La escucha activa: clave en la comunicación con los hijos

La falta de comunicación que sufrimos hoy en día se debe, en parte, a que no sabemos escuchar a los demás. Tenemos que aprender a escuchar no solo a oír.

Escuchar no es solo comprender los mensajes explícitos que oímos.
Escuchar no es solo comprender los mensajes explícitos que oímos.
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Lo que pensamos, decimos y sentimos es muy importante pero, sin duda, también lo es lo que piensan, dicen y sienten los demás. Para María Antonia Morcillo Barrilero, psicóloga y maestra de primaria, “la falta de comunicación que sufrimos hoy en día se debe, en parte, a que no sabemos escuchar a los demás”. Y es que, a veces, el otro, nuestro interlocutor, solo necesita exteriorizar sus sentimientos, que alguien le escuche de verdad, con sinceridad. “Hay que saber escuchar al otro, no solo oírlo”, afirma la psicóloga. Se trata, en definitiva, “de ponernos en su lugar para comprender su punto de vista e identificar lo que siente”. Y para desarrollar una buena escucha activa con nuestros hijos, o con cualquier otra persona, conviene, según explica María Antonia, tener en cuenta una serie de consideraciones: Predisposición psicológica para escuchar. La esencia de la escucha activa no es estar de acuerdo en todo con nuestro interlocutor, sino comprenderlo emocional e intelectualmente. Escuchar no es solo comprender los mensajes explícitos que oímos, sino también los implícitos, más relacionados con las emociones y los sentimientos. Por eso, es muy importante que nos preparemos interiormente para realizar esta escucha, debemos tener cierta predisposición psicológica para ello. Comunicación visual. Es importante establecer una comunicación visual con nuestro interlocutor, mirarle a los ojos mientras habla, transmitirle con gestos que estamos entendiendo lo que dice, aunque tal entendimiento no presuponga que estemos de acuerdo con él. Así, le transmitimos comprensión y afecto. Prestar mucha atención. Debemos mostrar a la otra persona que la escuchamos; bien de forma verbal, usando expresiones como: «Ya veo, ya...», «sí, sí...», «ya entiendo...», etc. O bien de forma no verbal, con el contacto visual mencionado, con nuestra postura corporal, con gestos... Escuchar y solo escuchar. Conviene no realizar ninguna otra actividad mientras estamos escuchando al otro: hojear el periódico, consultar el móvil, mirar la hora... Hay que prestar atención en silencio, con un lenguaje corporal adecuado. Interrumpir... jamás. Tampoco es muy correcto interrumpir a quien nos está hablando. Debemos dejar que se exprese libremente. La paciencia es esencial en la escucha activa. La interrupción a los demás es un comportamiento descortés y muy destructivo. Tú opinión, para más tarde. Tenemos que evitar ser impulsivos y frenar esa tendencia tan generalizada de intervenir en la conversación para dar nuestra opinión, rebatir argumentos o dar consejos, aprovechando la ocasión para hablar de nosotros mismos. Olvídate de prejuzgar. Es posible que no estemos de acuerdo con la otra persona, pero eso no debe llevarnos a prejuzgarla solo porque su opinión es distinta de la nuestra. Lo normal es que entre las demás personas haya muchas que piensen de manera diferente a nosotros, esto es positivo y enriquece la relación, en ningún modo debería deteriorarla. Hazle saber que le has entendido. Puedes utilizar la táctica de intervenir en la conversación, cuando te toque, parafraseando; esto es, empleando frases que el interlocutor ha utilizado antes, a modo de ideas clave mencionadas, preguntándole si realmente cree que hemos entendido de forma correcta lo que nos ha querido decir. Interésate por sus sentimientos. Podemos facilitar la escucha activa preguntándonos, mientras escuchamos, qué es lo que trata de transmitirnos la otra persona, cómo se siente al comunicárnoslo. Evita el síndrome del experto. Tener la solución al problema de la otra persona, antes incluso de que haya terminado de contárnoslo, no parece muy buena estrategia. Sabiduría popular. Existe un dicho popular que nos recuerda que la naturaleza es sabia porque nos ha dado dos ojos y dos oídos pero una sola boca, para que observemos y escuchemos, en mayor medida, y seamos prudentes y comedidos a la hora de hablar.

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