MASCOTAS GUÍA

Cachorros adoptados por tiempo limitado

La Fundación ONCE del Perro Guía ofrece la posibilidad de criar en casas particulares a los animales que, tras el entrenamiento posterior, serán los ojos de las personas invidentes. Gracias a esta convivencia, los perros aprenden a ser sociables.

La perra espera sentada a que Irene le indique, con un silbato, que puede empezar a comer.
Cachorros adoptados por tiempo limitado
CARLOS DOMíNGUEZ

Casi todos los niños quieren uno en algún momento de su infancia. Les seduce su aspecto de tierno peluche y suelen pensar que pueden dedicarles la misma atención intermitente. Pero cuántas veces, una vez satisfecho el capricho y saciada la curiosidad, el antes deseado cachorro se convierte, en el mejor de los casos, en una carga para los padres de la que los hijos se desentienden. Una solución, si se quiere chequear el nivel de responsabilidad de los vástagos a la hora de hacerse cargo de un perro, la ofrece la ONCE, aunque solo a quien reside en la Comunidad de Madrid. Durante un año, y con todos los gastos de veterinario, alimentación y necesidades básicas cubiertos, es posible adoptar un cachorro que será, después del periodo de entrenamiento posterior, un perro guía para invidentes.

«El periodo de adopción en una familia es la etapa de socialización del perro, donde aprende a convivir con personas próximas y extrañas y a acostumbrarse a situaciones, objetos y sonidos como el transporte público, las tiendas o el bullicio», explica Gemma León Díaz, directora gerente de la Fundación ONCE del Perro Guía y educadora de cachorros.

En una casa particular, el perro, entregado con 45 días de vida y de donde saldrá con un año, adquiere un nivel de obediencia básica: sentarse o echarse cuando se lo indican, dormir solamente en su colchoneta, comer de su cuenco a unas horas establecidas y solo cuando le sea indicado con un toque de silbato y no subirse a los sofás o jugar con pelotas u otros objetos que no sean los específicos proporcionados por la fundación. «Se trata de mitigar un poco sus instintos -explica León-, porque más adelante, cuando sea un perro guía, sabrá así que no puede perseguir pelotas si ve a unos niños jugando con ellas, ni pedirá comida en un restaurante».

En este sentido, la labor de los adoptantes es fundamental porque el perro poco a poco va asumiendo responsabilidades y se adapta al entorno en el que vive. «Las familias tienen que llevarle al mayor número de sitios posible, cuanto más grandes, bulliciosos y llenos de escaleras y ascensores, mejor», explica León.

Con todas las de la ley

Y es que la ley ampara el derecho del usuario ciego a deambular libremente y permanecer acompañado por su perro guía en cualquier instalación o establecimiento público, así como el de utilizar cualquier transporte. El derecho de admisión no es aplicable en estos casos y están fijadas sanciones económicas para aquellos que no los respeten. También los cachorros están amparados por esta ley. De este modo, la institución provee a los adoptantes de un chaleco amarillo que identifica al animal como futuro perro guía, así como un carné acreditativo y una copia de la norma.

Desde su puesta en marcha en 1990, la Fundación ONCE del Perro Guía ha entregado más de 1.000 animales a personas invidentes. Ubicada en la localidad madrileña de Boadilla del Monte, la fundación cuenta con unas instalaciones diseñadas para responder a las necesidades de los cachorros desde su nacimiento hasta que se convierten en perros guía.

Pero no todas las razas son idóneas para realizar esta labor. «Los labradores y los golden retriever son los más utilizados, porque son animales manejables y muy adaptables», explica Gemma León. También se entrena a los pastores alemanes, pero en este caso hay ciertas discrepancias entre los propios expertos. «Son perros que tienen muy claras las cosas y a veces son difíciles de manejar», añade la directora gerente. Desde hace tres años, la fundación ha introducido en el programa, con éxito, a los perros de raza flat coated.

Aun con todo, y pese a su presunta idoneidad, la Fundación ONCE no baja la guardia y realiza exhaustivos controles semestrales a todos sus perros. «Cualquier problema de salud o temperamental que muestren hace que sean apartados del servicio, incluso mientras todavía están en las casas», explica Gemma León.

Usuarios adecuados

No hay que olvidar que estos perros serán algún día los ojos de unas personas que depositan en ellos toda su confianza. «Un perro que muestra miedo al tráfico, por ejemplo, no va a reaccionar con naturalidad ante determinadas situaciones», cuenta la directora gerente de la fundación. Antes de considerarlo no apto se valora si ese perro puede realizar mejor su labor en una zona rural, alejado de la fuente de sus temores. «Se trata de encontrar el usuario adecuado para cada perro, y viceversa», explica.

De esto sabe mucho José Pedro González. Y Yambo, su flamante labrador negro que le sirve guía desde hace más de siete años, como también supo Cody, su anterior perro. «Antes tenía miedo a estos animales. Me cruzaba de acera, incluso, si escuchaba ladridos. Así que me costó confiar en uno», reconoce. Usuario de bastón durante casi 30 años, explica que un perro le permite ganar en rapidez y seguridad. «Con bastón vas tanteando, sorteando obstáculos; con el perro no te enteras de que existen porque él está entrenado para evitarlos», concluye.