TOROS

Ni un solo trofeo en un triste quinto festejo de la Feria de Palencia

Los veinte minutos de retraso con los que comenzó la corrida motivó el lógico malestar del respetable, que no veía motivos que justificaran esta demora.

El torero Leandro Marcos da un pase con la muleta a su primero.
Ni un solo trofeo en un triste quinto festejo de la Feria de Palencia
EFE

Ni un solo trofeo consiguió la terna actuante en la corrida celebrada ayer en Palencia, que se convirtió de esta forma en un triste quinto festejo de la feria de San Antolín.


Así las cosas, y visto el balance final, lo más llamativo de la tarde fueron los veinte minutos de retraso con los que empezó la corrida entre las protestas del público, que consideró injustificado el arreglo del ruedo que motivó la espera, y que para los espectadores no presentaba ninguna anomalía. A nadie le extrañó así que las cuadrillas fueran recibidas con pitos.


La tarde no comenzaba bien y tampoco mejoró después. Los seis astados que se lidiaron, de la ganadería Vellosino, tampoco ayudaron demasiado. Tras la pitada, el público tardó en entrar en situación en una faena. Para abrir boca, en su estreno José Antonio Morante de la Puebla tuvo unos momentos de gran belleza por el temple, la suavidad y el gusto que imprimió a su toreo el diestro sevillano. Después estuvo muy desafortunado con la espada. En su segundo enemigo, un toro que se mostró incierto e incómodo, no terminó de acoplarse con él.


Desde el comienzo de la faena hasta que cogió la espada, la labor de Leandro Marcos en su primero estuvo presidida por el sentimiento, el temple y la pereza en series con ambas manos rebosantes de estética y plasticidad, pero la espada emborronó el cuadro. En el otro toro, estuvo lentísimo, ante un astado que no le permitió el menor lucimiento.


Muy voluntarioso y aseado estuvo Carlos Doyague en el primero de su lote, en una faena con momentos muy lucidos, en tandas muy ligadas. Perdió la que podría haberse convertido en la única oreja de la tarde al necesitar dos viajes para finiquitar a su enemigo. En el último, su labor careció de brillantez a pesar de los buenos deseos del matador.


La plaza, algo más vacía, registró tres cuarto de entrada en una tarde bastante agradable.