Cuando el médico es el enfermo

El Colegio Oficial de Médicos de Zaragoza gestiona el Programa de Atención al Médico Enfermo con recursos propios y estricta confidencialidad.

Imagen de archivo de un control médico
Imagen de archivo de un control médico
Heraldo

Cuando un ciudadano padece una enfermedad no tiene más que visitar a su médico, quien le dará una solución. Es una ecuación fácil. La cosa se complica cuando el enfermo es el médico. ¿A dónde acude? ¿Quién le trata? ¿Qué opinará la sociedad de que sea un médico el paciente? Para resolver estas y otras cuestiones ayuda echar mano del PAIME, que son las siglas del Programa de Atención al Médico Enfermo, creado por los colegios profesionales hace más de una década y que se ha revelado como un recurso más que eficiente para atender a los colegas enfermos.


El PAIME lo gestionan los propios colegios con recursos propios y con una parte de dinero público. En Aragón, la financiación pública se suspendió en el año 2009 pero el programa se ha mantenido en las mismas condiciones. “Hemos tenido que hacer un esfuerzo considerable, pero consideramos que mantener el PAIME es importante para los médicos y para la sociedad”, explica la doctora Concha Ferrer, presidenta del Colegio Oficial de Médicos de Zaragoza (COMZ).


La consejería de Sanidad del Gobierno de Aragón suspendió su aportación por motivos presupuestarios, apuntan desde el Colegio, pero a día de hoy las conversaciones entre el departamento y el colegio son fluidas y la financiación pública podría volver a este programa.


No hay cifras exactas pero en torno al 2% de los médicos que trabajan en la Comunidad padecen algún tipo de enfermedad susceptible de ser tratada en el marco de este programa, afirma la doctora Ferrer, que accedió a la presidencia del COMZ en noviembre de 2013 y ya entonces manifestó su voluntad férrea de seguir apoyando el PAIME.


La depresión es una de las patologías más comunes que sufren estos profesionales. Pero hay más: ansiedad, estrés, dependencia de fármacos... A muchos facultativos enfermos les puede la vergüenza de reconocer su enfermedad, y también el recelo de que pueda aflorar la información a la opinión pública. “Todos los médicos han de saber que la confidencialidad y la atención inmediata son las máximas del PAIME”, explica la presidenta del COMZ.


Pero este programa no se pone en marcha cuando un médico acude a solicitar ayuda, sino mucho antes. A través de estudios exhaustivos, el Colegio elabora informes que le permiten anticiparse a los problemas de salud de los médicos. La prevención es un arma importante. 


“El sistema público, debido a su masificación, concentra el mayor número de médicos enfermos”, indica la doctora Ferrer. La mayoría de los doctores pueden lidiar con las situaciones de estrés, pero otros necesitan ayuda”, abunda.

Siempre en funcionamiento

La doctora Ferrer explica que cuando salió a la luz el caso del anestesista de Valencia, el gremio fue consciente de la importancia de tener un sistema sólido de prevención y atención de los facultativos enfermos. “Hay que buscar una solución y hay que hacerlo rápido”, se pensó entonces. El anestesista Juan Maeso fue condenado a 1.933 años de cárcel por contagiar la hepatitis C a 275 pacientes en cuatro hospitales valencianos entre los años 1988 y 1997. En el juicio se consideró probado que Maeso primero usaba para sí mismo fármacos anestésicos y luego, con el mismo material quirúrgico, se los administraba a sus pacientes.


El PAIME del Colegio de Médicos de Zaragoza consta de un teléfono de atención 24 horas los 365 días del año que está atendido por dos personas especialistas, un gabinete de psiquiatría, un sistema de consultas para controlar la evolución de los pacientes y una persona que coordina todo lo relativo al programa.


Cuando estas herramientas no son suficientes para solucionar el problema, se decreta el ingreso hospitalario del facultativo que siempre se hace en otra comunidad autónoma y en las más estrictas condiciones de confidencialidad.


El mantenimiento de este programa ha supuesto al colegio unos 35.000 euros anuales (sin tener en cuenta el coste de los ingresos hospitalarios) y desde la dirección del mismo se confía en que la línea de ayudas públicas vuelva a este programa, porque la consejería de Sanidad, aunque dejó de aportar dinero, nunca ha dejado de colaborar con el programa.