Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Ciencia de andar por casa

¿Cómo haces las heces?

Aunque la mayoría de las personas producen heces que se hunden irremisiblemente en el fondo del inodoro, algunos individuos pueden presumir de expeler ejemplares que se empeñan en flotar sobre la superficie del agua. Una flotabilidad motivada por la presencia de mucho gas metano atrapado en el interior de las deposiciones, que rebaja su densidad y su gravedad específica. Un exceso gaseoso que a su vez es consecuencia de una superpoblación de bacterias gasógenas, productoras de hidrógeno, en el colon; lo cual es una condición que se lleva en los genes pero que asimismo depende de otros factores externos.

Las heces de la mayoría de la población se hunden, ¿por qué otras flotan?
Las heces de la mayoría de la población se hunden, ¿por qué otras flotan?
Marco Verch / Flickr

Sí, no pongas esa cara. ¿Cómo son tus heces?, ¿flotantes o hundibles? Aunque las heces de la mayoría de la población se adscriben a la segunda categoría, un significativo 10-15% de las personas sanas producen heces flotantes -el porcentaje se eleva hasta el 25% en individuos con trastornos intestinales como el síndrome de colon irritable.

Pero, ¿por qué unas heces flotan y otras no? La respuesta radica en la diferente gravedad específica de unas y otras. La gravedad específica se define como la relación o cociente entre la densidad de una sustancia o cuerpo y la densidad del medio de referencia, en este caso el agua del retrete; y sirve para cuantificar la flotabilidad o no de la sustancia o cuerpo en cuestión en el medio de referencia. Cuando su gravedad específica es menor que uno -lo que significa que la densidad del cuerpo es menor que la del medio-, el cuerpo o sustancia flota sobre la superficie del agua. Cuando es mayor que uno, se hunde irremisiblemente. Y cuando es del orden de la unidad, el cuerpo queda suspendido a una profundidad intermedia. 

Así pues, unas heces flotan porque su gravedad específica es menor que 1 en tanto que las de la mayoría se hunden porque su gravedad específica es mayor. O si se prefiere, aquellas flotan porque son menos densas que el agua y estas se hunden por lo contrario.

Sin embargo, esta explicación en realidad solo ayuda a reformular la pregunta de partida para enunciarla ahora como “¿por qué las heces de algunas personas presentan una gravedad específica menor -o son menos densas- que las de la mayoría?”.

Un estudio que viene de lejos

Para dar (con) la explicación conviene volver la vista atrás, ya que el estudio de una cuestión tan doméstica como la flotabilidad o inmersividad de las heces viene de lejos. Los primeros en estudiarlo en profundidad -o más bien en superficialidad- fueron, allá por 1972, el gastroenterólogo Michael Levitt y su estudiante en la facultad de Medicina de la Universidad de Minnesota, William Duane; después de que el segundo compartiese con su profesor que sus heces flotaban desde siempre -presuponiendo algún tipo de trastorno.

Una revelación que les llevó a comprobar que la flotabilidad de las heces de William estaba motivada por un elevado contenido en gases. Algo que hicieron tomando una muestra y presurizándola para eliminarlos, constatando así que, tras este tratamiento, las heces ya se hundían. Un experimento que posteriormente extendieron a las deposiciones de otros individuos productores de ejemplares flotantes. Fue de este modo como demostraron experimentalmente que la flotabilidad de las heces está vinculada a un alto contenido en gases, concretamente de gas metano (CH₄), y no debido a una presencia excesiva de grasas como se asumía hasta entonces. Y no solo eso, sino que plantearon la hipótesis de que esta excesiva presencia de metano era consecuencia de la fermentación de los hidratos de carbono ingeridos por parte de la flora bacteriana intestinal. Algo que, sin embargo, no pudieron probar.

Desde entonces, la cuestión había permanecido latente, hasta ahora, cuando investigadores de la Clínica Mayo han comprobado que la generación de heces flotantes está directamente relacionada con una excesiva concentración de bacterias metanógenas en el intestino del sujeto -en un estudio que ha merecido ser publicado por un medio del prestigio de 'Nature'.

Las bacterias metanógenas utilizan el hidrógeno (H₂) y el dióxido de carbono (CO₂) libres presentes en el intestino para fabricar metano (CH₄) -y obtener la energía que necesitan en el proceso-. ¿De dónde se obtiene ese hidrógeno? Todos tenemos en nuestro intestino cierta cantidad de dicho gas, de procedencia exógena, es decir, que ha llegado hasta ahí procedente del exterior ingerido durante la respiración, la masticación y la deglución. Sin embargo, la mayoría de los individuos no producen heces flotantes. Ni siquiera aquellos que mastican con la boca abierta. Lo que en realidad marca la diferencia es una población más numerosa de lo normal en el colon de bacterias gasógenas del género Bacteroides. Microorganismos que se alimentan de los carbohidratos de cadena larga poco o no digeridos y no asimilados en el estómago y en los primeros tramos intestinales (la fibra alimentaria) y los descomponen en H₂ y CO₂ que liberan al medio y que son aprovechados por las referidas bacterias metanógenas para producir gas metano; parte del cual se elimina como flatulencias, pero otra parte queda atrapada entre la materia sólida que constituye la heces disminuyendo así lo suficiente su densidad (esto es, su masa por unidad de volumen) como para que su gravedad específica sea menor que 1.

¿El productor de deposiciones flotantes nace o se hace?

Lo que determina que unas personas alberguen una mayor población de aquellas bacterias gasógenas en su colon es una combinación de factores: genes, alimentación, enfermedades, medicación, estilo de vida y condiciones del entorno (por ejemplo, la composición del agua y del aire consumidos). Por lo tanto -y porque el microbioma de un individuo solo depende en un pequeño porcentaje de su información genética y en cambio es muy dependiente de factores externos- es asimismo posible que la flotabilidad de las heces de algunas personas varíe a consecuencia de un cambio en alguno de estos factores. Sin que ello implique necesariamente un trastorno o enfermedad. Y por lo mismo, en aquellos individuos que, como el amigo William Duane, siempre producen deposiciones muy poco densas, se puede concluir que el factor diferencial son los genes... o que tengas una vida de lo más rutinaria

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