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Espacio

De Zaragoza a la ESA: yo quiero ser astronauta

La Agencia Espacial Europea busca una nueva generación de astronautas. Entre miles de solicitudes, hay cuatro emitidas desde Zaragoza con la ilusión de ser útiles en el espacio.

Carlos Pobes, Paola Infante, Cristina Margalejo y Konrad Altenmüller han presentado su candidatura para convertirse en astronautas de la Agencia Espacial Europea
Carlos Pobes, Paola Infante, Cristina Margalejo y Konrad Altenmüller han presentado su candidatura para convertirse en astronautas de la Agencia Espacial Europea
Marcos Cebrián

Saben que es difícil, muy difícil, pero se les iluminan los ojos al pensar que podrían ser seleccionados para forma parte del cuerpo de astronautas de la ESA. Viven en Zaragoza y las suyas se encuentran entre las más de 22.000 solicitudes recibidas en respuesta a la campaña de reclutamiento de la Agencia Espacial Europea. Carlos Pobes, Cristina Margalejo y Konrad Altenmüller son físicos; Paola Infante, geóloga y no todos querían ser astronautas desde pequeños. Están ilusionados pero también son realistas. El proceso de selección de cuatro nuevos astronautas es sumamente exigente y solo pasar la primera criba ya sería un triunfo.

La última vez que la Agencia lanzó una convocatoria como esta fue en 2008. "Era ahora o nunca", se dijo Carlos Pobes (Zaragoza, 44 años) –la edad tope es 50–; apuntarse a algo así "es del tipo de cosas que son más bien un impulso: no puedes no hacerlo; buscamos luego los motivos, pero nace de dentro, es más visceral que racional". Paola Infante (Zaragoza, 40 años) es su pareja y dice que "ha sido un poco carambola: vi la oferta en Twitter y pensé que a Carlos le iba como anillo al dedo, luego fue él quien me animó a mí, viendo que cumplía todos los requisitos. ¡Anda que no me gustaría, como geóloga, ver una piedrita de la Luna!". De vez en cuando, miran emocionados a ver si cambia el estado de la solicitud, que por ahora sigue en modo ‘evaluación’. Aunque Pobes confiesa que no está impaciente. "Hay tantas candidaturas que, aunque pensaban tener hecha la criba antes del verano, se está retrasando", dice.

Del Departamento de Física Teórica de la Universidad de Zaragoza han salido otras dos solicitudes. Una es la de Cristina Margalejo (Zaragoza, 40 años), quien, tras curiosear la convocatoria, pensó que era imposible, "pero mi hermano me dijo: "Si no te presentas, no te lo perdonarás nunca", y la convenció.

La otra es de Konrad Altenmüller (Tubinga, Alemania, 31 años), que hace su posdoctorado en Unizar y a quien un amigo le contó que la ESA buscaba astronautas. "De niño quería serlo y sigo creyendo que es un trabajo muy chulo; además, todos los astronautas alemanes son físicos, como yo, así que tenía que intentarlo".

"Eso de querer ser astronauta cuando era niña nos dura a algunas de mayores", coincide Margalejo. Pero no les sucede lo mismo a Pobes e Infante, que nunca se lo plantearon en la infancia. "Como no tienes referentes visibles, no sueñas con ello", señala Pobes, que actualmente investiga en el Instituto de Nanociencia y Materiales de Aragón (CSIC-Unizar) y presenta el programa ‘En ruta con la ciencia’ en Aragón Televisión. En su caso, fue en la Antártida donde conoció cómo era el camino para convertirse en astronauta. Allí pasó un año entero al cuidado de un detector de neutrinos, totalmente aislado por el invierno austral durante ocho de los doce meses. "Entre los otros ‘winter-overs’ había bastantes que habían solicitado plaza en la ESA o la NASA" –y alguno ha llegado lejos, como Christina Hammock Koch, que ya ha ido a la Estación Espacial–. Aquella experiencia, vivida hace ahora diez años, le hizo descubrir a Pobes que "era capaz de hacer cosas que consideraba extraordinarias, solo al alcance de gente de otra pasta, de superhombres". Para un amante de la naturaleza y los ambientes extremos, el espacio es "un peldaño más allá".

Se buscan perfiles diversos

La convocatoria de la ESA incluye entre sus requisitos tener un máster universitario –no es necesario doctorado– y al menos tres años de experiencia profesional en ciencias naturales, medicina, ingeniería, matemáticas o informática. Se presentan también perfiles tan singulares como el de Cristina Margalejo, que hace el doctorado en astrofísica, buscando axiones solares, tras haber estudiado Económicas, máster incluido, y trabajar en la empresa privada. Su rasgo diferencial es el de alguien que "después de ser empresaria y ser capaz de tomar decisiones empresariales, deja todo por la ciencia y hace un máster de Física". Aunque "tengo la experiencia en ciencia justita: tres años", en su carta de motivación hizo hincapié en que, durante los viajes al CERN para llevar adelante su experimento en plena pandemia, con permiso especial para desplazarse a Suiza, "he estado sola, solucionando todos los problemas técnicos, de ingeniería o programación, porque no podía viajar nadie más".

Precisamente la ESA también valora especialmente la capacidad de mantener la calma frente a situaciones de alto estrés. Unas aptitudes para las que también entrena la propia vida. "Buscan no solo capacidades intelectuales, sino emocionales –indica Paola Infante–, sobre todo la actitud al enfrentarte a los problemas". Haber superado altibajos en su vida personal la hace fuerte. Cuando tuvo que salir adelante sola con un bebé, "se me puso el mundo del revés, pero me caí y me levanté", relata. "Me puse a estudiar como una loca, 110 temas en siete meses", y se sacó la oposición. Hoy trabaja como geóloga en el Gobierno de Aragón y asegura orgullosa que, "con motivación, puedo dar todo de mí". Otra de sus bazas es la buena preparación física, que también cuenta en un astronauta, pues pertenece a un club de montaña y practica espeleología.

También Konrad Altenmüller escribió en su solicitud que, además de su experiencia en el laboratorio, "a menudo voy a escalar montañas y a veces he vivido situaciones de riesgo que han entrenado mi psicología para mantener la calma". Pobes también tiene confianza en su condición física, pues "soy muy deportista, aunque parece que valoran más la natación que correr y yo soy más de tierra, de montaña, pero me he sacado el título de buceo; ¡lo he puesto en el currículum!".

La forma física se mide mucho más avanzado el proceso de selección, que consta de seis etapas que culminarán a finales de 2022 con el anuncio de los astronautas seleccionados. En la primera se evalúan únicamente los perfiles, en virtud del currículum y la carta de motivación enviados. Se espera un cribado masivo, pues han sido 22.589 las candidaturas recibidas. Entre ellas, más de 200 personas optan a la vacante recién creada de astronauta con discapacidad física. Desde España se han presentado 1.344 solicitudes. Y el 24% de todas las candidaturas para ser astronauta de la ESA son de mujeres.

Desde Zaragoza, nuestros candidatos apuntan esas cualidades intangibles que forjan a un astronauta: "Capacidad de aprender", "hacer fácil la vida a los demás", "saber comunicar", "tener potencial", "ser equilibrado y, sobre todo, sano de cabeza"... A Margalejo le estimula pensar que "en pocos sitios se valora tanto a la gente por lo que vale y hace".

La motivación está en su máximo cuando se pica tan alto. La exploración espacial es para Infante "una forma de aprender sobre el pasado del universo y prepararnos para el futuro". Según Altenmüller, buscar partículas elementales, como él y Margalejo hacen, o explorar el espacio tienen la misma motivación: entender cómo funciona el universo. Su compañera de laboratorio añade la importancia de la transferencia de ciencia y tecnología espaciales al día a día. Y Pobes piensa en grande, en lo inspirador que todo esto puede resultar para la sociedad. "Vivimos un momento crítico, exacerbado por la pandemia, porque somos tantísimos que el simple hecho de existir tiene un impacto terrible, pero es fácil pensar que no somos el problema, que el problema son los demás. Por eso hay que generar conciencia global: estamos en el mismo planeta", asegura. Citando a Harari destaca que "para aglutinar a la sociedad hacen falta mitos y la ciencia puede ser ese mito que nos haga sentirnos parte de la humanidad; la exploración espacial puede trabajar por el objetivo común de salvar el planeta y explorar fronteras independientemente del color de nuestra bandera".

Paola Infante creció alucinando con las experiencias que le contaba su padre, que trabajó en el montaje del sistema de refrigeración de la plataforma de lanzamiento de cohetes espaciales en la Guayana francesa, y espera que su hijo Rodrigo, que sale con ella a la terraza a ver pasar la Estación Espacial Internacional, vea que "convertirse en astronauta es una opción real, que su madre –aunque seguramente no llegue al final– se presentó a las pruebas" y que él, aunque a sus 9 años le cueste creerlo, hubiera podido estar tres meses sin ella sin que pasara nada.

Un largo camino hasta volar al espacio

Contemplar la Tierra desde el espacio es una ilusión compartida por los candidatos a astronauta. Pero hasta conseguirlo hay un largo camino. Quienes consigan seguir adelante tras la primera criba del proceso de selección de la Agencia Espacial Europea –escalonado en seis etapas– se enfrentarán a test cognitivos, técnicos, de coordinación motora y personalidad. En la etapa 3 llegan los ejercicios individuales y grupales, "donde te llevan al límite para ver cómo respondes", avanza Carlos Pobes, quien tiene expectativas de pasar un par de fases. Seguirán las exigentes pruebas médicas para asegurar que los candidatos poseen condiciones físicas y mentales para afrontar misiones de larga duración. Al final del proceso, las entrevistas deciden. La ESA busca dos perfiles de astronauta: cuatro plazas de carrera y 20 de reserva (una novedad), que seguirán en sus trabajos actuales y se incorporarán puntualmente. Los astronautas de carrera formarán parte de la plantilla de la ESA y se ocuparán de misiones de larga duración y mayor complejidad.

Pero no basta con ser seleccionado. Un astronauta se ‘hace’, tras años de entrenamiento. Alexander Gerst, que accedió al cuerpo de astronautas de la ESA en 2009, cuenta que "tienes que aprender una profesión completamente nueva antes de viajar al espacio". Cinco años de entrenamiento, tres de ellos específicos para su misión, no le parecen tanto tiempo, "sería el equivalente a estudiar una carrera en la universidad".

Completan su formación en el centro de la ESA en Colonia (Alemania), pero también en el Roscosmos ruso o en Houston, con la NASA. El proyecto Pangaea les adiestra en escenarios similares a Marte, mientras el curso Caves les reta a sobrevivir durante tres semanas aislados, en las condiciones extremas de las cuevas. Un proceso duro que motiva a personas como Konrad Altenmüller, que ve aburridas las cosas fáciles.

Los nuevos astronautas de la ESA podrán a ser destinados a misiones en la Estación Espacial Internacional, conducir nuevos vehículos espaciales o incluso viajar a la Luna y a otros cuerpos celestes en futuros proyectos. La ESA participará en la estación espacial Gateway que orbitará la Luna, así como en una iniciativa para traer muestras de Marte. Cualquiera de estas misiones ilusiona a los cuatro candidatos que enviaron su solicitud desde Zaragoza. El alma de geóloga de Paola Infante vibra de pensar en "poder tocar el suelo de la Luna". Altenmüller también se apunta a viajar allí, pero "a Marte, solo si pudiera volver". La idea de "ir a tu puesto de trabajo en cohete" emociona a Cristina Margalejo, mientras Pobes ve "muy lejano lo de ir al Planeta Rojo, pero imagínate el titular: ‘Un gallurano en la Luna’".

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