Pautas para padres y madres estresados

Asumir que nosotros no somos perfectos y que nuestros hijos tampoco lo serán es el mejor punto de partida para evitar estas situaciones que generan tanto estrés y ansiedad.

La ansiedad y el mal humor perjudican seriamente las relaciones familiares.
La ansiedad y el mal humor perjudican seriamente las relaciones familiares.
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Con mayor frecuencia de la que nos gustaría, con o sin razón, los padres gritamos, nos enfadamos con nuestros hijos, perdemos los nervios y, lo que es peor, “cargamos con una insoportable sensación de culpabilidad”, apunta Juan Antonio Planas Domingo, presidente de la Asociación Aragonesa de Psicopedagogía y orientador del IES Tiempos Modernos de Zaragoza. Y, claro, al final, si este tipo de situaciones se producen con demasiada frecuencia, se puede llegar a generar el temido estrés. “Lo más aconsejable -según Planas- es asumir que no somos perfectos y que nuestros hijos tampoco lo serán nunca”. “Tener en cuenta las siguientes pautas -apunta el psicopedagogo- puede ser el comienzo de una relación a salvo de la ansiedad y del mal humor que tanto daño hacen a nuestros hijos y a nosotros mismos”. Poner metas acordes su edad y personalidad. Una exigencia excesiva puede ser frustrante tanto para el niño como para a los padres. Es mejor apostar por el tiempo de calidad. A veces, invirtiendo poco se puede ganar mucho. El esfuerzo y la perseverancia son claves. Y esto vale tanto para el juego y el deporte como para los estudios. La felicidad de estar en la cima es directamente proporcional al esfuerzo que costó alcanzarla. Es aconsejable proporcionar recompensas parciales para que no decaiga el ánimo. Las promesas y los castigos están para cumplirse. Si un castigo no se hace efectivo, los chavales pensarán que no cumplimos nuestra palabra. Hay que mantener la posición y mostrarse firmes, aunque nos cueste. Los límites son necesarios para su madurez. Lo mejor es olvidarse de esos castigos imposibles que ni nosotros mismos nos creemos, por ejemplo: «No vas a ver la tele en todo el curso». Los castigos deben ser cortos y mensurables, del tipo: «Esta tarde no sales» o «Esta semana te quedas sin móvil». Es imprescindible negociar. Por muy pequeños que sean nuestros hijos es la mejor receta para que se impliquen con las normas. Por ejemplo: cambiar la habitación ordenada durante toda la semana por sesión de cine el sábado. La recompensa les motivará y hará que se acostumbren a la responsabilidad y al trabajo. No se pueden mantener todos los frentes abiertos. Es necesario elegir un terreno en el que no bajemos la guardia y que nos permita estar más relajados en los demás. Por ejemplo: reservar las energías para su rendimiento escolar y ser más flexibles con la alimentación, las horas de tele o las salidas a la calle. El aburrimiento, terreno abonado para su creatividad. Si el niño juega solo en un rincón no hay que llamarlo ni buscarle rápidamente una actividad. No se debe rentabilizar su tiempo al máximo. La soledad enseña a sentir deseo, a elaborar estrategias y a desarrollar su imaginación. Predicar con el ejemplo. Si nos ven felices en una exposición, en un concierto o con un libro en la mano, ellos también querrán hacerlo. Los padres no tenemos que ser siempre los eternos ‘profesores’ o convertir cualquier salida en una rigurosa visita pedagógica. Cualquier momento es bueno para abrir su mente. Las canciones de sus grupos favoritos son perfectas para aprender inglés; los viajes en familia, para Geografía; los libros, para Lengua y la Literatura; y las salidas al campo o visitas al zoo para la asignatura de Biología. No todo está en los libros o en internet. Con los niños y adolescentes es cuestión de método. De nada sirve estar encima de ellos, atendiendo sus deberes. Hay que enseñarles a planificar su tiempo. Así conquistarán (y disfrutarán) su autonomía. No anticiparse a sus preguntas y necesidades. Hay que esperar a que lleguen y ofrecer respuestas adecuadas. En cuestiones sexuales, mejor mostrarse abiertos y dialogantes, y respetar su intimidad. Podemos ofrecerles libros sobre el tema. Que sepa que no nos inmiscuimos, pero que no somos ajenos a sus asuntos. Recompensas de acciones o elogios, mejor que regalos. Siempre es mejor recibir como premio una salida en familia, todos juntos, al parque o jugar a su actividad favorita, que comprar chuches o ropa. Y nuestro cariño, por encima de todo. Eso supone alabar sus progresos y también poner límites. Lo más importante para cualquier persona es la felicidad y, para ello, es imprescindible tener inteligencia emocional. Los padres somos los principales maestros a la hora de enseñar y practicar las habilidades sociales.

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