Tenemos que estar allí. Mientras el sol siga saliendo cada mañana, mientras no  fallen las fuerzas, mientras nuestra mente nos lo pida, tenemos que estar allí.

Para crear un mundo más igualitario, con el fin de erradicar la pobreza y mejorar la calidad de vida, en todos los aspectos, de los países más desfavorecidos, tenemos que estar allí.

No sabemos muy bien  dónde iremos y qué haremos, pero nos dejaremos la piel. Pase lo que pase, tenemos que estar allí.

Aunque la vida no sea vida y tengamos que arrastrarnos tragando el polvo del camino, tenemos que estar allí.

No podemos hacer oídos sordos, no podemos escondernos. Tenemos un papel que desempeñar en nuestra corta existencia, basado en la dignidad que heredamos de nuestros mayores. Tantas comodidades y tantos avances tecnológicos, tal vez nos hayan hecho olvidar quiénes somos y por qué estamos dispuestos a trabajar. Por eso, tenemos que estar allí.

Nos están esperando, nos necesitan, confían en nosotros, saben que somos la luz de sus ojos. Las sonrisas de los niños, agrandan sus rostros y  por supuesto nuestros corazones. No podemos abandonarlos. Por todo eso, tenemos que estar allí.