¿Tu hijo no puede dormir?

Descubre varios hábitos saludables para que los más pequeños no sufran alteraciones de sueño.

El trastorno del sueño es muy común en la infancia
Cómo combatir los trastornos del sueño en la infancia

¿Existen medidas preventivas para evitar los trastornos del sueño? ¿Cuáles son los pasos que se deben seguir para ayudar a los niños y adolescentes que lo padecen? Según un estudio de la Clínica Universitaria de Navarra, se estima que hasta el 30% de la población infantil tiene alteraciones crónicas del sueño y los pacientes con patología neurológica tienen mayor riesgo de padecerlos.


Estas son algunas recomendaciones para prevenir este trastorno desde el primer año de vida de los pequeños hasta el inicio de la preadolescencia (11 años) y posterior adolescencia.

Entre 1 y 2 años:

Esta es una etapa de gran importancia, ya que representa el comienzo de la autonomía en el niño todavía lactante.

Cuando el pequeño esté 'dando la noche', no conviene chillar, sino brindarle seguridad e intentar tranquilizarlo. No debemos imponernos ninguna hora límite para que se duerman; habitualmente no se cumplen esos horarios férreos y lo que consiguen es ponemos todavía más tensos y nerviosos.  No hay que perder la calma cuando se despierten a medianoche. Si nos enfadamos, solo conseguiremos agitarlos más. Si se ha producido algún cambio reciente en la vida del niño, no podemos esperar que duerma profunda y rápidamente -a nosotros nos pasaría lo mismo-. Debemos insistir en que se duerman solosAcostarlos en la cama con los padres altera la fisiología del sueño. Se da la circunstancia de que somos nosotros mismos los que los despertamos, dada la diferencia entre los ritmos de sueño con los adultos. El chupete, el pecho o el biberón parecen muy útiles a la hora de dormirlos; pero habrá que considerar que, a partir de ese momento, serán imprescindibles para que se duerman. Alternarse con la pareja, cuando el pequeño se despierta, es siempre una buena opción. Y, si ya no podemos más..., una pausa es lo mejor para no perder los nervios. Cada familia tiene su nivel de tolerancia y sus propias creencias; se puede decir que no hay sistemas buenos ni malos, tan solo diferentes, y lo más recomendable es utilizar los que nos resulten más eficaces en cada caso.Entre 2 y 5 años:

Los consejos para esta etapa son similares, aunque, al ser algo mayores, ya se puede razonar mejor con ellos. Intentar transmitirles el mensaje: "Ya eres capaz de dormirte solo". A estas edades, dejarles dormir fuera de su cama, de manera rutinaria, ayuda muy poco. A partir de los 11 años:

Es importante aprender a reconocer los déficits del sueño y los cambios que sobre él se producen en la adolescencia: irritabilidad, despertar difícil, recuperación de los fines de semana. Cuidado con las alteraciones que pueden provocar el uso de móviles, videoconsolas, internet? inmediatamente antes de dormir. Conviene establecer un diálogo familiar sobre el sueño y su importancia. Los padres debemos dar ejemplo. Crear un ambiente propicio al descanso al final de la tarde. Los niños, y sobre todo los adolescentes, deben tener horarios regulares, principalmente los fines de semana. La exposición de luz intensa por la mañana ayuda a adelantar las fases de sueño, que suelen ir retrasando día a día de forma natural. Favorecer las actividades estimulantes en aquellas horas con tendencia al sueño diurno. Evitar las actividades de alerta -estudio, videojuegos...- una hora antes de dormir.  No deben tomar estimulantes -cafeína, bebidas de cola...-, sobre todo, después de la comida del mediodía. Conviene regularizar el horario de las comidas. No dormir con la TV puesta -disminuye la profundidad del sueño-. Es mejor que los chicos no tengan tele en su habitación. Practicar ejercicio físico de forma regular.

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