Paz Velasco, criminóloga: "El ser humano subestima su propia maldad"

"El crimen nos acecha, aunque a veces no seamos conscientes", asegura Velasco, quien prepara ‘Muertes nada accidentales’, un decálogo de motivos para matar.

Paz Velasco, autora de ‘Criminal-mente’.
Paz Velasco, autora de ‘Criminal-mente’.
Carlos Espeso

De joven no solo leía ‘El Caso’. Lo coleccionaba. «Era una fanática del crimen», dice Paz Velasco de la Fuente (Valladolid, 1968). Estudió Derecho, pero la carrera le dejó más dudas que certezas. ¿Qué pasa antes de que un sujeto se convierta en asesino? ¿Por qué proceso alguien es capaz de matar? ¿Cuál es su móvil y su motivación? Hoy es presidenta del comité de expertos del Colegio de Criminología de Madrid. En octubre publica ‘Muertes nada accidentales’, un decálogo de motivos para matar.

¿Usted será capaz?

¿De matar? Claro. Para defender a mi hija, para defenderme a mí misma, para sobrevivir. Todos tenemos la capacidad de matar. Esto no quiere decir que nos podamos convertir en asesinos. Matar y asesinar son cosas diferentes.

¿Cuál es la gran diferencia?

Asesinar implica planificación, premeditación, alevosía, intencionalidad, mientras que la capacidad de matar puede ser una respuesta inmediata a una amenaza.

Es difícil verse haciéndolo...

Porque subestimamos nuestra propia maldad. Por eso nos gusta tanto consumir ‘true crime’, la novela negra y cualquier tipo de programas que hablen de asesinatos. Porque los malos son ellos, los otros, los demás. Nosotros simplemente observamos esa maldad. Pero eso es engañarnos. Como humanos, somos capaces de llevar a cabo actos terribles. No es necesario hablar de la maldad extrema (asesinatos, genocidios, violaciones…), basta con que nos fijemos en la maldad cotidiana.

¿Por ejemplo?

Todos nos hemos aprovechado de alguien, ¿verdad? Todos mentimos, ¿verdad?

Bueno…

Es imposible no mentir. La mentira social es necesaria. Es la capacidad que tenemos de no decir ciertas cosas que pueden herir a otros. No contamos todo lo que pensamos de nuestros compañeros, amigos, familiares porque eso implicaría entrar en una batalla dialéctica y de desconfianza absoluta. La maldad pícara a veces nos puede ayudar y una mentira puede servir mucho para no hacer daño a otras personas.

Pero a nuestro alrededor hay profesionales de esas maldades.

Con nosotros conviven psicópatas funcionales. Tenemos que quitarnos ya de la cabeza la idea de que los psicópatas son esos crueles sujetos (hombres o mujeres) con ojos de escualo que salen a la calle a descuartizar. Los psicópatas funcionales comparten los mismos rasgos de la psicopatía (es decir, un trastorno antisocial de la personalidad) que hace que vivan y se aprovechen de los demás. Piensan que el fin justifica los medios, buscan siempre su propio beneficio. Son mentirosos, seductores, manipuladores...

Unas joyitas.

Nunca van a matar a nadie, pero pueden arruinar vidas, familias, países… Viven camuflados en la sociedad aprovechándose de los que tienen en su entorno, porque el lema de los psicópatas es ‘vivo por y para mí. Y haré lo que sea necesario para vivir bien’.

¿Cuándo se empezó a ver el crimen como entretenimiento?

Bastante antes de lo que creemos. Piensa en el circo romano, cuando la gente iba a ver cómo las fieras devoraban a los cristianos. O en esas personas ciegas que en la Edad Media recorrían los pueblos contando historias de crímenes. El gran ‘boom’, cuando se pasa a consumir a nivel global, se da en 1888, cuando el ‘Daily Star’ publica el primer asesinato de ‘Jack el destripador’. A partir de aquí, el crimen pasa a ser una noticia de masas, se pasa a consumir a nivel global, con ayuda del Internet de la época victoriana: el telégrafo.

¿Y ahora?

Ahora estamos en el pico más álgido, porque podemos consumir crimen a través de medios digitales, prensa, televisión, pódcast, series, novela negra, ensayos...

¿Está sobrerrepresentada la violencia?

Por un lado, sí en determinados delitos, aunque aquí en Europa no se llega a la representación explícita que se da, por ejemplo, en México. Y eso que se puede consumir violencia extrema real (no películas) a un solo clic, con vídeos de ejecuciones y torturas sin necesidad de entrar en la ‘dark web’.

Y por otro lado...

Se ha banalizado el mal. Ahí están las agresiones múltiples a una sola víctima, las grabaciones que se comparten en los grupos de WhatsApp, los niños que hacen ‘bullying’ a otro y lo cuelgan en Internet o las redes sociales. Lo peor de todo es que perdemos de vista a las víctimas.

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