Resiliencia: crecer en la adversidad

Enfrentarse a situaciones difíciles y salir fortalecidos de ellas es posible si desarrollamos nuestra capacidad de resiliencia. Como una pelota de goma, de un golpe sacamos el impulso para ascender de nuevo.

La resiliencia nos hace crecer en la adversidad.
La resiliencia nos hace crecer en la adversidad.
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Viktor Frankl era un médico vienés que tenía 37 años cuando, por ser judío, fue deportado junto a su mujer y sus padres al campo de concentración de Theresienstadt. Ninguno de los tres sobrevivió al primer año, pero Frankl aún pasaría por Auschwitz, Kaufering y Dachau antes de ser liberado en 1945. Este superviviente del Holocausto es «el mejor ejemplo de resiliencia» para la psiquiatra Rafaela Santos, autora del libro ‘Levántate y lucha’ y presidenta del Instituto Español de Resiliencia (IER).


«La resiliencia es la capacidad de afrontar la adversidad de manera constructiva, no solo aguantando, sino sacando de las dificultades los recursos personales para salir fortalecido», explica la doctora Santos. «Estadísticamente está demostrado que todos vamos a tener 3-4 acontecimientos desastrosos en la vida, desde la muerte de un ser querido, a un diagnóstico duro, o la pérdida del puesto de trabajo; podemos verlo todo como una fatalidad, o afrontarlo», afirma Santos. «De una situación difícil siempre se aprende, nos educa para superar el miedo, y así vemos que podremos soportar otras cosas que nos lleguen, y salir fortalecidos y mejores», añade la psiquiatra.


Resiliencia deriva del latín ‘resilere’, que quiere decir ‘saltar, rebotar’. Siguiendo esa etimología, la doctora Santos afirma que la resiliencia significa «sacar impulso del golpe, como una pelota de goma que, después de un impacto fuerte, sube más alto de lo que estaba».


¿Somos resilientes o nos hacemos resilientes? «De todo un poco -explica la doctora-, hay personas que tienen más capacidad para ello, incluso genética, y son más adaptables. Los perfeccionistas lo tienen peor; por contra, quien tiene un carácter más emocional tiene una actitud menos rígida, y la flexibilidad es una actitud imprescindible para la resiliencia. Pero lo bueno es que todo el mundo puede

desarrollarla, porque podemos manejar nuestro cerebro para que se adapte a las circunstancias nuevas», afirma Santos.Aporta salud mental

Pero no es obligatorio sufrir un trauma para crecer. «La resiliencia se debe desarrollar siempre, porque aporta salud mental», afirma la doctora Santos. «Es una competencia emocional básica que debemos perseguir, ya que es buena para todo el mundo», afirma la experta.


Además, desde un punto de vista neurológico «no tener miedos desarrolla las vías de recompensa de nuestro cerebro», dice Santos. Se podría decir que en nuestro cerebro se potencian las zonas de bienestar y, al igual que ocurre cuando segregamos endorfinas, damos a nuestro cuerpo herramientas para ser más feliz.


Desarrollar nuestra resiliencia es posible ya que, como la ciencia ha demostrado, el cerebro humano posee la plasticidad neuronal suficiente para modificarse. Un actitud resiliente favorecerá que, ante un evento sorpresivo, seamos capaces de apreciar las oportunidades que ofrece y no sentirlo como un obstáculo que nos paraliza.


Los tres pasos hacia la resiliencia:


- Aceptar la realidad. Lo que nos pasa puede ser injusto, puede ser incluso algo terrible, pero no vale de nada quedarse encerrado en ese sentimiento. «La actitud de queja neurotiza siempre, te hace quedarte atrapado», afirma la psiquiatra Rafaela Santos.


- Adaptación. Tras el trauma puede llegar la reformulación de nuestra vida: «No hay que pensar en lo que he perdido, sino en lo que me queda», subraya Santos. La flexibilidad será cualidad indispensable.


-  Crecimiento. «Debemos apoyarnos en nuestras fortalezas y trabajar las debilidades para decidir hacia donde enfocar nuestra vida», dice Santos. Será fundamental el apoyo de nuestro entorno: amigos, familia, etc. Santos señala otro punto clave: «lo que más aporta es darle sentido a la vida y también darle sentido al sufrimiento, que es algo que ya dijo Viktor Frankl, quien era también psiquiatra».

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