'El primate que cambió el mundo', un libro contra la "amnesia ecológica"

“Lo que se extingue pasa al olvido en menos de una generación”, asegura el biólogo Alex Richter-Boix, su autor. 

Mamut de un mes
Un fósil de mamut.

Tras miles de años domesticando especies y paisajes, los seres humanos han desarrollado “amnesia ecológica”, ya que “lo que se extingue pasa al olvido en menos de una generación”, ha asegurado el biólogo Alex Richter-Boix, autor de 'El primate que cambió el mundo'’ (GeoPlaneta).

Hace "solamente 300.000 años" apareció una nueva especie de primate capaz de moldear su entorno hasta límites insospechados, el Homo sapiens, cuyas habilidades intelectuales y tecnológicas “le permitieron alterar para su beneficio a las comunidades animales y vegetales” e incluso “modificar los ciclos atmosféricos y geológicos” con el paso de los siglos.

Estas habilidades, que “definen al ser humano”, también explican “la crisis ecológica que sufre hoy nuestro planeta", un desafío que "solo podremos afrontar si recordamos de dónde venimos”, explica Richter-Boix, que se ha propuesto combatir la “amnesia ecológica” de la humanidad.

Aunque el libro está centrado en las consecuencias del desarrollo de la civilización humana en la Tierra, “los verdaderos protagonistas son leones, mamuts, lobos, serpientes, osos y bestias marinas”, especies que han acompañado a la humanidad desde la cuna de la civilización.

Mientras tanto, los humanos han seguido multiplicándose por todo el globo y se ha asentado principalmente en torno a los populosos núcleos urbanos, que plantean el dilema de “compatibilizar la existencia de más de 7.000 millones de primates ambiciosos con la conservación de la biodiversidad”.

Sin embargo, el autor, investigador en el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (Creaf) y la Universidad de Barcelona, señala que “no se trata de cuántos somos en realidad, porque hay recursos para toda la humanidad”, sino “del ritmo de vida del mundo occidental", responsable del cambio climático y la pérdida de biodiversidad.

“La clave está en mantener el progreso social mientras que se echa un poco el freno al consumo de recursos”, algo que implicará sacrificios porque “vivimos en una sociedad individualista”.

En la era del Covid-19, no podía faltar un capítulo dedicado a las enfermedades zoonóticas, ya que “tres de cada cuatro enfermedades tienen su origen en los animales”, tanto domésticos como salvajes.

Según Richter-Boix, doctor en Ecología y biología evolutiva, las grandes explotaciones ganaderas son "el caldo de cultivo perfecto" para que se desarrollen los patógenos ya que “al arrancar la selva para desplegar macrogranjas con animales inmunodeprimidos y hacinados, nos exponemos a virus nuevos, sobre todo en zonas tropicales”.

Pero no hace falta viajar hasta la Amazonía o al Sudeste asiático para comprobar que "las macrogranjas son un problema ecológico también en Europa" debido al "consumo y contaminación del agua por los millones de litros de purines que generan”.

El hombre lleva miles de años alterando el paisaje y desplazando a las especies que lo habitan, por lo que el biólogo ha querido introducir una perspectiva histórica, incluso adentrándose en el terreno de los mitos.

Muchos de estos relatos están protagonizados por animales fabulosos que "ya se han extinguido apenas 2.000 años después" en los paisajes descritos por los mitos y leyendas, narraciones que representan "la única prueba de su existencia hoy en día".

El autor recurre al primero de los doce trabajos de Hércules, su duelo contra el león de Nemea (Grecia), el cual no tuvo lugar en la sabana africana, sino al sur de los Balcanes, “un escenario inimaginable para un león hoy en día”, pero que hace pocos siglos aún estaba poblado por estos grandes felinos.

El biólogo también se apoya en investigadores pioneros, como el naturalista francés Georges Cuvier, que en 1796 demostró que los desaparecidos mamuts siberianos y los mastodontes de América del Norte "eran la evidencia de un mundo previo al suyo que había desaparecido para siempre".

Todo ello para demostrar que “mientras la vida en la Tierra se apaga, no somos conscientes de ello porque no estamos mirando; seguimos liados en las redes sociales pero desconectados de la naturaleza”, concluye.

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