Patriotismo deportivo

Quizá no sea más que una moda puntual, pero hay que reconocer que el deporte ha contribuido más que nada y que nadie a que la bandera, el nombre de España y el himno nacional se hayan manifestado ampliamente para el disfrute de los españolitos (no todos, claro). Pero es curioso que no sean ni instancias políticas ni el ejército los que hayan dado ese impulso a un orgullo de ser español que, de verdad, de verdad, no teníamos desde justo antes de la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas, que fue en 1898. Allí comenzó el síndrome de la pérdida de España, que en realidad fue la pérdida del sentimiento de ser español.


Da la impresión de que un sentimiento largamente reprimido estalla en los acontecimientos deportivos y se extiende hoy por todos los ámbitos de nuestra sociedad. ¿Ven las banderas españolas que cuelgan de los retrovisores de los automóviles? Había ganas de mostrar al mundo entero el orgullo de ser español. Todo comenzó con los tiempos de nuestra futbolera selección campeona de Europa y del mundo. A la que se le llama la Roja para compensar. Pero en los Juegos Olímpicos, donde cada vez hay más número de pruebas, las posibilidades de emoción nacional aumentan.


Lo más gracioso es que cuando el entrevistador se acerca con la ‘alcachofa’ al deportista triunfador, este proclama a los cuatro vientos el nombre de España, aunque los locutores se empeñen hasta el ridículo en ocultarlo. Así vemos, por ejemplo, al tenista Rafa Nadal o a una Carolina Marín –medalla de oro de bádminton en Río de Janeiro en medio de un torrente de emotivas lágrimas– en un sutil e inteligente ‘tour de force’ para meter en el diálogo el nombre de España.


También es gracioso que España sea ‘la selección’. Una selección que se enfrenta a Francia, a Holanda o a Polonia. Sin comentarios. Hay un pudor forzado para no proferir –así, que suena peor– la palabra maldita, lo que resulta irrisorio en grado sumo. Y somos la única nación del mundo que oficialmente parece no existir.


Menos mal que la gente y, en este caso, los esforzados deportistas han enmendado una realidad que los enredadores políticos se han empeñado en ocultar. ¿Qué tendrá el nombre de España y los españoles que, incluso históricamente, existían más para los foráneos que para los naturales.