Por
  • Luis J. García Bandrés

La despoblación forzada

La localidad de Peracense (Teruel)
La localidad de Peracense (Teruel)
Laura Uranga

Vivimos en una de las autonomías más despobladas de España. Provincia por provincia, Teruel se lleva ese triste honor. Tampoco Huesca se escapa, ni Zaragoza. La solución no parece fácil, ni que nada ni nadie tenga voluntad de hacer algo. La herida no se cierra y la sangría sigue. La realidad es triste, inexorable, pero sí que algunas circunstancias pueden ser mejorables. Habría menos soledad. Los servicios públicos no están a la altura del presente diverso de cada lugar. Nada es a la medida. Sanidad, educación, finanzas, abastecimiento y sobre todo la comunicación.

La autovía que va de Teruel al Pirineo no ha conseguido los beneficios esperados. Los caminos que la complementan no dan para mucho, no solo por su firme, también por su trazado, curvas y más curvas. Hay tramos en que no caben dos autobuses. Pueblos que se despueblan en gran medida por estar incomunicados.

Peracense. Hasta hace un año, por lo menos, una vez por semana y a las 6 de la mañana, aparecía un autobús que iba hasta Monreal del Campo. ¿Qué hacer en Monreal a las 6.30? ¡Una vez a la semana! Puro desatino. A nadie se le ha ocurrido un servicio diario de microbuses, ida y vuelta, a hora prudencial que rompa esa soledad que a veces tienen que vencer sea como sea, llueva o nieve. Las quitanieves cumplen unas órdenes surrealistas: pueden limpiar fuera de los pequeños pueblos, pero nada de nada en las calles más amplias, cubiertas de hielo que hasta salir de casa es un riesgo. La media de edad en esas pequeñas localidades es alta. Unos ya no pueden conducir. Otros no tienen vehículo. Problemas para todos y para todo. Esos microbuses serían un alivio. En las ciudades contamos con autobuses urbanos. Sería más que justo que también a ellos se les facilitará su desplazamiento. Pero, no.

Hay una palabra que tiene mucha culpa: comarcalización. Esa nueva administración ha fragmentado aún más unos territorios ya de por sí bastante alejados, además de gastar en lo innecesario. ¿No existían ya las diputaciones provinciales? Pero a la ramificación legislativa le salió esa otra rama que podría ser podada sin problemas. Cuando además ya existían las comarcas que, sin signo político, cumplían su papel con reuniones y acuerdos.

Seguimos en Peracense (Teruel). Matrimonio con hijos que estudiaron donde y como pudieron. En el pueblo ya no había escuela. Sí que un microbús o incluso un taxi subía y los llevaba al colegio más próximo. Pasados los años, uno de aquellos chavales ya tiene trabajo y el otro anda terminando sus estudios. Con frecuencia suben al pueblo. La madre va y viene –50 km– los fines de semana para mantener despensa y ropa. Pero es lo de menos. De vez en cuando hay que ir a Calamocha, capital de la comarca del Jiloca, especialmente al Inaem. Los padres salen juntos a las 7 de la mañana. Conduce él. Trabaja en Caminreal, a 30 km. Y menos mal que está en dirección a Calamocha. Pero ella se queda allí, en la carretera, a las 7.30, a esperar al autobús de Teruel a Zaragoza. Se sube y baja en la parada de Calamocha. A esperar hasta las 9, cuando abren sus puertas bancos e instituciones. Desde luego que le da tiempo. ¿La vuelta? Pues más y más Calamocha, ya que tiene que esperar hasta las 5.30 de la tarde, cuando pasa de vuelta el autobús Zaragoza-Teruel. Y otra vez hasta Caminreal. A las 6.30 él salé de su faena. La recoge y vuelven a Peracense. ¡Doce horas por un papel!

Peracense tiene un castillo único y un entorno natural de rodeno también muy impactante. Turísticamente es un lugar muy recomendable. Algunos de sus entornos forman parte del álbum cinematográfico seleccionado por la DGA. Turismo, sí. Fines de semana, también, pero el día a día es otra cosa. Despoblación. Desde la ciudad nos olvidamos de los pueblos. Los usamos, disfrutamos en ellos y luego se borran de nuestra memoria. Lo mismo que cualquier formación política: votos y ¡adiós!