María Ángeles Pérez: "Colaboramos con los médicos para ayudar a los pacientes"

Del Instituto de Investigación en Ingeniería de Aragón, Pérez (Zaragoza, 1976) ha sido nombrada presidenta de la Sociedad Europea de Biomecánica.

María Ángeles Pérez, la semana pasada en Zaragoza.
María Ángeles Pérez, la semana pasada en Zaragoza.
Aránzazu Navarro

Ingeniería, medicina, biología... ¿Qué es la biomecánica?

Es la ingeniería mecánica aplicada a la biología; desde ver la fuerza que haces sobre las articulaciones cuando caminas hasta diseñar prótesis e implantes, observar el comportamiento de los materiales biológicos, como la piel o los huesos, etc.

Las posibilidades son infinitas.

Nuestro nexo son los médicos, o más bien los pacientes, que son quienes tienen los problemas. De hecho, nosotros podemos colaborar con los médicos a ayudar a los pacientes.

¿La ingeniería aplicada a la medicina?

Y podemos ir más allá: no solo ayudar al médico, sino ver por qué le sucede eso al paciente, qué hay detrás.

Las plantillas personalizadas, por ejemplo, son una aplicación.

En el fondo, eso es biomecánica: se diseñan las plantillas perfectas para el usuario, porque tus pies y tu forma de caminar son únicos. Hay una labor de ingeniería detrás. Otra posibilidad son, por ejemplo, los exoesqueletos.

Si tuviese la financiación suficiente, ¿por qué apostaría?

Terapias para el cáncer. La biomecánica puede estudiar el comportamiento de las células; estudiar los materiales e intentar introducir antibióticos que ataquen a las células cancerígenas, que tienen unas características mecánicas especiales. De hecho ya hay proyectos en la Universidad de Zaragoza de ese estilo.

Son capaces de diseñar órganos humanos. ¿Hasta qué punto entran en un conflicto bioético?

Si vas a trabajar con células madre humanas surge un conflicto ético. Nosotros solemos preferir muchas veces las células madre comerciales, más caras pero que evitan tener que hacer determinados trámites que ya hace la empresa vendedora. Pero hay que ser muy cuidadoso.

Ha sido designada presidenta de la Sociedad Europea de Biomecánica. ¿Qué ha supuesto?

Llevo doce años en la sociedad y seis en la ejecutiva, y esto supone un reconocimiento. Me siento muy orgullosa, sobre todo de ser la primera española.

¿En qué consiste la labor de la organización?

Promover y conocer todo lo que se hace en biomecánica no solo en Europa, sino en el mundo.

Trabaja en el Instituto de Investigación en Ingeniería de Aragón (I3A). ¿Qué proyecto lleva actualmente entre manos?

Estoy cerrando un proyecto en el que inyectamos cemento en los fémures para mejorar su resistencia. Un fémur osteoporótico se rompe con facilidad; inyectas cemento –uno especial, un polímero– y reduces el riesgo de fractura. Tampoco puedes introducir todo el cemento que quieras, porque provoca la misma reacción que el hormigón: aumenta la temperatura. Se pueden alcanzar 80 grados, y eso el fémur no lo soporta, se necrosa.

Y ¿en qué campo se ve trabajando después?

Quiero moverme hacia la ingeniería de tejidos. En mi grupo tenemos un laboratorio en el que llevamos a cabo experimentos con células y quiero moverme hacia ahí; tiene mucho potencial y ya hay mucha inversión detrás.

Es una queja habitual del sector científico la escasez de financiación en España. ¿Lo comparte?

Sí. Como investigador, acudes a los proyectos del plan nacional, que reparten miserias, y si quieres hacer algo gordo tienes que irte. Es muy difícil conseguir un gran proyecto científico con el que se te conozca fuera. La Sociedad Europea de Biomecánica permite en parte eso, conocer a gente de fuera y llegar a establecer colaboraciones para trabajar con otros equipos.

No es fácil vivir de la ciencia en España, ¿no?

El papel de los becarios, por ejemplo: son puestos muy competitivos, a los que solo llegan los mejores, pero que sin embargo acaban cobrando un sueldo que no llega a mileurista. En una tienda de ropa o en una hamburguesería se gana más. Perdemos mucho en talento por esa circunstancia; los salarios están obsoletos, hoy necesitas más para vivir. Al menos ya hemos ganado que no son becas, sino contratos.

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