos -alaba María Jesús Morales, madre de Jorge y presidenta de APASCIDE-, al principio suele haber un distanciamiento, pero el primer encuentro ya fue extraordinario”. Se trata de un trabajo en equipo, en el que intervienen la psicóloga de Canem, Sandra Sánchez, la guía canina Ewa Fañanás y los mediadores que atienden a Jorge. El día de nuestra visita está Blanca Luque que con gestos y abrazos explica a Jorge que Tote ha llegado para hacerle compañía. Pronto, el muchacho y el perro se divierten juntos, jugando sobre las colchonetas.


“El objetivo a corto plazo de esta terapia es que se establezca un círculo afectivo entre Jorge y Tote -explica Francisco Martín-. Después, a medio plazo, el perro servirá de catalizador para el aprendizaje de Jorge. En lugar de utilizar una pizarra, se colocarán en el arnés de Tote formas y texturas, para que el chico, poco a poco, las vaya reconociendo”. Mientras avanza la terapia, Tote respira bondad y bienestar, que transmite a Jorge en cada abrazo.


A LOMOS DEL CABALLO

Abrazar a un ser vivo y notar su calor corporal es uno de los principios de la terapia con los animales. Los caballos son también protagonistas de los trabajos terapéuticos con niños que sufren Síndrome de Down, autismo, esclerosis o parálisis cerebral.


La Fundación Genes y Gentes trabaja con niños escolarizados en centros públicos de educación especial de Zaragoza. “Es un programa gratuito y tiene como objetivo que los niños saquen el máximo partido a sus posibilidades y aprendan a expresarse”, señala Paula Zarazaga, gerente de la fundación. Aunque, eso sí, los animales no hacen milagros. “No hay curaciones mágicas -advierte Zarazaga-, pero sí se consigue mejorar la calidad de vida, que no es poco”.


Obélix, el caballo de la fundación, es un gigante bonachón que recibe con agrado las caricias de los pequeños. “Para ellos es importante aprender a controlar el animal, usar la sensibilidad y nunca movimientos agresivos. Así, aprenden a comunicarse de una manera tranquila”, señala Zarazaga. Los niños que se autoagreden se relajan sobre el caballo;_aquellos que padecen parálisis cerebral y tienen las articulaciones frías reciben calor, mientras que los niños autistas sienten una nueva motivación gracias a Obélix.


La asociación ATADES, que tutela a discapacitados intelectuales, cuenta en Zaragoza con su propio programa de hipoterapia o terapia con caballos. Su terapeuta es Bárbara Aguilar, que destaca lo importante que es para los pequeños cuidar y querer a un ser vivo que los trata por igual y no siente lástima por ellos. “Cuando llegan nuestras yeguas, Rondadora y Candela, los niños se ponen como locos. Algunos de ellos tienen problemas de movilidad y uno de los principios terapéuticos trabaja, precisamente, esa transmisión de impulsos rítmicos del lomo al jinete”, explica Aguilar. La sensación de avance a lomos de las yeguas da confianza a los pequeños. Una vez aprenden a mover al caballo, quedan prendados de la sensación de avanzar y caminar por sí solos. “Para ellos es increíble poder avanzar -indica Aguilar-, y para aquellos que tengan problemas de equilibrio, enderezamiento del tronco o de ligamentos, montar a lomos del caballo les ayuda a relajarse y regularizar el tono muscular”.

ANIMALES ABANDONADOS

A pesar de ese amor de ida y vuelta y de las posibilidades que ofrece la compañía de un animal doméstico, la cifra de abandonos ha aumentado en los últimos años. Los últimos datos datan de 2008 y cifran en 1.465 los perros abandonados en Aragón recogidos por las autoridades. El dato asciende a 208 en el caso de los gatos. “Ahora se abandona más que antes -denuncia Rosa María Domingo, presidenta del refugio de la Asociación Para la Defensa y Prevención de la Crueldad contra los Animales (ADPCA). En el albergue de la localidad zaragozana de Movera hay en estos momentos 177 perros sin hogar. “Antes había menos animales domésticos en las casas y ahora la gente no para de comprar y comprar, hasta el punto de que, cuando se avecina la Navidad, llegan a las ciudades miles de cachorros hacinados en camiones. Y muchos de ellos son abandonados en verano”, se lamenta Domingo.


Las razas grandes son las peor paradas en esta cultura de usar y tirar, porque son las que más dinero cuestan a los dueños y quienes más trastadas pueden hacer en un piso. “Este refugio lo hemos levantado con nuestras propias manos, gracias a la colaboración de nuestros 800 socios”, explica Domingo, que lleva 22 años cuidando de estos animales. “Son perros que lo han pasado tan mal que cuando encuentran un nuevo hogar nunca dan problemas. ¿Quizá algún lector quiera adoptar a uno de ellos?”, propone Rosa María Domingo. Y da un número de teléfono de contacto, el 976 444 897.