Por
  • Esteban Villarrocha Ardisa

Tiempos de espera tensa

Tiempos de espera tensa
Tiempos de espera tensa
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En política hay un tiempo para cada cosa y cada cosa tiene un tiempo, pero actualmente vivimos momentos amenazadores y convulsos que constatan una extrema polarización fanática que discurre entre el ‘nosotros’ y el ‘ellos’, entre amigos y enemigos; un tiempo que amenaza la convivencia y pone en duda el contrato social que tan complicado fue consolidar tras la dictadura franquista. Parece que actualmente no procede resolver las cosas del común y que se impone el yo individual frente al nosotros colectivo.

Esta situación nos preocupa y alerta, porque nos pone en contacto con lo que somos, con lo que queríamos ser y con lo que reivindicábamos para construir el futuro. El tiempo de la creencia incuestionable en el progreso, con un desarrollo infinito, se ha acabado y ahora nos toca trabajar en la construcción de un mundo no polarizado que conserve, mantenga y extienda el sistema democrático y mejore el Estado de bienestar logrado tras largos años de vindicación y lucha por la igualdad. Hoy, en política vivimos tiempos de espera tensa, porque buscamos certezas y nos afloran incertidumbres.

Me pregunto en qué momento se comenzó con la inquietante práctica de las políticas de los negacionistas que, con sus exabruptos enloquecidos, provocan un enfrentamiento estéril; y, sobre todo, cuándo seremos capaces de poner en valor nuestras fortalezas ideológicas progresistas, sin necesidad de sacar las garras dialécticas. Hay que frenar a estos fanáticos intolerantes que marcan el tiempo político y así terminar con las ocurrencias reaccionarias e intolerables de estos hojalateros de la libertad, políticos iletrados que solo nos arrastran al precipicio de la fractura social. Siguiendo a nuestro Joaquín Costa, vindicamos de nuevo escuela y despensa.

Vivimos tiempos de espera tensa porque buscamos certezas y nos afloran incertidumbres. La dialéctica amigo-enemigo ha ocupado el espacio político

Actualmente, tenemos muchos retos por delante e infinidad de deberes a corto y largo plazo para proteger y consolidar el sistema democrático que disfrutamos y los derechos de los que gozamos. Hoy son tiempos para defender lo conquistado y manifestar en voz alta el derecho a tener derechos. No quiero ser alarmistas, pero este tiempo lo es. Vivimos un período de preocupación y alarma, de espera tensa. Necesitamos ya un tiempo muerto, como en el baloncesto.

Tenemos que poner en práctica el arte de la espera, sabiendo que el que aprende a esperar se hace más sabio, el que sabe utilizar el arte de la espera comprende que estamos a tiempo de acabar con los populismos totalitarios y así aligerar la grave fractura social que se avecina como consecuencia del equivocado planteamiento de aplicar en política el criterio amigo-enemigo. Esta idea, que en su día proponía el filósofo Carl Schmitt, conduce inevitablemente a una deconstrucción del espacio liberal y, lamentablemente, vuelve a aparecer en el discurso actual como condición ‘sine qua non’ de la estrategia política. Asimismo, Carl Schmitt identificaba, a través de la distinción amigo-enemigo, el concepto de lo político como una relación de oposición que se caracteriza, fundamentalmente, por la intensidad, la hostilidad y por la posibilidad extrema de la guerra. No podemos permitir esta locura, porque es una concepción lesiva para la democracia, desarrollada por ideologías totalitarias de épocas pretéritas. Debemos activar la crítica y el pensamiento en favor de una igualdad para la consolidación de los derechos que terminen con la brecha económica, de género y de origen. Será la única forma de recuperar un tiempo del progreso social sostenible.

El pensamiento crítico es primordial actualmente en la lucha del individuo por descifrar el mundo, por comprenderlo y hacerlo habitable, y así acabar con el llamado desarrollo infinito. Solo un progreso que garantice los derechos y un tiempo de debate sosegado e inteligente, sin sectarismos, nos permitirá salir de este tiempo de espera tensa al que nos condenan los charlatanes hojalateros de las libertades, como diría Benito Pérez Galdós. La aceleración nos impide la reflexión y, como afirmaba la socióloga Ángela López, "el siglo XXI será el de la venganza de los dioses".

Esteban Villarrocha Ardisa es gestor cultural

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