SALUD

El drama gordo del niño Moisés

¿Debe retirarse la tutela a los padres de un niño obeso por el desamparo derivado de una mala alimentación, como ha pedido la Xunta? Médicos y psicólogos difieren sobre la conveniencia de esta medida extrema

Los padres del menor con obesidad mórbida, junto a su abogado, el pasado día 3.
El drama gordo del niño Moisés
pablo araújo/efe

Moisés tiene nueve años y ahora pesa 70 kilos, pero su joven esqueleto llegó a soportar 85. El caso de este niño, sobre el que la administración asumió en septiembre su tutela en un intento por reconducir su dieta y evitar males mayores, ha desencadenado una batalla legal y reabierto el tema sobre la obesidad infantil en la sociedad actual.

 

Moisés se encuentra desde hace días en paradero desconocido, escondido por la familia, que vive en Galicia y se niega a ingresarlo en un centro de menores, tal y como decretó el juez. Mientras la Policía busca al pequeño, sus padres, de etnia gitana, han negado que su vida corra peligro a causa del sobrepeso y aseguran que su ingreso en un centro va a ser "tremendamente perjudicial para él, causándole traumas y perjuicios que pueden ser irreparables".

 

La pareja, Luis Montoya y Margarita Gabarres, han dejado no obstante una puerta abierta a su entrega. No ven inconveniente en que lo vean dos psicólogos independientes para que dictaminen si el ingreso del niño en un centro es adecuado o si dicha medida puede presentar algún trauma o perjuicio para el pequeño. El debate está en la calle entre los que defienden y los que critican una medida que produce separación, ruptura de vínculos y vida artificial en una institución protectora.

"Me parece una medida aberrante". Tajante, la psicóloga Helga González Medina, del zaragozano centro âdam, asegura que la separación de un niño de su familia, en contra de su voluntad y la de sus propios padres, a todas luces empeoraría la situación y revertiría en un empeoramiento de la salud del pequeño. Si se ve acosado, perseguido o, simplemente, escondido y apartado de su vida normal, Moisés podría sufrir, si no lo esta sufriendo ya, "alteraciones del sueño, miedo a la soledad o, incluso, crisis de ansiedad, lo que le llevaría a comer más y más", asegura esta experta.

"Los derechos son del niño"

Desde Orense, el fiscal jefe de la Audiencia Provincial, Florentino Delgado, quien ha interpuesto una querella criminal contra los padres por no entregar al niño, niega que se trate de arrancarle de su entorno, "sino de hacerse cargo de él unos meses para solucionar el problema". Aduce que no han colaborado con la administración en el intento de reconducir la dieta de su hijo, lo que ha provocado que su estado de salud se ha agravado en los últimos meses, obligando a intervenir a la Xunta.

"Y ahora -continúa-, se toman la justicia por su mano al no cumplir las resoluciones, atacando el principio de que nadie está por encima de las leyes". Entre los derechos de la infancia está el de vivir y crecer en unas condiciones básicas de salud. "Una familia, por tanto, no puede defender su derecho a cuidar al hijo como quiera, ya que los derechos son del niño, no de los padres".

 

Los progenitores, sin embargo, sostienen que Moisés ha adelgazado en los últimos meses y trataron de convencer al Gobierno regional de que no se le ingresara, comprometiéndose a ponerlo en manos de un endocrino de prestigio, el doctor Jesús Manuel Suárez. "Este es un problema que nos concierte a todos, del que somos responsables como sociedad, por lo que no nos podemos quedar mirando y no buscar una salida", explica el médico, quien no duda en culpar a los padres de la situación.

"Ha sido un niño mal tratado por una familia que ha actuado de forma irresponsable con él durante años", asegura. "Hemos sido malos padres al darle todo lo que nos pedía", reconocía esta semana su madre. El endocrino cree que el ingreso del menor en un centro será un fracaso, "porque dentro de seis meses volverá a ser obeso y encima se habrá creado un drama para nada".

 

En el Hospital Clínico de Zaragoza, el equipo de Pediatría, con su jefe, Jesús María Garagorri, al frente, está acostumbrado a lidiar a diario con niños con obesidad mórbida y con sus padres. "Es el pan nuestro de cada día -dice-. Cuando los niños llegan a nuestras manos tienen una obesidad ya establecida pues en los centros de salud por los que han pasado antes no se les ha podido encarrilar". Porque resulta inaudito pensar que Moisés no haya acudido a consultas pediátricas durante su corta vida. Y, dice Garagorri, también es imposible que los médicos que le han revisado no le hayan dicho por activa y por pasiva que corrigiera su alimentación. No puede ser, continúa, que a cada revisión médica "llegue pesando cuatro kilos más que en la anterior". "Así que vas al tutelar de menores, o a la asistente social, y les denuncias, a él y a su familia", resuelve. El médico justifica la retirada de la tutela por el bien del menor, aunque reconoce que tal vez los padres le hayan visto las orejas al lobo y se pongan serios.

Comedores sociales

La psicóloga González Medina, sin embargo, antes de llegar a esta medida tan drástica propone diferentes técnicas que, tal vez, ayuden a corregir esta situación sin separar a la familia. Es partidaria de la creación de comedores sociales para niños y adolescentes, a los que los pequeños acudan a hacer todas las comidas del día, donde se les pese a la entrada y a la salida y se lleve un riguroso control de sus dietas. Este tipo de comedores funciona con éxito en otros países, y con ellos "se trata de prohibir a la familia hacer comidas con su hijo, o solo responsabilizarle de su merienda, y si el pequeño no adelgaza o, por el contrario, engorda, privarles de pasar más tiempo con él", explica. A la vez, tanto padres como hijos deben aprender a hacer y recibir una alimentación saludable. La psicóloga reconoce que si el Gobierno de turno quiere llevar a cabo estas medidas, debe disponer del 100% de los recursos.

 

Porque el de la obesidad infantil es un problema sanitario más grave de lo que se piensa. Según las estadísticas, si un niño de menos de cinco años es obeso, tiene un 50% de posibilidades de serlo de adulto. Se estima que en España son obesos más del 16% de los menores de seis a 12 años, en un porcentaje que se ha triplicado en 20 años. La obesidad infantil hace que los médicos vean ya en adolescentes síntomas de diabetes tipo 2, apnea, hipertensión o elevados índices de lípidos. Así, pueden anticiparse 15 ó 20 años enfermedades crónicas que antes se daban a partir de los 45 ó 50 años, con el riesgo de muerte, mala calidad de vida y los costes sanitarios que comporta.

En el trasfondo del debate está la lucha contra una lacra, la obesidad infantil, que, de no atajarse a tiempo, producirá la paradoja de que los niños vivan menos de lo que lo harán sus padres.