Paz Olaciregui: "La Policía ya no es un monstruo para una víctima de malos tratos"

Paz Olaciregui (Buenos Aires, 1985), autora del libro ‘Una y mil voces’, elabora en Zaragoza su tesis doctoral en Sociología sobre violencia de género.

Olaciregui, hace unos días en la Universidad de Zaragoza.
Olaciregui, hace unos días en la Universidad de Zaragoza.
Guillermo Mestre

Firma ‘Una y mil voces’ como Dominique Rosseau. ¿Quién es?

Mi álter ego. Uno que creé para no tener que dar explicaciones sobre lo que me venía a la cabeza y que plasmaba primero en un blog y luego en este libro en forma de pequeños relatos, 35 en este caso.

Esas voces, ¿cuentan relatos tristes o alegres?

Son optimistas porque yo soy asquerosamente optimista. Tienen también un punto de humor a pesar de estar hablando de temas como el suicidio, los problemas con la alimentación, la frustración, el fracaso...

¿Qué tiene que ver la doctoranda que hace su tesis sobre violencia de género con Dominique?

Me recomendaron que me pusiera orejeras para trabajar en mi tesis, centrarme solo en ella. Pero no puedo, necesito escuchar a la gente, sus historias. Para trabajar en mi tesis hablo con muchas mujeres que sufren, y en algunos relatos que escribo indago sobre cómo me construí yo como mujer.

¿Qué cree que ha cambiado en la última década en la lucha contra el maltrato o los abusos?

No podemos seguir repitiendo las mismas cosas que decíamos entonces porque las formas de violencia son otras, porque las víctimas se sienten de manera distinta, porque los grandes postulados de hace diez años ahora no sirven. Pero, por ejemplo, creo que la Policía ya no es un monstruo para una mujer víctima de violencia.

¿Lo era antes?

No sé si en la práctica, pero el discurso extendido era que sí. Que ibas a poner una denuncia y no te creían, o pensaban que algo habrías hecho, o que quizá él se había puesto un poquito nervioso así que mejor váyase a casa, señora... y ha quedado ese recelo, esa sospecha, y una cree que al denunciar va a encontrarse eso. Y no. Me lo cuentan las propias mujeres.

Dicen los expertos que los jóvenes son más machistas que antes. ¿Estamos retrocediendo?

Es perturbador, pero sí. Tengo amigos de veintitantos años que tienen clarísima la cuestión de género, que cualquiera puede lavar los platos... pero que dicen que fulanita es medio putilla porque va así vestida, o porque se acuesta con tres hombres a la semana. Eso es de la época de mi abuela.

¿Y por qué retrocedemos?

Es una cuestión de miedo de ellos a perder su espacio, y miedo de las propias mujeres. También las chicas critican a otras chicas que se acuestan con muchos hombres. Nos boicoteamos. Es el miedo de la propia mujer a perder las estructuras que le hacen sentirse segura en algunos aspectos.

¿Hay que revisar conceptos?

Hay que mover estructuras. Por ejemplo, un 56% de los casos de maltrato tienen que ver con infidelidades o celos. Quizá habría que replantearse si la monogamia es natural. Tal vez así dejaríamos de tenerle miedo a la infidelidad.

¿Iniciativas como la del #MeToo, que visibilizan desde Hollywood actrices que admiten que han sufrido abuso, son interesantes?

Sí, porque el acoso, el maltrato, el abuso, pasan todo el tiempo, en todas partes: a las alumnas con los profesores, a las chicas que quieren ser actrices. Que mujeres que tienen voces superpotentes en todo el mundo de repente den esos mensajes seguro que hace que se muevan cosas que hasta ahora no se habían movido.

En contraposición, surgió otro movimiento en Francia que lo critica y denuncia una vuelta al puritanismo. ¿Usted qué opina?

Es difícil poner el freno, decir hasta dónde vamos. Por eso lo importante es lo que haga uno con su propia existencia. Yo voy caminando por la calle en Buenos Aires y me tengo que poner los cascos porque es horrible. Nadie te dice nada doloroso, pero es insoportable estar oyendo a cada paso ‘eh, bonita’, ‘oye, linda’... Te van minando la dignidad. El presidente del país, Mauricio Macri, dijo por la radio que «a qué mujer no le gusta que le digan que tiene el culito lindo». No nos vamos a poner puritanos, pero yo elijo quién me dice si tengo o no el culo bonito.

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