¿Cómo hablar de sexo con tus hijos?

Ocuparse de su educación sexual puede resultar una tarea compleja e, incluso, incómoda. Pero somos los padres los más indicados y capacitados para llevar a cabo esta misión.

Nuestro objetivo debe ser que los chavales recurran a nosotros cuando sientan curiosidad por estos temas.
Nuestro objetivo debe ser que los chavales recurran a nosotros cuando sientan curiosidad por estos temas.
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Hablar de sexo con los hijos, ocuparse de su educación sexual, puede resultar, en principio, una tarea compleja e, incluso, para muchas familias, algo incómoda. Sin embargo, la psicopedagoga y maestra en Educación Especial Mercedes Jiménez Vera, piensa que “somos los padres las personas indicadas, las más capacitadas para llevar a cabo esta misión”. Sin olvidar, además, un aspecto muy importante: que somos los que mejor podemos transmitir nuestros propios valores sobre este tema a nuestros hijos”. Mercedes reconoce que, por supuesto, es normal sentirse incómodos cuando hablamos sobre sexualidad con los chicos. Pero también insiste en que “no debemos ver con ojos de adultos lo que hacen los niños” y en que “no hay por qué hacer interpretaciones precipitadas”. Lo mejor es “afrontar la sexualidad como algo normal”. Al fin y al cabo, lo que realmente nos importa es su bienestar. A la hora de mantener este tipo de conversaciones con los chavales, Mercedes Jiménez recomienda:

Proporcionarles una información adecuada. Una educación sexual de calidad debe estar siempre dirigida a que nuestros hijos e hijas aprendan a conocerse, a aceptarse y a expresar su sexualidad de modo que sean felices. Para lograr una madurez afectivo-sexual adecuada es necesario que les proporcionemos siempre la información precisa, según la etapa de desarrollo de su ciclo evolutivo. Los padres podemos informarnos sobre lo que se les está enseñando a nuestros hijos sobre sexualidad en la escuela y también, por ejemplo, en comunidades y grupos juveniles. Ser claros y directos. Lo mejor es educar siempre desde un aspecto positivo -nunca negativo-, fomentando su autoestima. Debemos ser claros y directos, sin andarnos por las ramas, ajustando siempre, por supuesto, las explicaciones a su edad. Para averiguar su nivel de conocimientos, podemos sondearles, preguntarles: "¿Y tú, qué has oído?". "¿A ti, qué te parece?". Buscar la oportunidad. Siempre surgen oportunidades para enseñar: un programa de televisión, libros, tareas escolares… Es muy recomendable estar al tanto de lo que nuestros hijos ven, leen y escuchan; a veces, un simple comentario sirve para iniciar una conversación importante y productiva. Ellos no suelen preguntar. No esperes a que te pregunten; muchos niños nunca lo harán. Conviene no olvidar que somos nosotros, los adultos, los que decidimos lo que ellos deben y necesitan saber. Los padres... su referente. Si nos preguntan, debemos valorar el hecho como una muestra de confianza y marcarnos como objetivo que recurran a nosotros cuando sientan curiosidad. Si los padres no nos convertimos en su referente, corremos el riesgo de que sean otras sus fuentes de información; y esto, no siempre es bueno. Diálogo y más diálogo. Debemos estar siempre dispuestos a dialogar. El diálogo no puede ser impuesto; es imprescindible el respeto y aceptación. Ellos han de percibir que sus preguntas no solo no nos molestan, sino que, además, nos interesan y mucho. Saber escuchar. Tras escucharles, también podemos preguntarles qué es lo que saben y qué quieren saber. Y demostrarles que valoramos sus ideas haciéndoles preguntas del tipo: "¿Qué harías tú, si…?", "¿qué piensas sobre…?" o "¿qué te parecería…?". Estas preguntas tiene la capacidad de mantener el diálogo abierto. Honestidad, sencillez y respeto. Nuestras respuestas han de ser honestas, cortas y sencillas. Además, debemos ser claros, en cuanto a nuestros valores se refiere, y dejarles saber que hay personas con diferentes opciones sexuales: es importante que aprendan a respetar las diferencias. Responsabilidad y consecuencias. Deposita siempre en tus hijos el grado de responsabilidad que corresponda a su edad y hazles ver que algunas decisiones conllevan consecuencias y que, por lo tanto, debe existir un mínimo de reflexión a la hora de decidir. Debemos reforzar la capacidad que tienen para tomar decisiones personales, y enseñarles que no sirven las de terceros (amigos, hermanos... ), tanto en este tema como en otros tan preocupantes y peligrosos como el consumo de drogas o alcohol.

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