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¿Veinte horas a la semana y 10.000 dólares de renta? Así imaginaban en los años 70 el paradigma laboral en los 2000

Ahora que se acerca el fin de año, rescatamos de nuestra hemeroteca esta disparatada predicción de los especialistas Hermán Mash y Anthony J. Vienur.

Artículo publicado en HERALDO un 4 de junio de 1972.
Artículo publicado en HERALDO un 4 de junio de 1972.

Hace ya 22 años que cambiamos de milenio y muchos todavía recordamos las predicciones que se realizaban de lo que podría traer consigo el comienzo del nuevo siglo. Mucho se hablaba a finales de los noventa del ‘Efecto 2000’ en los sistemas informáticos, ya que este año bisiesto no estaba contemplado, decían, por los ordenadores. No fueron pocos los que, por ejemplo, retiraron dinero adicional del banco ante el riesgo de un colapso de los sistemas. Muchos expertos apuntaban a que, el 1 de enero del 2000, los semáforos o los ascensores dejarían de funcionar a causa de este error informático global. Sin embargo, la realidad demostró que todos aquellos presagios en tono apocalíptico y catastrofista carecían de sentido, y el nuevo año no trajo consigo ningún cambio determinante en este sentido.

Apenas se registraron problemas de seguridad a nivel mundial (en comparación con las previsiones), por lo que uno de los principales debates en la sociedad acerca del 'Efecto 2000' giraba en torno a si era real o, por el contrario, todo había sido una invención por parte de algunos agentes del sector de la informática interesados en obtener beneficio económico. Sin embargo, la verdad es que 'el error del milenio' fue real y solo la actuación de los gobiernos y expertos en ciberseguridad previnieron sus consecuencias, según el reconocido consultor tecnológico Martyn Thomas.

Pero más allá de lo informático, en las últimas décadas siglo XX, quienes imaginaban cómo sería la vida a partir del 2000, también auguraban cambios en la sociedad y, en concreto, en el paradigma laboral. En es el caso de Hermán Mash y Anthony J. Vienur, autores del libro 'El año 2000' -y este último, presidente del Instituto de Investigaciones de Hudson-. Tal y como publicamos en las páginas de HERALDO un 4 de junio de 1972, según estos sesudos especialistas, al llegar el siglo XXI disfrutaríamos de veinte horas de trabajo a la semana -distribuidas a cuatro por día, cinco días a la semana-, y se alcanzaría una renta anual por persona de 10.000 dólares (unas 650.000 pesetas). Está claro que todavía andamos lejos de la situación planteada en el libro de Mash y Vienur, por mucho que últimamente se hable tanto de la jornada laboral de cuatro días, por la que algunas empresas en España ya han apostado.

“Habrá, además, 176 días de asueto al año”, sostenían. Y añadían: “Más que un puesto para trabajar, interesará -y eso ya se ha iniciado- obtener un puesto de ambiente agradable, participación en beneficios y vacaciones en países exóticos. Si bien no preveían que esto ocurriera en todo el mundo, “tal vez no haya hambrientos como la cifra aterradora de hoy”.

“Hasta los años treinta se consideraba muy bien repartido el total de las veinticuatro horas del día: ocho para trabajar, ocho para dormir y ocho para dedicarse a su propia persona. Pero resulta que las macrociudades a las que caminamos a paso de gigantes, han empequeñecido esas ocho horas para lavarse y comer, porque normalmente tenemos que dedicar dos horas para ir de un sitio a otro, aunque no sea más que para trasladarnos desde casa al lugar de trabajo. De ahí la angustia del hombre moderno, al que no le queda ya casi tiempo -en el supuesto caso de que sea un hombre no multiempleado- para jugar con sus hijos, leer, hacer ese tan elogiado deporte o simplemente para mirar las estrellas, tranquilamente tumbado”.

A esta conclusión llegaron los señores Hermán Mash y Anthony J. Vienur. “El libro despertó tanto interés que Vienur fue invitado por el Instituto de Dirección Industrial de Nueva York para que hablara largamente sobre 'el futuro del trabajo público', en el que amplió lo escrito en su libro. Según esta ampliación, el trabajo, incluso en el campo, se hará sin ningún esfuerzo: bastará apretar algunos botones para que las máquinas lo hagan todo, desde sembrar a recolectar. Un mando a distancia, de tal forma que, sentado en una cómoda butaca en Madrid, por ejemplo, podrá recogerse el algodón en Andalucía...”.

“Sin embargo, habrá algunos trabajadores que serán insustituibles. Todos los que realizan trabajos intelectuales y, por supuesto, los periodistas, a los que nadie podrá hacer que lluevan las noticias sobre ellos. Además, los médicos, los abogados, los técnicos y los profesores, aunque todos ellos ayudados por ese monstruo de las computadoras”.

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