Carmen Lomana, de compras en Zaragoza

El conocido personaje visitó fugazmente la capital aragonesa para promocionar una tienda de la ciudad y ejercer una de sus nuevas aficiones: la de pinchar música. También habló de su lujoso armario, ahora objeto de exposición, y de feminismo.

Carmen Lomana, en la tienda Bee Lion de Zaragoza
Carmen Lomana, de compras en Zaragoza
Aránzazu Navarro

"¿Si soy feminista? ... claro que sí"
No es fácil definir a Carmen Lomana, la mujer que, en el imaginario popular, hace tiempo que es mucho más que "una señora pija". Ella es empresaria, todo un personaje televisivo, ‘socialité’ y, sobre todo, amante de la moda. Valga como muestra un botón: su vasta colección de prendas, entre las que se incluyen algunas del maestro aragonés Manuel Pertegaz, no se almacena en su hogar en armarios, sino en habitaciones. Ahora, y hasta el 29 de abril, muestra a sus seguidores y a los curiosos una parte de su vestidor en el Museo del Traje de Madrid, en una exposición bautizada, sin más pretensiones que las que sugiere el propio título, ‘El armario de Carmen Lomana’.

¿Cómo se siente al ver su armario expuesto en un museo?

El primer día fue un ‘shock’, me emocioné muchísimo al ver mis cosas ahí, en vitrinas. Es una colección muy rica, de una persona conocida y viva y con vestidos que forman solo una pequeña parte de mi vestuario. En el museo han hecho un montaje precioso y recomiendo a cualquiera que pueda que se coja un AVE a Madrid y vaya a verla.

Con una colección tan amplia como la suya, no debió de ser sencillo escoger las piezas para mostrar. ¿Cómo fue la selección?

Fue un trabajo que realicé junto al comisario de la exposición. La exposición va por países, hay 77 prendas y, aunque se han quedado muchísimas fuera, hay una muestra muy importante de lo que han sido la moda y la costura en el siglo XX y lo que llevamos del XXI.

¿Cuál es la pieza más especial de las que se exhiben?

Eso es como cuando te dicen que a qué hijo quieres más. Hay prendas de Óscar de la Renta, de Galliano, de Valentino, de Balmain, de Tom Ford para Yves Saint Laurent… No me puedo quedar con una sola. Pero sí es cierto que hay una pieza que me emociona especialmente ver expuesta. Es un vestido de Loewe, de la época de Narciso Rodríguez, que fue el que llevé en la última fiesta a la que acudí con mi marido antes de que falleciese en un accidente de coche. Era un 12 de octubre, fuimos a la reinauguración del Teatro Real de Madrid y fue una noche de ensueño.

¿Qué tiene que tener una prenda para que una coleccionista de moda como usted sienta un flechazo?

Yo no soy coleccionista. Yo siempre he comprado por intuición, porque me gustan la belleza y la perfección de un trabajo bien hecho. He comprado por piezas especiales: cuando me ha gustado algo he valorado si estaba dentro de mis posibilidades y si podía conseguirlo, porque no siempre es fácil. Y luego, a veces, después de tener algo, he tardado dos o tres años en ponérmelo. Pero, al final, siempre encuentras el momento oportuno, la ocasión para estrenarlo.

¿Cómo vive la ola de reivindicaciones feministas que estamos viviendo estas semanas en las calles, en las redes y en los medios de comunicación?

Pues mira, te diré que para mí el día 8 de marzo fue un día de fiesta con mujeres trabajadoras y emprendedoras. Nos reunimos, pero, desde luego, no para ir de manifestación con carteles ni para estar pintando cristales de tiendas que luego, la mayoría de veces, tienen que limpiar mujeres. Nos dedicamos a hablar de nuestra vida, nuestros negocios, a ver cuánto habíamos avanzado desde las primeras sufragistas. Porque en 100 años se ha progresado lo que nunca en cuanto a derechos sociales y civiles, no en cuanto a la valía de las mujeres, que yo creo que es algo que siempre ha estado presente en la historia.

Entonces, ahora, ¿cuál cree que es la hoja de ruta?

Creo que está muy bien que sigamos avanzando, pero el mayor avance de una mujer es que tenga valía, que trabaje y que sea la mejor, sea cual sea su trabajo. Creo que las mujeres en este momento tenemos en España la capacidad de elegir lo que queremos ser, lo que queremos estudiar y lo que queremos hacer. Eso de que las mujeres ganan menos que los hombres yo no lo he sentido nunca. Yo he ganado exactamente lo mismo que los hombres por el mismo trabajo, a veces incluso más. Y he trabajado en banca, así que sé lo que digo, no hablo por hablar. Tampoco podemos demonizar a los hombres, porque no son nuestros enemigos, son nuestros compañeros y yo, al menos, siempre me he sentido respetada en mi trabajo y en mi vida personal. Y a veces prefiero ir de la mano de los hombres que de algunas mujeres.

Con ese discurso, ¿es Carmen Lomana feminista?

Pues claro. En el sentido de que soy una mujer libre e independiente. Siempre he tenido mi propia economía tanto de soltera como de casada o de viuda y nunca he dependido de nadie ni para comprarme unas medias. Siempre me he defendido, nunca he sido una mujer sumisa, ni he ido de frágil por la vida. Si alguien me ha querido acosar, le he pegado un corte.

Y habrá sido con elegancia, ya que usted es experta en protocolo. ¿Aplica estas normas de comportamiento también a la vida online y las redes sociales, otro universo en el que se mueve con soltura?

Yo creo que en internet hay que ser educado, especialmente en los emails. En las redes sociales, el protocolo habitual no ha lugar, aunque yo siempre pongo un saludo de buenas noches, aunque sea un ‘bed time’ (momento de cama). Además, cada red es un mundo distinto: Twitter es de ir a degüello, algo sociológico y de política, mientras que Instagram es de ‘postureo’ y de fotos bonitas.

Cuenta con más de 200.000 seguidores en Twitter y casi 150.000 en Instagram. Según esas cifras en toda una ‘influencer’, pero, ¿se ve a sí misma como tal?

Yo ya ni sé qué es eso de ‘influencer’. Indudablemente, yo he influido a mucha gente con mis libros y con lo que he dicho; si no, no tendría seguidores. Cualquier persona que los tiene es porque tiene cierta influencia y repercusión social, eso está muy claro.

Ha venido a esta fiesta a ejercer como madrina, pero también a pinchar música. ¿Qué temas hace sonar Carmen Lomana?

No soy muy buena en esto, pero a ver lo que puedo hacer. Es algo que me divierte y de lo que quiero aprender más. Voy a ser una DJ como David Guetta.

No deja nada por probar, tampoco la televisión, uno de los medios en los que más ha colaborado.

La televisión te da una popularidad enorme: cinco minutos en la pantalla es como un año de prensa escrita. Continuamente estoy haciendo colaboraciones y me ofrecen cosas que no me interesan. Si surgen proyectos como ‘Las joyas de la corona’, ‘Mira quién baila’ o ‘Supervivientes’, al que me encantó ir, diré que sí.

Que le encanta participar en ‘realities’ lo hemos visto en ‘prime time’, pero, ¿también le gusta verlos como espectadora?

‘Supervivientes’ me chifla, pero ‘Gran Hermano’ no, es un programa al que no podría ir porque me ahogaría ahí encerrada. Y me encantan los de personajes, como ‘Alaska y Mario’ o el de las Kardashian, aunque ellas ya me aburren un poco.

Y la última revolución televisiva, ‘Operación Triunfo’, ¿la ha seguido?

No. Yo ya estoy cansada de tantos programas de cantantes, canciones y niños. Los puedo ver un día, pero no soy seguidora, aunque es verdad que mis sobrinas están muy al día, lo conocen todo y les encanta OT.

Es una mujer siempre en movimiento y con novedades en el horizonte, ¿cuál es el próximo proyecto en el que la veremos?

No lo puedo decir todavía, pero es probable que pronto me veáis en televisión de nuevo. Nunca me gusta contar nada hasta que no está todo firmado y cerrado.

¿En política no la volveremos a ver? En 2015 se presentó al Senado en listas de Vox por la Comunidad de Madrid.

No, eso fue por ayudar a un partido, a Vox. Lo hice para que tuvieran un poco de visibilidad porque estaban vetados en todas partes. Al menos, durante tres días, fueron ‘trending topic’. Y, ojo, que yo aún tuve más de 80.000 votos. Si me hubiera presentado por una circunscripción más pequeña, como Soria, Guadalajara o Cuenca, ahora sí que sería senadora. También te digo que si me presentaba al Senado era para cerrarlo, que no sirve para nada.

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