PLAYAS EN VERANO

En Tarragona, sí al chiringuito

Los aragoneses que pasan sus vacaciones en la Costa Dorada pueden disfrutar de bebidas a pie de playa. En esta zona, las construcciones en la arena son desmontables y no están afectadas por la Ley de Costas.

Chiringuito en la playa de El Gurugú, en Castellón, a finales del pasado mes de junio
En Tarragona, sí al chiringuito
CARME RIPOLLÉS

Aviso para los'chiringuiteros' de Tarragona: todavía no es el final. El chiringuito, lo que para muchos es una institución veraniega, como la playa o el calor, se está viendo amenazado en algunas zonas de España por la aplicación de la Ley de Costas (1998). La alarma ha saltado. A las doce del mediodía, con treinta grados y en la orilla del mar, nadie quiere verse privado del oasis de sombra y bebidas refrescantes. Ese bar a pie de playa supone la salvación para los inquietos o para los que no soportan el sol y el calor por más de una hora. Un lugar de reunión a la hora de la comida y, para muchos, una fuente de riqueza. Pero hay esperanza. De momento, el chiringuito no es una especie en extinción. Solo se verán afectados los que no cumplan las condiciones de la ley.


"Lo único que ha cambiado desde 1988 es que se ha empezado a aplicar la ley", sostiene la profesora de Derecho Administrativo de la Universidad de Zaragoza, Elisa Moreu. De ahí, la demolición de algunos chiringuitos que son ilegales porque o bien están sin autorización o bien no cumplen las condiciones necesarias.


Para la profesora, "el problema es político, no jurídico". Por ello, propone la "coordinación entre el Gobierno central, las comunidades autónomas y los ayuntamientos, encargados de las licencias y concesiones". La ley dicta que no se puede construir a menos de 100 metros de la orilla del mar. Además, permite la ocupación del terreno público, previa autorización, con edificaciones desmontables, es decir, que estén construidas con elementos prefabricados y se armen y desarmen fácilmente.


Por su parte, la responsable de Costas de Greenpeace, Pilar Marcos, compara la laxidad en las costas con lo que ocurre en tierra: "No se puede construir un bar en medio de Zaragoza o en medio de los Picos de Europa". Y se queja de que "parece que la playa es tierra de nadie".


Una ley que no se cumple

La Ley de Costas de 1988, concretada en un reglamento en 1989, es muy precisa. El problema es que nadie se acordó de ella hasta 2004, cuando la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, se puso seria con la costa. Según Moreu, "realizó una política personal e impulsó la aplicación de la ley". Lo primero que hizo es deslindar: ver qué partes de la costa son públicas y cuáles privadas. Es decir, delimitar el espacio costero. "Esto -continúa Moreu- hizo que tuviera muchos enemigos y conflictos, después de tanta tolerancia, sobre todo de chiringuitos, ayuntamientos, turistas…".


En la misma línea se encuentra la responsable de Costas de Greenpeace, que afirma que "hay muchas cortinas de humo porque parece que los chiringuitos nos atacan la vena sensible. Los políticos deberían preocuparse por la ley de Costas y defender su cumplimiento". Esta pasividad anterior a la ley ha provocado "una bola de nieve", en palabras de Marcos, ya que "los chiringuitos no han pagado impuestos en muchos años".


¿Por qué ahora? Aparte de las iniciativas de la ministra Narbona, el 26 de marzo de este año la Eurocámara realizó una llamada de atención a España. En un informe, los integrantes de la Unión Europea proponían que se revisara el urbanismo. De la Ley de Costas pedían "una revisión urgente", debido a que "afecta de manera desproporcionada a los propietarios particulares de bienes y no tiene un impacto suficiente en los auténticos autores de la destrucción costera".


Tarragona, bien preparada

Andalucía atesora 1.000 kilómetros de costa y también es la comunidad que más problemas encuentra a la aplicación de la Ley de Costas. Abundan los chiringuitos de hormigón, donde las parrillas y las brasas son un elemento más de la playa. Sin embargo, en Cataluña y, especialmente, en Tarragona ya estaban preparados.


Las diferencias entre comunidades se deben a que la ley se aplica desde los ayuntamientos de cada localidad costera. Los consistorios elaboran un listado de establecimientos cada temporada estival y lo envían al Ministerio de Medio Ambiente. Después del visto bueno, las localidades se comprometen a desmontarlos cuando llega el invierno.


Es el procedimiento de ayuntamientos como el de Salou. Según cuenta el gerente de Turismo y coordinador de Playas del Ayuntamiento, Juan Manuel Alonso, "todos los chiringuitos son desmontables y solo se colocan durante el verano". Lo mismo ocurre en Torredembarra, donde la responsable del departamento de Servicios del Ayuntamiento, Apolonia Martínez, afirma que "no hay ningún problema". Los dos chiringuitos de la costa de esta localidad tarraconense son, según Martínez, "desmontables, para el verano y cuentan con las concesiones administrativas necesarias". En ninguna de las dos playas han recibido la notificación de incumplir la Ley de Costas.


Una situación de normalidad es la que han vivido los aragoneses que han acudido a las playas tarraconenses en las últimas semanas. José Antonio García, de Huesca, pasó un fin de semana a principios de julio en Cunit. No vio nada raro: "Solo había tres chiringuitos, como todos los años. Me fijé en que eran pequeños y en que no daban comidas". La misma experiencia que Teresa Lecha, natural de Zaragoza, tuvo en Salou, donde vio "un chiringuito con bebidas, bocadillos y patatas en medio de la playa". Unos cinco recintos a pie de playa contó Julio Sánchez, de la capital aragonesa, en la playa de Comarruga (El Vendrell): "Estaban en medio de la arena y vendían helados, refrescos, patatas, frutos secos… Nada de brasas".