Cinta aislante

Reunión entre Sánchez y Torra con la botella de licor de ratafía encima de la mesa
Reunión entre Sánchez y Torra.

La plaza Poelaert es uno de los miradores más conocidos de Bruselas. Ahora en verano ponen hamacas y la gente va a ver el anochecer, como si estuviera en Cádiz o en Ibiza. La plaza la conocemos bien por las visitas de Puigdemont al Palacio de Justicia, antes de su detención en Alemania. Aunque es mejor no tocar este tema por enrevesado, con Pedro Sánchez poniendo alfombra roja en la Moncloa a un Quim Torra con lazo amarillo. Porque Cataluña es un dolor y cada vez más la tiranía de los independentistas recuerda a lo peor de la batasunización, con los carteles de sus ‘mártires’ el sábado por Barcelona.

Vivimos en lo vacuo, uno de los grandes males de la discusión intelectual y política porque es más fácil y rápido. Es el mecanismo que la escritora Bárbara Ehrenreich explica en ‘Sonríe o muere, la trampa del pensamiento positivo’: como la realidad no se puede cambiar, hay que cambiar la percepción de la realidad. Creerse sus propias mentiras. Un engaño letal de quienes se sorprenden de que una chispa cree el infierno.

Nos pasa en todo, en esas aceras levantadas y cercadas por cintas adhesivas por toda Zaragoza, como si fueran a pegarse los adoquines de la misma manera que mi abuelo arreglaba todo con cinta aislante. Son chapucerías elevadas a la categoría de solución. Es lo que hay, y a mí se me pone tono de madre en sábado, eso de "hoy, ni Play ni leches".

Estamos cambiando sin saber qué hacer con lo que aun tenemos y nos atiborramos de series porque la televisión es aburrida, pero vemos lo mismo que nos rodea porque no hay mejor guión que la realidad. Por eso sonreímos al saber que el Real Madrid traerá a los chavales de Tailandia, porque uno llevaba la camiseta blanca.

Pero hoy es el día del Carmen, la virgen marinera, y pienso en Javier y en cómo me habla de su madre, en esos momentos en los que se devuelve lo dado, y de cómo su paso por el hospital le ha entregado a él a lo más querido, porque ha recuperado esa unión exclusiva que solo tenemos con ellas. Porque nos pasamos la vida entrando y saliendo de su vida, muchas veces de lado y protestando por sus fiambreras.