Maximiliano de Habsburgo: "Viví las drogas muy de cerca"

El archiduque llegó a España hace cuatro décadas para aprender el idioma y aquí sigue, dando luz a quienes han caído en las tinieblas.

Maximiliano de Habsburgo
Maximiliano de Habsburgo
Ana Larrazabal

Maximiliano de Habsburgo no solo es capaz de reunir a lo más granado de la aristocracia y de la jet-set alrededor de una mesa, sino también de que se rasquen el bolsillo: en su tradicional cena benéfica, que tuvo lugar la semana pasada en Madrid, se recaudaron fondos para becar a personas sin recursos que necesiten ser atendidas en la Clínica Recal, el centro de tratamiento de adicciones que fundó en 2001. Educadísimo, el archiduque (su abuelo paterno era hermano de Carlos I, el último emperador de Austria, y su tatarabuelo materno fue el rey Jorge de Grecia) responde a las preguntas con poco tiempo, pero con cordialidad.

-¿Qué toma de aperitivo un archiduque?

-No tomo alcohol, pero me encantan los zumos de tomate con mucho picante y salsa Worcestershire y cosas de estas todo mezclado.

-Vino a España para aprender el idioma y se quedó más de 30 años. ¿Qué le atrajo de nuestro país?

-¡Más de 40! [se ríe]. Al principio, pues yo creo que porque era joven, tenía 20 años y era la Movida. Madrid era la ciudad más divertida de Europa en esa época.

-Llegó junto a su hermana Sofía, quien se hizo un nombre dentro de la sociedad española. En cambio, usted ha permanecido en un plano más discreto.

-Sí, bueno, puede ser.

-Desde esa discreción comenzó a ayudar, de forma anónima, a gente sin hogar con problemas de adicciones.

-Sí, así empezamos. Antes de crear la Fundación Recal hacíamos solo ayuda social, ayuda primaria.

-Lo que le llevó a realizar esta labor fue la prematura muerte de su hermana mayor por las drogas.

-Esa fue una de las razones, desde luego, sí, sí.

-¿Y las otras?

-Porque yo también lo viví muy cerca. Tuve bastantes amigos que murieron, entonces tengo una sensibilidad por esta enfermedad.

-¿Se recauda mucho dinero en la cena benéfica?

-Con nosotros han sido siempre muy generosos, la gente nos ayuda muchísimo.

-La droga no entiende de clases sociales, por ello su fundación también acoge a personas sin recursos.

-Al principio, la finalidad de la fundación era dar servicio a gente que no tenía medios y, ahora, lo que tenemos es una mezcla: hay gente que paga, pero a los que no pueden pagar les hacemos becas y tienen el tratamiento gratis.

-¿Siguen algún criterio para seleccionar a estos pacientes?

-Nosotros aceptamos a todo el mundo con problemas de alcohol y drogas, siempre que tenga la voluntad de trabajar en nuestro programa. Si una persona dice que no va a seguir nuestro tratamiento, pues es difícil que entre en Recal. El tratamiento es muy duro: hace falta disciplina, escuchar lo que dicen los profesionales y los compañeros. Esas son las pautas.

-¿Cómo conviven en el centro personas de condiciones sociales tan diferentes?

-Yo creo que es muy sano y muy bueno, porque la gente ve que le afecta a todo el mundo: los pacientes que llevan ahí, por ejemplo, dos meses, cuando ven entrar a un paciente nuevo ven un espejo, ven como estaban ellos hace dos meses, y eso choca bastante porque esta enfermedad es también la negación que tiene el adicto de su condición, y eso abre mucho los ojos. Por eso es importante el centro cerrado, donde los que llevan ya tiempo ven venir a los nuevos. Y también lo es mezclar edades y clases para que los pacientes entiendan que esta enfermedad le toca a todo el mundo, da igual joven o mayor, rico o pobre. Es lo mismo.

-¿En qué se diferencia de otros tratamientos?

-Nosotros utilizamos el programa Minnesota, el programa de los doce pasos que se usa en Alcohólicos Anónimos o Narcóticos Anónimos, y lo bueno que tiene es que, una vez que el adicto deja el centro, puede encontrar grupos de ayuda mutua de Alcohólicos Anónimos y Narcóticos Anónimos en todas las ciudades del mundo. Así, vaya donde vaya esta persona puede seguir manteniéndose, porque el adicto, aunque tenga un buen tratamiento y salga fenomenal, si no sigue yendo a grupos puede recaer fácilmente.

-Desde su experiencia, ¿cómo podemos evitar que esto les ocurra a nuestros hijos?

-Es muy difícil, es una pregunta muy complicada. Lo que veo en nuestros pacientes es que el 90% sale de familias disfuncionales, por lo que lo más importante es tener una familia sana, abierta, donde se discuten los problemas, donde no hay abusos, no hay violencia. Eso es el mejor remedio, pero, aun así, el ser humano siempre quiere probar, sobre todo cuando es joven y, a veces, no se puede impedir que una persona pruebe ciertas cosas.

-¿Qué supone llevar un título en el siglo XXI?

-No lo sé, la verdad es que yo casi nunca uso mi título: el trabajo en las fundaciones es anónimo, y nos llamamos todos por el nombre, sin apellidos ni títulos. Yo creo que el título es un recuerdo a los antepasados, ¿no? Es bonito saber que los antepasados han hecho grandes cosas, si es que las han hecho, pero no tiene tanta importancia.

-Usted conoce a nuestra Familia Real, ¿qué opinión tiene del rey Felipe?

-Me parece una persona estupenda. Creo que es el rey mejor preparado de Europa y que está haciendo una labor ejemplar, fantástica. Ahora que vivo la mitad del año en Inglaterra, veo que en el extranjero le admiran muchísimo, le quieren.

-No sé si opina lo mismo sobre el rey emérito.

-Lo mismo, pero no voy a opinar ahí.

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