La pandemia permitió respirar el aire más limpio en 30 años

Ecologistas en Acción defiende que ha quedado demostrado que solo la reducción del tráfico y la descarbonización de la industria son la solución.

Calles de Madrid vacías por la amenaza del coronavirus
Calles de Madrid vacías por la amenaza del coronavirus
Agencias

Los niños, adolescentes y jóvenes españoles nunca habían respirado un aire tan sano y los mayores casi ni recordaban esa agradable sensación. Hasta las peores catástrofes tienen a veces algún aspecto positivo. Las duras restricciones a la movilidad y el drástico descenso de la actividad económica provocados por la pandemia desataron una crisis económica y social, pero también permitieron la mayor reducción de la contaminación atmosférica desde al menos 1990, que es cuando se comenzó a utilizar en España el actual sistema de medición.

Los principales gases tóxicos salidos de los tubos de escape y de las chimeneas de las fábricas, el dióxido de nitrógeno (NO2) y el dióxido de azufre (SO2), sufrieron reducciones de más del 25%, el ozono troposférico bajó más de un 50%, y hasta las peligrosas micropartículas PM2,5 y PM10 tuvieron una cierta caída, aunque más leve, limitada sobre todo por la llegada de gran cantidad de polvo africano en el primer trimestre, según el 'Informe Estatal de Calidad del Aire 2020' elaborado por Ecologistas en Acción con datos oficiales.

A este hito ayudaron dos hechos puramente coyunturales, alentados por los sucesivos estados de alarma, y una mejora de tipo estructural. Los avances momentáneos fueron que el consumo de combustibles fósiles -sobre todo gasoil y gasolina- se redujo a niveles de finales del siglo XX por el menor uso de automóviles, aviones y barcos y una caída del 5% en el consumo de electricidad respecto a 2019.

La mejora positiva que vino para quedarse es el cierre progresivo de las muy contaminantes centrales termoeléctricas de carbón -en 2020 se clausuraron seis más-, que no solo libraron a la atmósfera el año pasado de toneladas anuales de CO2 -principal responsable del cambio climático- sino también de grandes cantidades de micropartículas, vinculadas a graves e incluso mortales afecciones respiratorias. El hueco permitió un incremento del uso de energías renovables del 40%.

Pese a estos enormes descensos de la polución, hasta uno de cada cinco españoles, unos 8,5 millones, se vieron expuestos el año pasado a tasas de contaminación atmosférica superiores a las autorizadas por la UE, cifra que se dispararía hasta los 42 millones -el 88% de los españoles- si los estándares que se consideran como superados son los recomendados por la Organización Mundial de la Salud, mucho más duros que los europeos, pero también más acordes con la prevención de enfermedades derivadas de los tóxicos ambientales.

Los más de ocho millones de ciudadanos que respiran un aire sucio, pese a suponer aún un gran riesgo, sería la cifra más baja de exposición a contaminación en España desde hace más de tres décadas. Significa un descenso del 50% sobre un año antes, menos de la mitad que en 2015 y hasta cuatro millones menos de españoles que respiran una atmósfera excesivamente contaminada. Algo similar pasa con la naturaleza. Los tóxicos ambientales expusieron a niveles no recomendables de contaminación los terrenos y cultivos de 210.000 kilómetros cuadrados, el 42% del territorio español, pero fue un 20% menos de superficie que un año antes. Unos 40.000 kilómetros cuadrados con mejor salud ambiental.

Los lugares donde a lo largo del año se registró un exceso de alguno de los principales contaminantes atmosféricos se extienden por algo más de la mitad del país y están concentrados en las grandes ciudades, pero también en zonas industriales como Avilés (Asturias), la Bahía de Algeciras (Cádiz), el Campo de Tarragona, el Valle de Escombreras (Murcia) o el área de Puertollano (Ciudad Real). El caso más grave tuvo por protagonista a Madrid, que volvió a incumplir los máximos permitidos por la UE de contaminación por NO2, con una media anual por encima de los 40 microgramos por metro cúbico en la estación de Plaza Elíptica. Esto significa que seguirá adelante el proceso que la Comisión inició ante el Tribunal Europeo de Justicia contra España por los incumplimientos reiterados de Madrid y Barcelona, que puede terminar con una importante multa.

Miguel Ángel Ceballos, coordinador de la investigación, avisó que la contaminación del aire es un problema social «de primer orden», que provoca cada año en España una 30.000 muertes prematuras, sobre todo por enfermedades respiratorias y cardiovasculares. Es una letalidad 15 veces mayor que la de los accidentes de tráfico, que tiene un coste anual aproximado para los servicios de salud de unos 42.000 millones de euros, lo que equivale al 3,5% del PIB español.

Negligencias

El experto denunció que pese a que los planes de mejora de la calidad del aire son obligatorios por ley, en muchas autonomías no existen y en otras "son inefectivos por falta de voluntad política". Puso como ejemplo que hasta una decena de comunidades con excesos de contaminación por ozono carecen de planes para la reducción de tasas pese a que el Tribunal Supremo les ha recordado este año que están incurriendo en una negligencia administrativa.

Ceballos destacó que la crisis sanitaria ha demostrado que la reducción permanente del uso de transportes contaminantes y la descarbonización de la industria son "las únicas herramientas válidas y efectivas para mejorar la calidad del aire". La prueba del algodón, recordó, fueron los tres meses de confinamiento, cuando las tasas de NO2 en el aire de las 26 mayores ciudades españolas se desplomaron un 52%. «Una mejora de la calidad del aire sin precedentes», aseguró.

El coordinador advirtió que, si no se quiere que esta enorme mejora del aire que respiramos sea un espejismo, hay que convertir los hechos coyunturales de 2019 en estructurales. Disminuir el tráfico en las ciudades -con más zonas peatonales, más uso del transporte público eléctrico, del teletrabajo y de la bicicleta-, lograr un ahorro energético, penalizar el diésel, expandir las energías renovables, reconvertir la industria a una producción limpia, minimizar el uso de aviones, y completar el cierre de las centrales de carbón, que en España se espera para 2026.

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