Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Aquí hay ciencia

‘SloMo’ y la ciencia de la cámara lenta

Para conseguir movimientos ralentizados se necesitan, paradójicamente, cámaras de alta velocidad. Este es un recorrido de luces, velocidad y tiempo a partir de Eurovisión.

Chanel interpreta la canción ‘SloMo’ durante la final del festival de Eurovisión.
Chanel interpreta la canción ‘SloMo’ durante la final del festival de Eurovisión.
Alessandro Di Marco / EFE / EPA

Let’s go

Hay dos momentos en la canción ‘SloMo’ en que el baile se ralentiza y la velocidad parece irse por completo a esa luz intermitente que lo acompaña. Tras el periplo y las críticas desde el festival de Benidorm, Chanel fue a Eurovisión y quedó tercera, solo un poco ‘secondary’. Pero aquí no se hablará de polémicas sobre letras y jurados, ay mamá. Esto es ‘Aquí hay ciencia’ y esto son curiosidades científicas de la cámara lenta a ritmo de Eurovisión. Let’s go, pues.

Take a video watch it slow mo (mo mo mo mo)

El método de la cámara lenta lo inventó el físico y sacerdote austriaco August Musger en 1904. Su punto de partida es el opuesto al resultado percibido, pues parte de grabar a una frecuencia superior a la normal, capturando un numero mayor de imágenes por segundo de lo que es habitual. Cuando se reproduce la película a la velocidad acostumbrada, el tiempo real da entonces la impresión de ralentizarse. Es decir, se necesita una cámara de alta velocidad para hacer más lento el movimiento.

Nuestro cerebro es capaz de procesar unas 10-12 imágenes por segundo. Si la frecuencia es mayor ya no percibimos imágenes aisladas, sino fluidas. La velocidad normal de reproducción se estandarizó durante mucho tiempo en unos 24 fotogramas cada segundo.

Las cámaras de alta velocidad, además de para crear efectos en las películas, se han usado para diversos fines científicos. Por ejemplo, para analizar la expansión y ramificación de los rayos o para estudiar el movimiento de animales como el colibrí, que bate las alas 80 veces por segundo y cuyo análisis se usa para diseñar microrrobots que efectúen vuelos de precisión.

La cámara más rápida que existe captura hasta un billón de imágenes por segundo. Es capaz de captar el movimiento de una luz láser atravesando, como un fantasma, una botella con leche.

Y no se confundan 

Las imágenes a cámara lenta pueden alterar el juicio, incluso de forma literal. Un estudio analizó cómo se interpretaba la escena de un delito si se veía a cámara lenta o a velocidad normal. En el primer caso tiende a interpretarse que hay mayor intención, "en parte porque el vídeo a cámara lenta hace sentir que se tiene más tiempo para actuar, incluso cuando se sabe el tiempo que ha transcurrido realmente". El mismo caso se dio cuando se analizaban posibles faltas en un partido de fútbol.

Otra alteración del juicio, en este caso del tiempo percibido, se da en las experiencias extremas. Los accidentes tienden a recordarse sucediendo a cámara lenta, y estudios hechos en atracciones de caída libre comprobaron que la experiencia se recordaba más larga cuando se vivía que cuando simplemente se observaba. Parece que, en situaciones de alerta, el cerebro optimiza la capacidad de atención y, aunque no aumenten los fotogramas por segundo, forma una especie de recuerdo enriquecido. Un recuerdo que, al proyectarse, lo hace con un aura de cámara lenta.

Y así es como parece que viven, sin necesidad de alerta, ciertos animales. Un estudio publicado en el año 2013 analizó el ritmo al que procesan la información visual hasta 34 especies. En general, los que lo hacían más rápido eran más pequeños y tenían un metabolismo más rápido. Las moscas y las ardillas, por ejemplo, disciernen a una velocidad cuatro veces superior a la nuestra, que es como decir que necesitarían televisiones emitiendo a mucha mayor frecuencia que 24 fotogramas por segundo para ver movimientos y no imágenes aisladas. De alguna manera ven el mundo a cámara más lenta y eso explica que reaccionen tan rápido y sea tan difícil atraparlas. (Los perros tienen también un ritmo ligeramente superior al nuestro, suficiente para que vean una emisión tradicional en televisión como una sucesión de luces centelleantes).

Y si aún no me creen pue’ me toca mostrárselo

Los destellos intermitentes que parpadean al son de "mo-mo-mo-mo" pueden considerarse luces estroboscópicas, que no son más que ráfagas breves y rápidas. El primer estroboscopio lo diseñó el inventor austriaco von Stampfer como un disco que simulaba el movimiento a partir de imágenes aisladas. Pero el mismo principio puede servir para estudiar objetos en rotación, que, al sincronizarse con la luz, pueden percibirse aparentemente inmóviles o como si estuvieran girando muy lentamente.

Así lo empezó usando en los años treinta el ingeniero y fotógrafo Harold Edgerton, que por entonces estudiaba el movimiento de los motores, a los que la técnica parecía detener. Tanto le sedujo que lo aplicó a la fotografía, consiguiendo luces que permitían exposiciones de millonésimas de segundo y que le sirvieron para impulsar definitivamente la fotografía de alta velocidad. Gracias a ellas captó el estallido de una gota de leche o balas en el momento de atravesar una manzana, el inicio de una explosión atómica, movimientos de tenis o esgrima, imágenes nocturnas que ayudaron a preparar el desembarco de Normandía, el batir de las alas de un colibrí.

Edgerton dijo que la técnica permitía "trocear el tiempo en pedacitos y congelarlo para que se adapte a nuestras necesidades y deseos". Cuando en 1937 preparó una demostración en Massachusetts, los periódicos dijeron que las 2.000 personas que asistieron "se situaron fuera del tiempo".

(Ahora a este artículo le iría bien cerrar con una frase de la canción, pero ya no había mucho donde rascar).

¿Agua?

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