día mundial para la prevención del suicidio

"Los intentos de suicidio en menores han sido una avalancha"

El Protocolo para la Prevención del Riesgo Suicida en Menores detecta 400 casos en colegios e institutos de Aragón en su primer año de aplicación. El 60% de ellos y los casos más graves ya estaban en seguimiento.

Cristina Abad, psiquiatra de la Unidad de Coordinación Autonómica de Salud Mental del Gobierno de Aragón.
Cristina Abad, psiquiatra de la Unidad de Coordinación Autonómica de Salud Mental del Gobierno de Aragón.
HA

En los últimos años hablar de suicidio ha pasado de ser algo poco habitual a normalizarse cada vez más. Hoy sabemos que se trata de la primera causa de muerte no natural en España -también entre los jóvenes de 15 y 29 años-. Que 3.940 personas se quitaron la vida en nuestro país en 2020 -en torno a 11 al día-, mientras que fueron 115 en Aragón -una cada tres días, ocho más que el año anterior- el pasado año; siendo la población joven la que más preocupa, debido al aumento de casos.

Para tratar de hacer frente a esta situación, Aragón puso en marcha hace un año un Protocolo de Educación para la Detección del Riesgo Suicida en niños y adolescentes, que se ha aplicado en los centros escolares de la Comunidad Autónoma enmarcado en la Estrategia General de Prevención del Suicidio en Aragón. “Durante este primer año hemos registrado 400 casos. No esperábamos que la demanda fuera tan alta”, afirma Cristina Abad, Psiquiatra de la Unidad de Coordinación Autonómica de Salud Mental del Gobierno de Aragón. “Sabíamos que había una tendencia alcista, pero jamás pensamos que las cifras fueran a despuntar así”.

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Esta herramienta, consistente en una serie de anexos de valoración, es aplicada directamente por el personal docente, cuya labor como agente de detección y seguimiento es fundamental. “Posteriormente nos llegan a nosotros para realizar el análisis de los datos”, añade Abad. Entre los principales problemas que acusan los jóvenes aragoneses se encuentran las dificultades relacionales familiares y sociales, el acoso escolar y la propia gestión de la pandemia.

“Sabíamos que había una tendencia alcista, pero jamás pensamos que las cifras fueran a despuntar así”

El 70% de las demandas eran de origen femenino, frente a un 30% masculino, y la media de edad se sitúa en los 13 años, aunque se han llegado a cursar solicitudes de niños de 7 años. “Son minoritarias, pero existen”, admite. Una realidad que revela que es importante comenzar a trabajar en prevención y bienestar emocional lo antes posible.

¿Otro dato relevante? En el 40% de los casos, detrás del dolor del menor hay una situación de desestructuración familiar: “Hablamos de separaciones o divorcios complicados, de la pérdida de un ser querido. Los problemas en el ámbito familiar se convierten en una fuente de mucho malestar para la población infantojuvenil”, afirma la experta. Sin dejar de lado otro de los grandes males de los jóvenes: el acoso escolar.

Del 100% de casos registrados, el 60% mantenía seguimiento en la red de Salud Mental. Sin embargo, el resto nunca había contactado con esta área de la salud. “Esta herramienta nos permite detectar estos casos de posible riesgo. El siguiente paso es agilizar los procedimientos y llegar antes, ponernos un paso por delante, y seguir trabajando en una realidad que trasciende al ámbito de la salud. Todos tenemos una parte de responsabilidad”, admite Abad.

Concha Fernández
Concha Fernández
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No dejar a nadie atrás

Inmersos en una sociedad que avanza a pasos agigantados, los datos revelan que nos estamos dejando a mucha gente atrás: “La sociedad está cambiando, nada de lo que viven hoy nuestros jóvenes tiene que ver con lo que nos tocó a nosotros. Toca revisar qué es lo que tenemos que hacer”. Porque, como explica, “una pantalla te puede distraer, pero nunca te nutre emocionalmente. No aporta afecto, valores o límites”. En esta misma línea se sitúa otra experta, la psiquiatra zaragozana Concha Fernández que desde hace 20 años trabaja en el Centro de Salud Mental Infanto-Juvenil de Teruel: “Tras la pandemia, las atenciones en nuestro servicio han aumentado en un 30%, también en cuanto a casos de mayor gravedad”.

La crisis sanitaria, que a veces parece haber quedado atrás, acabó por convertirse en el caldo de cultivo idóneo para que una serie de malestares que permanecían silenciados lograsen abrirse paso en nuestra sociedad. “Es una tendencia que se ha reproducido en Aragón y en el resto de España. Con más trastornos depresivos y de conducta alimentaria -estos últimos se han cuadriplicado-, la aparición de fobias escolares, cuadros de depresión y ansiedad”, admite.

La pandemia como escenario

En este caso, asegura que los intentos de suicidio y las tentativas en jóvenes y adolescentes han sido una auténtica avalancha, con las 5 camas de la Unidad de agudos de psiquiatría infanto-juvenil ocupadas: “Hemos llegado a tener listas de espera de más de 20 pacientes, lo cual ha sido inaudito”. En medio de esta tormenta, los expertos coinciden en que los esfuerzos por derribar el tabú cultural que ha acompañado tradicionalmente a esta realidad han comenzado a dar sus frutos. “Sin embargo, aunque la mayoría de las personas quieren vivir, hay personas que eligen la muerte, normalmente porque están experimentando un sufrimiento espantoso”, advierte.

“Lo terrible es que la mayoría de los suicidas jóvenes sí que tenían una solución"

Escenarios imprevisibles como una enfermedad terminal, la pérdida de un ser querido o de un proyecto de vida o una situación de acoso o soledad, pueden provocar una ideación suicida: “Lo terrible no es eso, sino que la mayoría de los suicidas jóvenes sí que tenían una solución. Una depresión, una psicosis, un problema adaptativo en el que estás sufriendo por un desengaño o unas malas notas tienen solución y puede pedirse ayuda”.

La prevención como objetivo

Frente al fenómeno de invisibilización que nos ha acompañado estos años, se está produciendo otro que está causando alarma entre los profesionales sanitarios: la psiquiatrización de la vida cotidiana, o lo que es lo mismo, un efecto llamada entre jóvenes y adultos que acuden a las consultas a tratar malestares emocionales que deberían ser considerados naturales en el ser humano. “Que nos echen del trabajo, perder a un ser querido o que nuestro hijo no duerma bien no es un problema que requiera de un tratamiento especializado”, explica.

“Que nos echen del trabajo, perder a un ser querido o que nuestro hijo no duerma bien no es un problema que requiera de un tratamiento especializado”

Por eso es importante la educación emocional de base, aquella que dote a la ciudadanía de herramientas para hacer frente a los problemas del día a día, cotidianos y, sobre todo, “completamente normales”.

Pero, ¿qué podemos hacer para prevenir estas situaciones? Sobre todo, favorecer la comunicación entre padres e hijos y las redes sociales humanas, la participación en grupos, en reuniones y fomentar los vínculos reales y la expresión del afecto. “Importantísimo fomentar también los hábitos saludables, tanto alimenticios, como deportivos, pasear, conectar con la naturaleza, dormir bien y tomar conciencia”, añade Fernández.

Todo esto sin olvidar la importancia del autodescubrimiento y fomentar el denominado movimiento ‘slow’: “bajar el ritmo, observarnos, cuidarnos, descubrir que todo necesita su tiempo, cultivar la paciencia y la espera frente a la inmediatez y rapidez imperante”. 

Teléfono y otras herramientas para prevenir el suicidio.
Teléfono y otras herramientas para prevenir el suicidio.
H. A.
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