Participando

Este lunes, Zaragoza en Común informaba de que sus bases habían dado "un amplio apoyo al sí" al proyecto de presupuestos de la ciudad. Según los datos de su web, "sobre un censo de 1.421 personas, han participado 486 (un 34,20%). De estas, 453 (un 93,21%) han dado su apoyo al proyecto de presupuestos, 32 (un 6,58%) han expresado su rechazo y una persona (0,21%) ha votado en blanco".

Efectivamente, el apoyo ha sido "amplio"… en sus nanodimensiones. Como es llamativa la abstinencia ante los presupuestos participativos: HERALDO nos contaba esta semana que a las citas donde se decide la priorización de las propuestas vecinales acuden entre 25 y 30 personas. Es la misma desganada respuesta que ya vimos ante la consulta para elegir el trazado de la línea dos del tranvía, en la que apenas votaron 5.848 zaragozanos, el 0,96% del censo.

¿Por qué si en los largos debates de la crisis se ha reclamado más democracia ahora la reacción es escasa o sarcástica? La respuesta la damos los mismos ciudadanos, que estamos diciendo con este silencio que es imposible procesar el volumen de información que nos llega, evaluar su relevancia y tomar la mejor decisión para el interés general. Creemos en la democracia representativa y la necesitamos.

Un ejemplo claro ha sido precisamente la consulta del tranvía. Se vio que el criterio de más peso a la hora de votar era de carácter particular: que pasara cerca de casa o del trabajo. El coste del trazado en su conjunto, las dificultades orográficas a sortear, a quién benefician las plusvalías que genere a su paso… en definitiva, todas esas cosas que sumadas conforman el interés general, estaban fuera de los parámetros de la mayoría de los votantes. Porque esa tarea, de buscar la mejor suma de las partes, corresponde a los representantes políticos.

Estas consultas no son nuevas. En el bachiller estudiábamos las Cortes medievales, que se regían por el mandato imperativo tras consultar nobles, ciudades y clero a sus bases. Una etapa superada con la Revolución Francesa y el desarrollo posterior de la democracia representativa.

Es cierto que vivir en democracia significa poder participar y hacerlo, pero las decisiones del día a día deben ser adoptadas por aquellos a quienes elegimos. No pueden llamarnos a votar cada cuatro años y, luego, para los presupuestos, el tranvía, las medidas sociales, las basuras... preguntarnos qué nos gusta más, en consultas adolescentes que parecen eludir así el ejercicio de las funciones inherentes a ser cargo público.

Curiosamente, las consultas no abarcan todo. Para poner impuestos no pueden pedir nuestra opinión, ya que la ley lo prohíbe; así que, en este caso, siempre los suben, mande quien mande: el IBI, la plusvalía, el de tracción mecánica.

Ya sabemos que hay un sector de la ciudadanía para el que vivir en debate y participación permanente es lo más. Pero las humildes mayorías bastante tenemos con sacar nuestras vidas adelante, tarea que incluye la familia y el trabajo, si se tiene. Aún más: incluso aspiramos a disfrutar algo de tiempo libre, un bien cada vez más escaso en este mundo hiperconectado que todo lo invade.

Cargos públicos: hagan el favor de no pasarnos su trabajo. El que gobierna, que gobierne, y el que no, que apoye o haga oposición. Cada uno en máximos y con el resorte de la administración, que para eso les pagamos. Si vemos que lo hacen mal, por incapacidad o por no defender el interés general, ya los votaremos/botaremos.

En un reciente debate celebrado en Zaragoza entre Íñigo Errejón y Daniel Innerarity, Errejón recordó la cita de Oscar Wilde, "lo malo del socialismo es que te quita muchas tardes libres". Pues eso, aquellos a quienes les entusiasma el debate permanente, que se entretengan cuanto quieran, aunque estaría bien que se controlaran a la hora de reñir, que a los votantes no nos gusta: si no se ponen de acuerdo en lo suyo, ¿cómo van a defender lo de todos? Y al conjunto, no nos quiten más tardes de las imprescindibles y no deprecien la representación política. Parafraseando aquella sesentera canción: "Has de ocuparte de tantas cosas, pero ¡cómo y cuándo!, si estás siempre participando, participando, participando".