Por
  • Esteban Villarrocha Ardisa

La sociedad del cansancio

La sociedad del cansancio
La sociedad del cansancio
Heraldo

Actualmente asistimos desconcertados a un creciente aumento de la desigualdad social mientras sufrimos un importante retroceso en derechos, además de una manifiesta devaluación del contrato social. 

Marx decía que los filósofos ya habían interpretado el mundo y que lo que tocaba ahora era cambiarlo, pero parece, tal como trascurren las cosas, que habrá que esperar para el cambio.

Hoy sufrimos las graves consecuencias de la crisis climática y ante esta situación deberíamos cuestionarnos si el progreso indefinido de las fuerzas productivas es sensato o no, porque de continuar con este progreso sin límite pronto nos condenaremos irremediablemente a una catástrofe natural de consecuencias imprevisibles. Saramago escribía: "La ceguera no es lo que te impide ver, es lo que te impide comprender".

Cada época tiene sus enfermedades. En la actualidad esta no es ni bacterial ni viral, sino neuronal: la depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), el trastorno límite de la personalidad (TLP) o el síndrome de desgaste ocupacional (SDO). Son los síntomas de lo que el intelectual coreano Byung-Chul Han denomina ‘la sociedad del cansancio’. Este diagnóstico es consecuencia del desaforado sistema económico deshumanizador e insolidario que mantiene intactas las aspiraciones de desarrollo y progreso ilimitado. Por ello, hoy se hace complicado distinguir entre desarrollo económico como crecimiento cuantitativo y progreso, entendido este como el avance de la humanidad y sus comunidades en todos los ámbitos del actuar y de la cultura con criterios de justicia, equidad y libertad.

No deberíamos confundir el ‘desarrollo’ con el ‘progreso’

Se hace evidente que en los discursos políticos hay que distinguir entre ‘desarrollo’ y ‘progreso’ para no caer en la ceguera de la que nos advierte Saramago. Me pregunto si no es el momento de poner freno al crecimiento ilimitado para desarrollar un progreso sostenible.

Precisamos, urgentemente, hacer un esfuerzo por recuperar la creencia depositada en la idea de progreso que dé a la política actual una nueva dirección para superar el miedo a perder el mundo que deseamos y soñamos, y para alimentar la legítima aspiración a una sociedad mejor, más igualitaria, más justa y diversa, que nos recupere de las secuelas que nos deja la sociedad del cansancio, para así volver a tener esperanza en el futuro.

Los actuales políticos desaforados e histriónicos constituyen hoy uno de los problemas que más preocupan a la ciudadanía. Esta es una situación insólita, porque la tarea del político es precisamente encontrar soluciones, no crear problemas. La política tiene que encargarse de dos cosas muy distintas. Una, ocuparse de hacer vivible el presente; y dos, proteger a quienes lo sufren y padecen. Cada vez se hace más urgente y necesario que la acción política nos permita pasar del yo insolidario al nosotros esperanzador y comunitario, hay que encontrar soluciones y certezas, esta debería ser la misión principal de la política hoy desprestigiada.

En este contexto, y siguiendo el pensamiento de Gramsci, considero que, frente al pesimismo de la inteligencia, solo podemos imponer el positivo optimismo de la voluntad; frente a la desesperanza, el cinismo y la deriva distópica que actualmente nos rodean, no podemos permitirnos el pesimismo, ya que están en juego muchas cosas en el planeta, y el presente es quizás la última oportunidad para cambiar, evolucionar, conservar y avanzar.

El crecimiento ilimitado no puede ser la aspiración de la humanidad

Frente a los que viven con la incapacidad de pensar en el común, persuadidos por la amoralidad y con la hiperexcitación permanente que busca la polarización en la acción política, los esperanzados optimistas oponemos la crítica, el sosiego, la ciencia y la investigación, con la esperanza de encontrar de nuevo un sentido a la actividad política para acabar con la denominada por el pensador coreano sociedad del cansancio.

Este panorama desalentador no significa que todo esté perdido. Tenemos la sensación permanente de carencia y culpa y estamos olvidando que los grandes logros de la humanidad provienen del cultivo de la atención profunda, de la reflexión y del ocio inteligente, como nos señala Byung-Chul Han. Insisto, tenemos la necesidad de volver a recuperar la esperanza en el futuro para escapar de la autoexplotación a la que nos condena la sociedad del cansancio. Frente a todo lo que sucede a mi alrededor, todavía creo que es posible construir un mundo mejor.

Cuesta escribir sin mencionar a los palestinos que han muerto por intentar conseguir un puñado de harina para sobrevivir.

Esteban Villarrocha Ardisa es gestor cultural

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