TOROS

El Juli se crece en la feria de Vitoria

Las dos faenas del Juli, ayer en la cuarta de Vitoria, fueron modelo de bien torear. La de ciencia fue la primera, y también de valor, pues, encajado toda la tarde, el Juli tuvo que imponerse con ese '¡aquí estoy yo!' tan suyo y lo hizo cuando el toro se vino por la mano izquierda gateando y desganado. Hasta que ligó el natural con el de pecho, que fue no la cota de la faena pero sí el punto de inflexión. La gracia de un final con pases de costadillo, la propina de esos muletazos caros para igualar que tanto definen el talento de un torero y una estocada al vuelo pero perpendicular, tendenciosa y sin muerte. Hubo que descabellar.

La segunda faena, con muchos pasajes en los que el Juli toreó a cámara lenta, fue, sin contar sus secretos técnicos, de cadencioso dibujo y rica sensibilidad, como siempre que parece que el toreo se dice y no se hace. El Juli, ya templadísimo a la verónica, debió adivinar desde el primer encuentro que el toro era de los de torear despacio. Ahora sí, una estocada hasta las péndolas, inapelable. Pero un pelo trasera. El toro se aconchó en tablas. Una oreja. No se reclamó más. Como si se viera todos los días torear así de bien.

La corrida de Victoriano del Río no tuvo ni la personalidad ni la calidad ni la fuerza de la que hace justo año echó aquí mismo. Pero salió, del segundo hierro de la ganadería, un toro de línea Atanasio, cuarto de la tarde, que fue para Ponce como anillo al dedo. El toro, de querencia a tablas y adentros, se impulsó con potencia, fue pronto a toques y enganches y metió la cara con esa electricidad que da la casta. Faena de madurez. Larga sin motivo y, por tanto, reiterativa. Llegó a la gente. Un pinchazo, una estocada con fe.

No fue Castella convidado de piedra, pero tampoco fue sencillo salir a torear después del Juli. Noble, gaseoso y claudicante, el tercero de la tarde se le había ido al suelo dos veces en las primeras seis bazas. Firmeza de Sebastián, que pisó con fuerza.