El horroroso incendio que destruyó parte de Medicina

Un fuego en el laboratorio de Química inorgánica se convirtió hace cien años en un terrible incendio, que amenazó seriamente el edificio que hoy es el actual Paraninfo.

El incendio conmocionó a los zaragozanos.
El incendio conmocionó a los zaragozanos.

Un fuego en el laboratorio de Química inorgánica se convirtió hace cien años en un terrible incendio, que amenazó seriamente el edificio compartido entonces por la Facultad de Medicina y la de Ciencias, en el actual Paraninfo de la Universidad de Zaragoza. Los daños afectaron a la quinta parte de la construcción total, pero la edificación inaugurada en 1893 aguantó en pie. A los zaragozanos, impresionados por el devastador incendio, les indignó la deficiencia de los servicios municipales, lo que aumentó el desprestigio del Ayuntamiento.

Para contener el fuego hubo muchos problemas: las mangueras de los bomberos no coincidían con las bocas de riego de la facultad. Finalmente se tomó el agua de la cercana acequia del paseo de los Cubos. El ejército, los vigilantes de los edificios cercanos, personal docente e incluso estudiantes (que salvaron efectos de los laboratorios) se presentaron allí para ayudar en las tareas de extinción. El laboratorio se quemó por completo, y ahí estuvieron las pérdidas más grandes: los aparatos de precisión y el material con el que contaba lo convertían en uno de los más dotados de España.

Así lo contó HERALDO el 21 de julio de 1917:

La noticia se extendió rápidamente por toda Zaragoza en las primeras horas de la mañana.

El hermoso edificio de las facultades de Medicina y Ciencias ardía por uno de sus cuatro costados. Fue general e intensa la emoción porque ese moderno palacio es de lo bueno y grandioso que tenemos en Zaragoza.

Recordaban las gentes el entusiasmo que pusieron en su construcción aquellos ilustres varones que representaban hace años a Zaragoza y que tanto hicieron por su progreso y engrandecimiento.

Costó el edificio cerca de 3.000.000 pesetas y su proyecto fue la obra más acertada y genial del inolvidable arquitecto D. Ricardo Magdalena. Resucitó Magdalena en esa obra el puro estilo regional aragonés adelantándose a estos tiempos de reconstrucción arqueológicas y artísticas.

La Facultad era el orgullo de Zaragoza y hasta parece que la suntuosidad y buen gusto del edificio había influido en la fama y gloria de los hombres de ciencia que allí se formaron.

Desde octubre de 1893 en que fue inaugurado solemnemente el edificio, alojaba a las facultades de Medicina y Ciencias y en él estuvo instalada también la primera escuela de Artes y Oficios, de grata memoria.

Nadie podía suponer, dada la extraordinaria solidez de la construcción, que pudiera ser fácil pasto de las llamas. Por eso el vecindario de Zaragoza se sorprendió al saber la fatal nueva del siniestro. Y no solo se sorprendió sino que se indignó con harta razón cuando supo que la deficiencia de los servicios municipales de incendios había impedido atajar a tiempo el accidente.

Es una lección dolorosa que le costará al Estado muchos miles de pesetas y que aumentará el desprestigio de nuestro Ayuntamiento.

El Concejo no tiene dinero porque lo ha consumido en expropiaciones escandalosas y en otros gastos absolutamente improductivos. Y carece de material de incendios con lo cual estamos expuestos, a cualquier hora, a una terrible catástrofe y a sufrir pérdidas irreparables. Eso decía ayer el público, poseído de la mayor irritación.

Ahora ya veremos el tiempo que se tarda en reparar este daño. Significa el siniestro de hoy un gran perjuicio para Zaragoza y entraña una responsabilidad enorme para sus administradores.

LAS PRIMERAS NOTICIAS

A las cuatro de la mañana los mozos que se hallaban encargados de la custodia de la parte del edificio dedicada a la Facultad de Ciencias, sita en la parte que da al camino de los Cubos, vieron que del techo y ventanales del laboratorio de Química inorgánica, salían grandes llamaradas anunciadoras de un terrible incendio. Fueron avisados por su compañero Mariano la Paz, por Pabla Pérez, dueña de la tienda de vinos del camino de los Cubos, y por Jesús Albert, obrero de los talleres de Archanco, hospedado en la referida tienda, quien a la voz avisó al vigilante del barrio que estaba en la puerta del Carmen.

Dada la voz de fuego, acudieron a escapar y a medio vestir los demás porteros y mozos que habitan en el edificio, y se avisó telefónicamente a los decanos de las Facultados de Medicina y Ciencias, Sres. Fairén y Savirón, al rector, al parque de bomberos, al gobernador, al alcalde, al cuartel del regimiento de Pontoneros y al secretario de la Universidad, don Inocencio Jiménez.

A los pocos minutos se presentaron el gobernador civil, las demás autoridades, los ingenieros militares y el personal de bomberos, llevando unos y otros bombas y material de incendios, todos los catedráticos que se encuentran en Zaragoza y varios alumnos de la Facultad de Ciencias que trabajaron denodadamente en las operaciones de retirada de efectos de los laboratorios, consiguiendo salvar algunos del de Química inorgánica y de Mineralogía.

El incendio se propagó a los locales inmediatos y amenazaban con destruir el hermoso edificio.

El vigilante de la plaza de Aragón, alarmado por el aspecto del siniestro y por los gritos de angustia de los mozos de la facultad, dio aviso de lo que ocurría al gobernador civil. Pronto se personaron en el lugar del siniestro el capitán general, el general Vives y el coronel Mayandía con todas las fuerzas disponibles del Regimiento de Pontoneros, mandadas por el comandante Montesoro y los tenientes Calvo y Valdello.

El general Vives y el coronel Mayandía, tomaron la dirección de los trabajos de extinción y salvamento. Enseguida llegaron los bomberos pero tropezaron con una gran dificultad. Las bocas de riego de la facultad no se ajustaban al diámetro de las mangas y no era posible hacer el enchufe. Las bocas de riego del paseo de Pamplona caían muy distantes. Hubo que alimentar las bombas con el agua de la acequia que corre a lo largo del paseo de los Cubos.

La arriesgada operación de extinción fue llevada a cabo por los valerosos pontoneros con una rapidez admirable. Gracias a la iniciativa del teniente Calvo, que se lanzó por el único camino que las circunstancias aconsejaban, cortó el techo y el pavimento del laboratorio, aislándole del resto del edificio. Aislado el laboratorio podría decirse que el fuego quedó más controlado. Esto ocurría a las siete de la mañana.

Las pérdidas son considerables. Lo destruido por el fuego representa una quinta parte de edificio. Pero a estos daños hay que añadir el valor de los aparatos destruidos que son de mucho valor, porque el laboratorio siniestrado era uno de las más completos de España.

Acerca de las causas que determinaron el siniestro han corrido varias versiones, aunque la más verosímil es que uno de los hornos que permanecen encendidos constantemente debió arder y como el laboratorio tiene piso, techo y zócalos de madera, el fuego se propagó rápidamente.

Fueron varios los heridos que estuvieron atendidos por los médicos de la propia facultad y alumnos internos.

A las once de la mañana visitó el lugar la infanta Isabel que lamentó profundamente lo ocurrido.

Durante toda la tarde siguieron los trabajos de extinción.

Bomberos y Pontoneros dirigidos por el arquitecto señor Yarza y oficiales del distinguido regimiento, trabajaron ardorosamente para la extinción total del fuego. Poco después de las cuatro de la tarde, 12 horas después del inicio, quedó totalmente dominado.

Menos mal que aun cuando las pérdidas son grandes, se ha podido salvar el edificio, uno de los mejores de la ciudad.

Noticia de hemeroteca recopilada por Elena de la Riva, Mari Carmen Ayala y Mapi Rodríguez. Documentación de Heraldo de Aragón

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