Un viaje de 50 días que vale un despido

Un investigador italiano pierde su puesto de trabajo por negarse a coger un avión desde Papúa Nueva Guinea a Alemania para salvar el clima

Gianluca Grimalda en un viaje en ferry de 16 horas desde Bari en Italia hasta Patras en Grecia.
Gianluca Grimalda en un viaje en ferry de 16 horas desde Bari en Italia hasta Patras en Grecia.
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"Esta decisión me costó el trabajo". Esta frase puede ser un buen comienzo de una carta de disculpas o el inicio de un arrepentimiento, pero no lo es. "Sigo pensando que fue lo correcto". Ambas declaraciones son del investigador Gianluca Grimalda, trabajador del Kiel Institute for the World Economy o, más bien, antiguo trabajador, porque el no estar a tiempo en su puesto le ha costado el despido.

"Me dieron tres días para volver a Alemania", explica Grimalda. El requerimiento le pilló a más de 27.000 kilómetros de su puesto, en Bougainville (Papúa Nueva Guinea), finalizando una estancia de seis meses que se extendió unas semanas más por un retraso. "Tuvimos que interrumpir la investigación varias veces debido a amenazas a la seguridad", explica Grimalda. "Informé a mi jefe de departamento de todo lo que estaba pasando", añade.

Su permiso, para investigar la globalización y el cambio climático, expiró el 10 de septiembre y el ultimátum para presentarse en la oficina llegó el 2 de octubre. A esta llamada le acompañó un billete de avión que rechazó por conciencia climática. Grimalda no coge aviones salvo contadas excepciones. "Quiero ser coherente con mi compromiso moral de evitar volar. La aviación es el medio de transporte que más contribuye al cambio climático", detalla.

Un viaje en avión desde Papúa Nueva Guinea hasta Alemania produce, en 32 horas, 5,3 toneladas de CO2 por pasajero. Unas emisiones que el investigador transalpino no está dispuesto a asumir. El regreso lo cambió por un viaje lento con una hoja de ruta que incluía ferris, barcos, autobuses y trenes, pero nada de avión. Un largo trayecto de 50 días, pero con una huella de 420 kilos de CO2 e inadmisible para el Kiel Institute, que reclamaba su presencia no más tarde del 14 de octubre. "Les expuse que mientras viajo puedo ser tan eficientemente como en mi oficina de Kiel, pero se negaron", explica. "En el pasado siempre se aceptaba que un día de viaje era un día de trabajo, como así era", añade. Pero de nada sirvió.

Antes de coger el primer ferri le llegó el despido. "Parece un castigo increíblemente duro para un investigador que al final solo quería terminar su recopilación de datos en buen orden", denuncia. En un comunicado, el centro alemán defiende que "el instituto apoya a sus empleados para que los viajes de negocios sean respetuosos con el medioambiente". "Nos esforzamos por evitar en la medida de lo posible los viajes en avión, pero solamente en Alemania y Europa. Si no se pueden evitar los vuelos, por ser demasiado largos los trayectos, financiamos medidas de compensación de emisiones a través de Atmosfair", explica.

A pesar de haberse quedado sin trabajo, el investigador italiano se mantiene firme en sus convicciones: "Si logro persuadir a la gente de que nuestro planeta está en grave peligro y que se necesitan medidas radicales y extraordinarias, perder mi trabajo habrá sido un precio que valdrá la pena pagar".

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