¿Está en peligro el marisco de las rías de Galicia?

Las cifras de capturas del marisco gallego llevan cayendo desde 1997. Las mariscadoras alertan de la complicada situación, que el cambio climático está haciendo más dura.

Marisco, en una imagen de archivo
Marisco, en una imagen de archivo
Pixabay

Puede que en los meses de verano los habitantes de Santiago de Compostela eviten lo más posible pasar por la rúa do Franco, pero pocos turistas -quizás ninguno- lo hacen. La calle es la zona tradicional de restaurantes y los visitantes se agolpan en ella. Quien no va o vuelve de haber comido por allí, está pasmado frente a alguno de los escaparates. No es raro tropezar con alguien que intenta captar en fotos la explosión de mariscos.

Si hay una máxima que se ha asentado sobre Galicia es la de que, en la comunidad, "se come bien". Los mariscos de las rías gallegas ocupan una posición destacada en la lista de viandas recomendadas en un lugar en el que el turismo gastronómico se da por sentado. Pero los turistas se podrían enfrentar a un problema en algunos años -uno sobre el que desde las propias rías ya se está alertando-: el marisco gallego está en peligro.

Quien bien lo sabe es Rita Míguez, la presidenta de la Asociación Nacional de Mujeres de la Pesca (Anmupesca) y ella misma mariscadora. El problema no está limitado en la geografía galaica. "Cada vez que nos juntábamos veíamos que la bajada de producción aparecía en otras rías", asegura. Puede que las aguas de la zona de Vigo y la de A Coruña sean diferentes, por poner dos ejemplos, pero la cuestión se está viendo en todas. La producción de las especies autóctonas de las rías está en descenso.

Antes, cuando sembraban la almeja -que debe ser sembrada en la playa y por eso los bañistas no pueden recolectarla alegremente cuando van a los arenales en verano-, el 70 o el 80% de la siembra iba arriba. Ahora, lamenta Míguez, a veces ni el 10% alcanza la talla mínima para el consumo. Y, como confirma Elsa Vázquez, catedrática de zoología de la Facultad de Ciencias del Mar de la Universidad de Vigo, para comprobar lo que las mariscadoras señalan de forma empírica, solo hay que irse a las estadísticas que elabora Pesca de Galicia. Desde el año 97, se registra un descenso de las capturas.

Por qué bajan las capturas

Pero ¿por qué han dejado de producir las rías gallegas? Si han sido tradicionales caladeros de riquezas -y el epicentro de la materia prima de calidad de esa preciada gastronomía-, ¿qué ha llevado a que las cifras del marisco decaigan? En la respuesta entran unos cuantos factores, muy conectados con el cambio climático.

Míguez ve qué está pasando a pie de playa. El furtivismo no ayuda (y la mariscadora alerta que no se debe comer marisco que no lleve todos los controles sanitarios), pero la situación es compleja. A ella le preocupa, por ejemplo, el efecto que tienen algunas especies predadoras, como las sousas, que cada vez son más y que devoran almejas, berberechos y similares, o "el problema de las arenas", porque el tipo de arena que se echa en algunas playas para hacerlas más 'turista-friendly' no lo es para las especies que viven en ellas.

Pero además el cambio climático "está ahí". La mariscadora recuerda que "ya no llueve como antes". Esto no solo implica que llueva menos -el verano de 2022 es un ejemplo de anomalía en las costas gallegas-, sino que además es más habitual que lo haga de forma torrencial, lo que afecta a la salinidad del agua, pero también "arrasa todo cuando pasa". Para entenderlo se puede ver qué ocurrió con los incendios forestales veraniegos: cuando llegaron esas lluvias fuertes y potentes llenaron las playas de las cenizas que habían generado los montes calcinados.

La mariscadora apuesta por la ciencia, para que les diga qué está ocurriendo y también para que les ayude a encontrar una solución a la situación. Y, desde los entornos académicos gallegos, ya se está investigando en esta materia.

La raíz del problema

"El medio marino es un medio natural y complejo, no un tanque de acuicultura donde tú controlas los factores", recuerda Rula Domínguez, bióloga marina del Centro Tecnológico del Mar (Cetmar), y por ello son muchos los factores que influyen en cómo crece el marisco y cómo se alimenta. "Evidentemente el cambio climático afecta a todas estas cosas y acentúa la variabilidad de todos estos factores", sintetiza.

Elisa Vázquez indica que las conclusiones a las que están llegando "son muy claras" a la hora de identificar dónde está el quid del problema. La científica habla de los episodios de bajada de salinidad que causan las lluvias torrenciales -cuando, además, recuerda, se abren las compuertas de los embalses-y "de lo más preocupante, los efectos subletales" que están registrando entre las especies. "No llegan a morir, pero vemos una disminución en su crecimiento", explica.

Los moluscos se centran en luchar contra estas nuevas condiciones en las que deben sobrevivir y por eso no crecen, pero tampoco se reproducen como deberían. "Al estar estresados, deben invertir más energía en mecanismos de defensa. Crecen más lento y se hacen más vulnerables a los depredadores, porque tienen menos energía para escapar de ellos o para cerrarse", explica Rula Domínguez, que ha centrado su tesis doctoral -realizada en el marco del grupo Ecocost de la Universidad de Vigo- en los efectos que los eventos extremos que causa el cambio climático tienen en estas especies.

"Con la temperatura ocurre algo similar", explica Vázquez. Y Galicia está viendo cómo aumentan las olas de calor y los días de temperaturas por encima de la media, que puede ser que no sean tan elevadas como las de otros lugares de España, pero, como recuerda Vázquez, deben ser analizadas en su contexto. Que se superen varios días los 35 grados en Galicia no es normal.

Más allá de las medidas generales que se están tomando contra el cambio climático, ¿se puede hacer algo para frenar esta crisis del marisco? "La única solución es frenar el cambio climático", responde Vázquez. "¿Qué haces, pones sombrillas al banco marisquero?", apunta con ironía. "Es una cuestión de concienciación de todos", advierte.

Aunque, quizás, contar con más datos ayudaría a entender mejor qué pasa y qué debe hacerse. "Lo que se puede hacer es medir muy bien los bancos marisqueros: más mediciones, más personal y más datos disponibles para poder reaccionar a todo esto", propone, por su parte, Domínguez.

Sostenibilidad de la ría

La crisis del marisco tiene un efecto en cadena sobre las rías, de las que esos moluscos son una pieza fundamental que remueve los sedimentos o alimenta a otros animales. También supone un impacto económico para la industria, que se encuentra con menos días en los que poder trabajar o menos producción (y por ello menos ingresos) volviéndose más precaria.

Las mariscadoras necesitan que las almejas o los berberechos crezcan para poder salir a faenar. "Queremos seguir trabajando", reivindica Míguez. "Es nuestra profesión y es maravillosa", asegura.

Domínguez concluyó en su tesis que para sobrevivir hay que diversificar, comprendiendo qué especies resisten mejor pero teniendo muy presente que si se apuesta todo a una -por ejemplo, la almeja japónica importada de las aguas del Pacífico, que ahora parece una solución- se corre el riesgo de que le pase algo a esa especie y se vuelva a entrar en una situación peligrosa.

Igualmente, el trabajo de las mariscadoras es una pieza en el engranaje económico a un nivel más macro de esas comarcas -un puzle necesita todas sus piezas para estar completo-, pero también para la sostenibilidad de las propias rías. Las mariscadoras gallegas todavía hacen un trabajo artesanal, a diferencia de lo que ocurre en otros caladeros de mariscos en los que se ha maquinizado el proceso, y con sus acciones ayudan a oxigenar y mantener el entorno. Son gestoras de la sostenibilidad del espacio.

"Tenemos unas playas y un marisco maravillosos, pero debemos cuidarlos", concluye Rita Míguez.

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