Vivir en una ciudad y en el hogar familiar son dos de las claves para la calidad de vida de las personas con discapacidad intelectual, según un estudio presentado este martes por Atades, con el que se ha intentado "medir su felicidad".

El estudio, denominado 'Primer panel de indicadores de calidad de vida de personas con discapacidad intelectual en Aragón', elaborado por Abay Analistas, ha intentado medir la calidad de vida de las personas con esta discapacidad que, según Félix Arrizabalaga, gerente de Atades, significa "intentar medir su felicidad".

Un trabajo cuyo objetivo era intentar obtener información que permitiera reorientar el servicio de Atades, la Asociación Tutelar Asistencial de Discapacitados Intelectuales, que actúa en la Comunidad Autónoma de Aragón, ha agregado Arrizabalaga en declaraciones a los medios de comunicación antes de la presentación del mismo.

Entre sus conclusiones destacan que las personas de este colectivo que viven en las ciudades tienen una mayor calidad de vida, ha afirmado por su parte Maribel Martínez, analista de Abay.

"Esto puede estar asociado a la mayor cantidad de oportunidades, tanto en el ámbito relacional como en el educativo y en el de ocio", ha agregado, al tiempo que ha dicho que vivir en el hogar familiar es otro elemento que parece tener una influencia positiva en la calidad de vida.

Según el estudio, las personas que viven en sus casas, con sus familias, tienen un nivel más alto de vida que los que viven en residencias.

Además, la media de la calidad de vida de los usuarios de Atades que han participado en el trabajo se encuentra ligeramente por encima de la media española.

En el estudio se han diferenciado y recogido tres visiones: la percepción de las familias, la del cuidador que más tiempo pasa con ellos y la del propio discapacitado intelectual.

La familia suele creer que tienen menor calidad de vida que las propias personas con discapacidad ya que los comparan con sus otros hijos y su entorno y consideran que no tienen las mismas oportunidades, ha explicado Martínez.

Los profesionales son los que les otorgan una calificación menor y son los propios discapacitados lo que valoran de una forma más positiva su nivel de calidad de vida.

Además cada grupo enfatiza cosas diferentes, así mientras la familia valora el bienestar emocional y las relaciones interpersonales, la persona con discapacidad tiene en cuenta mucho más su desarrollo personal.

La disminución de las ayudas no ha sido uno de los parámetros analizados pero su influencia puede verse en la posibilidad de acceso a servicios y a la formación, que influyen en los resultados finales, según Martínez.

Ya en 2012 se hizo un estudio cuantitativo para intentar dibujar las futuras necesidades de estas personas y poder diseñar, en colaboración con un equipo de investigación de la Universidad de Zaragoza, seis nuevos servicios asistenciales.

Una vez trazadas esas necesidades surgió la idea de hacer un estudio cualitativo que facilitase la orientación de los servicios en función de la calidad de vida de los encuestados.

Este trabajo debía ser inclusivo, por lo que se cambió ligeramente la metodología del modelo para poder incorporar a personas con una discapacidad profunda o severa que tuvieran problemas comunicativos, de forma que pudieran participar sin tener que utilizar los cuestionarios habituales, ha explicado Arrizabalaga.

Por ello, se adaptaron los cuestionarios y las entrevistas para que todos los participantes pudieran explicar cómo se sienten con respecto a su calidad de vida y de esta manera mejorar su propia felicidad.

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