Idiomas

El inglés, la lengua del verano

Muchos aragoneses aprovechan el verano para apuntarse a cursos por horas. Los campamentos con acento 'british' triunfan entre los más pequeños

El 'sorry I don't speak English' ya no vale. En pleno siglo XXI, el inglés, hablado por más de 750 millones de personas en todo el mundo, se hace más necesario que nunca. En España, de acuerdo al Instituto Nacional de Estadística, un tercio de la población dice saber hablar inglés, pero no todos lo dominan. Muchos han aprovechado el tiempo libre de este verano para mejorar su nivel o para preparar los exámenes que ya llegan en septiembre, aunque la demanda, dicen, ha bajado a raíz de la crisis. Quienes quieren validar sus conocimientos con un título oficial han sustituido las clases semanales por cursos intensivos de, al menos, 30 horas que les permiten aprender en seis semanas lo que, normalmente, les costaría tres meses a un precio que, por lo general, no supera los 300 euros.


En Zaragoza, el Swift English School colgó el cartel de completo este mes de agosto. En grupos de entre cinco y ocho personas, las clases se imparten durante un mínimo de 21 días. La expresión oral y los ejercicios de escucha activa siguen siendo el talón de Aquiles de los alumnos españoles. Porque una cosa es estudiar inglés y otra, hablarlo y comprenderlo. El nivel medio de los estudiantes aragoneses, exponen, "progresa año tras año", pero "todavía queda mucho camino por recorrer". Así lo asegura la directora de Swift English School Zaragoza, Gemma O'Reilly. "Adaptamos el temario y las actividades a las necesidades de cada uno. Trabajamos, sobre todo, en mejorar su fluidez", añade.


Laura Sanz ha decidido preparar este verano el 'Advaced', correspondiente a un nivel C1. "Tengo el 'First', pero ahora necesito acreditar que tengo ese nivel. Espero hacer el cursillo, examinarme en septiembre y aprobar", asevera. La comprensión auditiva, expone, sigue siendo su debilidad. Por ello, de forma complementaria, escucha canciones en inglés y ve películas en versión original. Asimismo, confía en que su experiencia trabajando en el extranjero le ayude a pasar la prueba sin demasiadas complicaciones. Alberto Riverola es otro de los jóvenes que acude a diario a la academia. "Hacerlo de esta forma es mucho más barato", afirma. Riverola sostiene que los españoles tienen un «pésimo» nivel de inglés. "Lo comprobé durante mi estancia en Suecia. En cuanto oyes el acento te das cuenta", lamenta. Este fue uno de los motivos que le llevó a apuntarse a un curso intensivo. "En mi futura profesión es un requisito imprescindible para poder trabajar", aclara.


Asistir a clases particulares es otra de las opciones más comunes entre quienes tienen asignaturas pendientes. Pedro Martínez, estudiante de la Academia General Militar, suspendió los exámenes de inglés del curso pasado y ahora, después de meses de estudio, espera poder aprobar en las recuperaciones. "El 'speaking' (la prueba oral) se me sigue resistiendo, sobre todo lo relacionado con la pronunciación de las vocales y las consonantes. Sé defenderme, pero no tengo la fluidez que a mí me gustaría", señala.


Los más pequeños también emplean los meses de julio y agosto para reforzar los contenidos vistos en clase. "Esta no es una asignatura que les guste mucho. No es de extrañar que aquellos alumnos que no han hecho los deberes durante el curso dediquen parte de su tiempo libre a repasar", reconoce el director de Comunicación de la Academia Piquer, Aaron del Campo. "Pensar en inglés nos cuesta. Existen numerosas diferencias gramaticales entre nuestra lengua y la suya", admite. Por este motivo, el centro cuenta con un temario propio para jóvenes de primaria, ESO y bachillerato.


Prohibido hablar español

Las academias no son la única fórmula para practicar inglés en verano. Los campamentos, a caballo entre el ocio y el aprendizaje, forman parte de la oferta de empresas como el Grupo MT. "Adecuamos las actividades a la edad y el interés de nuestros clientes, que oscilan entre los siete y los dieciocho años. En el caso de las colonias, tratamos que se desarrollen en lugares aislados para mejorar la experiencia. Las clases magistrales se combinan con actividades lúdicas y deportivas o las salidas al entorno", sostiene Ana Esteban, directora de Recursos Humanos y Operaciones de la compañía. En este sentido, agrega: "Al entrar, los jóvenes firman un contrato en el que se comprometen a no hablar español. Queremos que este idioma sea algo natural en su día a día y que se integren como si estuviesen en un país de habla inglesa". El periodo de estancia es de un mínimo de ocho días, aunque se recomienda que los jóvenes pasen, al menos, dos semanas. "Allí pueden relacionarse unos con otros. Además, la convivencia, sumada al hecho de tener que defenderse en otro idioma, hace que maduren y sean más autónomos", comenta Esteban. El precio es de, aproximadamente, 210 euros por semana.