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Las cuatro palabras

No sabe muy bien cómo empezó todo, pero sí guarda en la memoria grabado a fuego aquel encuentro casual con una amiga de su madre en el tranvía. "¡Cuánto tiempo sin verte! Te veo más rellenita". Aquellas cuatro palabras despertaron la caja de los truenos en la relación con su cuerpo. Se prometió a sí misma hacer todo lo posible para que la próxima vez que la casualidad quisiera que se volviera a cruzar con aquella mujer, su impresión fuera completamente distinta.

Desde ese día de enero se desencadenó un viaje a los infiernos que amenaza con convertirse en una cadena perpetua. Las dietas restrictivas, los engaños, el vómito, las broncas familiares, la pérdida de la regla, las visitas al médico, el ingreso en el hospital, la presunta mejoría… y vuelta a empezar. El eterno retorno de lo mismo. Pero añadiendo cada vez una secuela, tanto física como psicológica: anemia, osteoporosis, colon irritable, problemas cardiovasculares, fobia social, depresión…

Ha leído en estas páginas que más de medio millar de personas, en su mayoría adolescentes y jóvenes como ella, han sido atendidas por sufrir anorexia o bulimia en los últimos cinco años en Aragón. Más de 500 cuerpos y mentes flagelados en la flor de la vida. Cientos de personas pidiendo ayuda a gritos. Y, sin embargo, los profesionales que les atienden se quejan de la escasez de medios para combatir esta epidemia que se ceba en la juventud, un segmento que debería ser el más preciado en una población tan envejecida como la aragonesa. Solo disponen de seis camas para una población de referencia de 200.000 personas. Y al año atienden a unas cien menores de edad afectadas por un trastorno de la conducta alimentaria en su etapa más grave. Porque hasta el Clínico llegan los casos más complicados. Por si fuera poco, la lucha contra estas enfermedades es una carrera de fondo: la mayoría de los pacientes necesitan entre dos y cinco años de tratamiento, muchos de ellos incluso más.

Hoy ha vuelto a cruzarse en el tranvía con la amiga de su madre. Han pasado más de tres años desde el primer encuentro. Esta vez, la mujer solo ha utilizado dos palabras para juzgar su cuerpo:"Estás esquelética". Pero ella no la ha creído.