Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Ciencia de andar por casa

Experimenta: lo que tu forma de menear los paquetes navideños dice sobre tus intenciones

Los regalos navideños –o más bien los paquetes en los que vienen ocultos– son el perfecto ejemplo en la vida real de nuestra habilidad como observadores de inferir qué información pretende averiguar sobre su contenido la persona que los está moviendo.

¿Qué habrá dentro? La pregunta del millón.
¿Qué habrá dentro? La pregunta del millón.
Marco Verch / Flickr

Ya está aquí la navidad.  Y con ella el tiempo de, primero, comprar, luego esconder y finalmente intercambiar regalos con nuestros seres queridos. Por fin. Y digo por fin no porque me haga especial ilusión comprar y esconder regalos –lo de intercambiarlos he de reconocer que un poco sí me hace–, sino porque es asimismo el momento idóneo para traer a colación un estudio efectuado por investigadores de psicología y neurociencias de la Universidad John Hopkins y que, en palabras de sus autores, "cuando lo presentamos estábamos hablando siempre de los regalos de Navidad. Son el perfecto ejemplo en la vida real de nuestro experimento".

Ahora sí que has despertado mi curiosidad, ¿de qué investigación estamos hablando? Pues de una que demuestra experimentalmente nuestra capacidad para entender o interpretar las acciones epistémicas de otros al verlas.

¿Las acciones qué? Epistémicas. Es decir, aquellas que realizamos con el objetivo de averiguar algo que desconocemos. Un par de esclarecedores ejemplos: cuando alguien se mira la muñeca para conocer qué hora es; o cuando alguien introduce la punta del pie en la piscina para averiguar si el agua está fría o no.

Pues bien, el estudio que motiva este texto ha comprobado mediante una serie de experimentos visuales que las personas tenemos una gran habilidad para inferir lo que pretende averiguar –qué información pretende obtener– otra persona al observarla ejecutar una acción de esa naturaleza durante unos pocos segundos.

En este enlace tienes las grabaciones empleadas en los experimentos visuales para que tú también los realices y compruebes por ti mismo los resultados alcanzados.

Y aquí es donde entran en juego los presentes navideños y la tan extendida práctica de andar por casa buscando a hurtadillas tus regalos y, una vez encontrados, intentar averiguar su contenido sopesándolos y sacudiéndolos –reconoce que tú también lo haces/has hecho–. En concreto, el estudio se ha centrado en la capacidad que un observador tiene para reconocer dos acciones epistémicas de lo más ‘navideñas’: menear un paquete para intentar averiguar la forma y tamaño del contenido; y agitarlo para determinar cuántos objetos hay dentro –uno, pocos o muchos–. Más aun, el estudio ha constatado que la mayoría de los observadores son capaces de distinguir con notable éxito si el ‘tramposo’ está meneando la caja para conocer la forma del regalo o para conocer el número de objetos que lo integran.

Un talento –el de entender las acciones realizadas por otros al observarlas, ya sean epistémicas o de otra índole (lo que remite al corte que completa este texto)– que en gran medida se basa en nuestra capacidad para interpretar el contexto de la situación y en nuestros conocimientos y experiencia previa.

Y aunque la investigación se ha centrado en la sagacidad del observador, poner el foco en el actor/ejecutor es tanto o más fascinante. Porque tal y como explican los autores del trabajo: "Del mismo modo que el ejecutor es capaz de averiguar muchas veces el contenido (aproximado) de la caja con solo sujetarla y moverla, el observador es capaz de decir qué propiedades/características del regalo pretende averiguar al verle agitar la caja".

Lo que supone, en primer lugar, que –aunque cada persona es un mundo y cada situación es única– hay un patrón común de actuación para tratar de averiguar la forma y el número de objetos dentro de una caja que todos ejecutamos y que todos somos capaces de reconocer nada más presenciarlo.

Y, en segundo lugar, y todavía más fascinante, que asimismo somos muy hábiles a la hora de acertar el contenido de un paquete con solo cogerlo y moverlo. Y aquí es donde la psicología deja paso a la física.

¿Cómo lo hacemos?

Básicamente a partir de la percepción del peso del objeto, el sonido que produce el contenido al mover la caja y el esfuerzo muscular que requiere moverla de una forma u otra. Al levantar una caja podemos hacernos una idea aproximada de su masa y de su distribución. Explicado de una forma muy simplificada: si la distribución de la masa es uniforme, el esfuerzo que demandará de ambos brazos será el mismo. Si, por el contrario, un extremo concentra más masa que el otro, la caja se desequilibrará y exigirá un mayor esfuerzo de uno de los brazos.

Por otro lado, al mover la caja el sonido que produce el contenido al impactar con los laterales (y entre sí) nos ofrece indicios sobre el número de objetos (uno, varios, muchos) y si son más o menos iguales o distintos en tamaño, forma y masa. Y también sobre su textura, solidez y naturaleza (el sonido del cristal al chocar entre sí es de lo más revelador).

Finamente, al mover la caja en uno u otro sentido, de una forma o de otra, podemos estimar la resistencia que ofrece a cambiar de posición y la resistencia que ofrece a moverse en un sentido y en otro, a tumbarse y a girar (o, en magnitudes físicas, su masa inercial, momento estático y momento de inercia). Una información que el cerebro integra y procesa para acertar que este año nos toca otra vez un libro o, peor todavía, un pijama y no el ‘smartphone’ que nos habíamos pedido.

Hay acciones y acciones

Desde el punto de vista de la psicología, las acciones, esto es, la forma en que actuamos e interactuamos con el entorno, se clasifican en distintas categorías. Así, acciones como andar, mover algo de un sitio para otro, abrir una puerta, tumbarse, etc. se clasifican como acciones pragmáticas ya que las ejecutamos para obtener un resultado determinado: una modificación del entorno. Además, la psicología también distingue acciones comunicativas, sociales y creativas o lúdicas. Y, por supuesto, también acciones epistémicas: las que realizamos para adquirir un nuevo conocimiento.

Estudios previos ya habían constatado que un observador es capaz de determinar con bastante éxito qué objetivo pretende lograr una persona a la que ve ejecutar una acción pragmática. De nuevo, y por poner un ejemplo, cuando vemos a alguien ponerse de puntillas, de inmediato intuimos que quiere ver o coger algo que está en alto.

-Ir al suplemento Tercer Milenio

Apúntate y recibe cada semana en tu correo la newsletter de ciencia

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión