Arco iris
Arco iris
Heraldo.es

El arco iris es uno de los fenómenos de la naturaleza que más ha despertado la imaginación de las personas. La aparición súbita de un arco de colores en el firmamento es un espectáculo que siempre nos ha sorprendido. Mis amigos los físicos nos lo explican con todo lujo de detalles científicos, incluso por qué, a veces, vemos más de un arco y con los colores invertidos.

Pero la magia del arco iris nunca se pierde. ¿Dónde radica este especial encanto? Yo creo que en la maravillosa gama cromática que exhibe. Ver el arco iris con un nublado fondo lluvioso nos levanta el ánimo. Ya sé que solo es un fenómeno provocado por la refracción de la luz en las gotas de lluvia. Pero esto no lo hace ni menos bello ni menos digno de contemplación.

No piense el lector que voy a dedicar más líneas a este hermoso espectáculo, ni que voy a seguir con exposiciones científicas. Lo que quiero decir es que, en un melancólico día de lluvia, su color y lo inesperado del acontecimiento son capaces de despertar nuestra vena más poética y hacer que lo contemplemos sin atender quién nos rodea. Compartimos la belleza del espectáculo e, incluso, comentamos su grandiosidad con cualquiera que esté en ese momento a nuestro lado. Está claro que todos tenemos un lado bueno y que nos agrada que otros participen de él.

Volvamos, pues, a nuestro triste día de lluvia. Lo que ocurre es que este chaparrón nos envuelve en un triste color ceniciento no solo durante un día. Son ya muchos y en muchas partes donde no vemos ni un atisbo de voluntad de querer compartir la alegría con el vecino. Hemos tomado una actitud radicalmente defensiva y, donde solo hay otra persona, vemos un potencial peligro. Donde parece surgir un atisbo para la esperanza, un pequeño arco iris aunque todavía de tenues colores, un agorero emerge de las sombras para decirnos que todo está muy mal y que debemos tomar medidas inmediatas porque, de lo contrario, esto se nos va a ir de las manos.

Lo peor no es que haya demasiados profetas ejerciendo de aprendices de Nostradamus y repitiendo la manida frase de ‘ya os lo advertí’. Lo malo es que cada vez más gente les cree y les sigue. Las redes sociales son perfectas para tirar la piedra y esconder la mano. Los mensajes son tantos que apenas hay tiempo para discernir cuáles son dignos de ser borrados de inmediato. Se critica a los nacionalistas excluyentes, a los populistas demagógicos, pero nos estamos olvidando de que la animadversión al otro, la misantropía, es lo más peligroso. Los amigos de hoy, en este ambiente hostil, se vuelven enemigos de un día para otro, al igual que las cañas se tornan lanzas cuando se pierde el control en cualquier disputa.

En este mundo, no solo en España, estamos jugando a esto de manera muy peligrosa. Todos los países y comunidades de todo tipo están en permanente búsqueda del enemigo común que aúne a los miembros bajo una bandera o un simple eslogan, sin otra reflexión que una pretendida seguridad a los integrantes frente a los múltiples y variados enemigos externos. Si no lo creen, lleven a cabo una investigación y vean tres o cuatro telediarios de diversas cadenas (luego, algo de terapia para digerirlos, claro). Todo es gris, pues no hay alegría, solo temor. Todo es plano, pues las soluciones son simples y pueriles, aunque alguna mano negra no deje que se pongan en práctica.

Es difícil que seamos capaces de progresar si perseveramos en estas actitudes. Aunque la imaginación de los niños es casi infinita, lo que al final ven nuestros hijos es solo lo que les rodea. Especialmente lo que decimos los que más cerca estamos de ellos. No creo que el ejemplo que les estamos dando sea el más edificante.

Está claro que alguien, y los más escuchados son los que deben dar el primer paso, tiene que comenzar a cambiar este discurso destructivo. Durante cuarenta años de Guerra Fría, la amenaza de destrucción nuclear mutua permitió que una pequeña parte del mundo disfrutara de una vida mejor que la de sus padres. Desde la caída del Muro de Berlín, son muchos más los cientos de millones de personas que han podido mejorar sustancialmente sus estándares de vida.

La luz es la que disipa las tinieblas y los colores los que la componen. El arco iris no es patrimonio de nadie, ni siquiera de la Humanidad.

Ana Isabel Elduque es catedrática de la Universidad de Zaragoza

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