Tercer Milenio

En colaboración con ITA

Gazapos de cine

'El abuelo que saltó por la ventana y se largó'. Un gazapo que es la bomba

Encuentra el error científico presente en este diálogo de la película 'El abuelo que saltó por la ventana y se largó'.

'El abuelo que saltó por la ventana y se largó'  (Felix Herngren, 2013)
'El abuelo que saltó por la ventana y se largó' (Felix Herngren, 2013)
Film i Väst/ StudioCanal

Hay abuelos y abuelos…Y luego hay superabuelos. Como el protagonista de esta película, que el día que cumple cien años decide saltar por la ventana de la residencia y escaparse para vivir una última aventura y, de paso, contarle a todo aquel que quiera escucharle sus encuentros con algunos de los personajes más relevantes del siglo XX y su papel en alguna de las decisiones y momentos más trascendentales de la historia. Por ejemplo, cuando ayudó a Oppenheimer a fabricar la bomba atómica. Claro que la edad no perdona a nadie y hay veces que la memoria flaquea… a modo de gazapo. 'Que la ciencia te acompañe' logra verlo más claro.

El diálogo

-Tal vez tras el café logre verlo más claro, señor –anunció Allan interrumpiendo a Robert Oppenheimer, que discutía con sus asistentes. Y no contento con ello, ni corto ni perezoso Allan expresó su particular visión del asunto-: Parece que hoy tampoco conseguirán la bomba. Caray, señor Oppenheimer, debo decir que estoy decepcionado. Aquí no pasa nunca nada. Ni explosiones ni nada.

-¿Se llama Allan, verdad? –preguntó Oppenheimer.

-Sí, Allan.

-Allan, esto no es una bomba cualquiera. Tenemos que solucionar unas cuestiones muy complejas.

-No, no, no. Tienen que seguir haciendo pruebas. Tienen que empezar otra vez. Como mi madre solía decir, no hay que pensar tanto, solo hazlo.

-Sí, ya. Pero lo que su madre no le dijo es que para detonar esta bomba hay que resolver un pequeño jodido problema elemental.

-¿Y qué problema es?

-Allan, voy a concederle un minuto, ¿vale? –anunció un frustrado Oppenheimer.

-Muy bien.

-Para nuestro objetivo necesitamos utilizar el doble de cantidad de plutonio de la usada hasta ahora.

-Y… ¿a qué esperan?

-Je, je, je, je… -rió el físico-. No podemos añadir el doble de plutonio. Sería inestable, se desintegraría. Es pura física.

-Ya lo sé. Lleva semanas hablando de eso, pero… oiga, le concedo un minuto, ¿vale? –anunció envalentonado Allan.

-Vale.

-Acabo de tener una pequeña idea: ¿y si se coge una mitad aquí y la otra mitad aquí y las junta solo unos segundos antes de la explosión?

-Sí, ese es el problema –interrumpió un cada vez más encendido Oppenheimer- ¡¿Cómo vamos a hacerlo mientras la bomba revestida de metal cae libremente?!

-Pero, hombre… ¿no tiene un poco de dinamita?

Y en ese preciso instante a Oppenheimer le estalló la solución en la cara.

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