Un modo barato de pedir perdón

Lo más fácil del mundo es pedir perdón de manera genérica a personas genéricas y por culpas genéricas, como acaban de hacer los obispos del País Vasco y Navarra.

Su Santidad el Papa Francisco.
El papa Francisco cumple cinco años en el pontificado
Afp/ Efe

Hace nueve días, cinco obispos, entre ellos uno francés y un arzobispo-obispo, que gobiernan cinco diócesis en el País Vasco y en Navarra, han apreciado ciertos rasgos positivos, que no especifican, en la última declaración de ETA, la patriótica banda nacionalista que ha anunciado recientemente su desaparición. Los obispos la llaman "banda terrorista", lo cual quizá estimule a la grey ‘jeltzale’, impulsada por el ejemplo del magisterio, a hacer otro tanto, y a dejar de referirse a los etarras y a los ‘borrokas’ (por ejemplo, a los de Alsasua) como a muchachos exaltados. En palabras de los prelados, la organización armada (no la llamen ‘militar’, por favor) ha generado "60 años de historia de muerte y de sufrimiento". Bien.

Por la naturaleza del documento, es más interesante la parte en la que los obispos solicitan el perdón, en general, por las culpas en que ha incurrido la Iglesia en los últimos años al respecto de este asunto cruento y terrible. En el punto tres de su comunicado, que contiene seis, se dice literalmente: "Somos conscientes de que también se han dado entre nosotros complicidades, ambigüedades, comisiones por las que pedimos sinceramente perdón".

Pero no se especifica cosa alguna, sino que ‘entre nosotros’, –¿los obispos, los clérigos, los católicos?– ha habido cómplices, gente ambigua y hechos positivamente cometidos (la comisión se opone a la omisión, de la que, por cierto, nada se dice, cuando tan amplia es la lista de culpas por inacción, flagrante o escondida).

Cómo los papas piden perdón

Si no ‘confesarlos todos’, que decía el catecismo, al menos, precisar un poco. Hay ejemplos cercanos de mayor concreción. Desde los años noventa, algunos los han dado los papas. Es de imaginar que el obispo de Roma, cabeza del catolicismo, con su ejemplo, fija una pauta aleccionadora de conducta. Una característica de las peticiones de perdón que Juan Pablo II reiteró fue la concreción en los hechos por los que pedía indulgencia para la Iglesia. El 1 de noviembre de 1992, en una convención con presencia principal de astrónomos, dijo el papa polaco albergar la esperanza de que los sabios "iban a examinar profundamente" el caso de Galileo, "en un reconocimiento de los errores de cualquier lado que viniesen", para disipar la sensación de que aquella condena "todavía se opone en muchos espíritus a una concordia fructífera entre ciencia y fe". Muy cierto.

El 18 de diciembre de 1999 y por impulso de Roma, tuvo lugar un convenio académico sobre el gran hereje bohemio Jan Hus, creador de la secta de los husitas, que murió en la hoguera en 1415. Casi seis siglos más tarde, Juan Pablo II dijo: "Siento el deber de expresar mi profunda pena por la cruel muerte infligida a Jan Hus".

El 4 de mayo de 2001, de visita en Estambul (la antigua Constantinopla), pidió perdón al patriarca ortodoxo de la vieja capital bizantina por los ataques que Roma había impulsado contra la Iglesia de Oriente. En particular, por el más recordado allí: en abril de 1204, con caracteres de catástrofe, tuvo lugar el "desastroso saqueo de la ciudad imperial de Constantinopla, durante mucho tiempo baluarte de la cristiandad en Oriente. Es trágico que los asaltantes, que habían prometido garantizar el libre acceso de los cristianos a Tierra Santa, se volvieran contra sus hermanos (…). Que fueran cristianos latinos nos llena a los católicos de profundo pesar. Y no podemos por menos de ver allí el ‘mysterium iniquitatis’ que actúa en el corazón humano". Fue una entera semana de expolio, vandalismo, violaciones y saqueos que llenaron de tesoros y reliquias los templos franceses (la corona de espinas de Cristo está desde entonces en la Santa Capilla de París) y venecianos.

El ‘mysterium iniquitatis’, que sigue dando lugar a excogitaciones teológicas alambicadas, es explicar la presencia del Mal en un mundo creado por una mente infinitamente bondadosa. No han llegado a tanto los prelados vascos y navarros al hablar de ETA.

El papa, teólogo e historiador alemán Benedicto XVI ha sido más remiso a esta clase de actuaciones públicas, si bien cargó con el grave problema de la pederastia clerical y de sus encubridores. El actual pontífice jesuita Francisco se parece más al papa polaco. En la ciudad sueca de Lund, donde se acaban de conmemorar los quinientos años de las 95 tesis (1517) de Lutero contra el papado y la Iglesia, Francisco ha expuesto su idea de que "Lutero fue un reformador en un momento difícil y puso la palabra de Dios en manos de los hombres. Tal vez algunos métodos no fueron correctos, pero si leemos la historia vemos que la Iglesia no era un modelo a imitar: había corrupción, mundanismo, apego a la riqueza y el poder".

En suma: conviene concretar la culpa por la que se ruega clemencia. De las varias maneras de pedir perdón actualmente disponibles en el mercado eclesiástico, estos señores obispos han escogido, sin duda, la más barata.