Hidalguía de espíritu

Hidalguía de espíritu
Hidalguía de espíritu
CEU Ediciones

Hace unos días encontré en el buzón un ‘aviso de llegada’. La típica cuartilla normalizada de Correos, con una banda amarilla, incluyendo el logotipo, teléfono, página web, los datos del envío, etc. Venía perfectamente mecanografiada. Indicando que por las dimensiones no se podía depositar en destino. 

No había mucha más información. Sólo apuntaba, en minúsculas, ‘puerto de santamaría’. No tenía ni idea de qué podía ser ni quién lo enviaba. Imaginé que sería un paquete considerable, aunque la explicación no mencionaba el peso. Parece que el cartero o cartera de turno tenía claro que la cosa no entraría en la boca de un buzón, cuya portezuela, por cierto, se abre sin más. No quisieron correr el riesgo. Supongo que la tarifa del envío no ha de incluir ese esfuerzo. En estos tiempos que se han multiplicado los repartos a domicilio, en Correos no están para estas cosas.

Un sobre recogido en la oficina de Correos trae una sorpresa

Así que fui a la oficina correspondiente. La distancia no es poca. No es la primera vez que sucede este mismo ‘fenómeno’. Esta vez no se me pasó el plazo. Y tuve suerte, no había cola. Cuando la oficinista me entregó el sobre, no pude evitar la ironía sobre las dimensiones, el desplazamiento y el servicio. En otra ocasión, retomaré los efectos de la trasposición de la Directiva 2008/6/CE en relación con la plena realización del mercado interior de servicios postales comunitarios.

En cualquier caso, la curiosidad, al tener el sobre en la mano, dejó a un lado las cuitas previas. Fue una verdadera sorpresa, una alegría. Me sentí afortunado. Tenía en mis manos un ejemplar de ‘Ejecutoria. Una hidalguía del espíritu’, dedicado de puño y letra por su autor Enrique García-Máiquez (1969). Lo conocí gracias a nuestro común amigo A. G. I., –innovador cultural, hidalgo intelectual y levadura espiritual, a quien tanto gustan las abreviaturas–, nos hizo coincidir con la excusa de la presentación de la ‘Gracia de Cristo’. En esa comida hablamos de la hidalguía y discrepamos sobre algunas ideas que ahora he comprendido mejor.

Es un gusto leer un libro en el que una densa espiritualidad llama a emular el ciclo artúrico para que cada uno seamos capaces de sacar de la piedra la espada que nos está esperando

‘Ejecutoria’ recibió el año pasado el primer premio de ensayo ‘Sapientia Cordis’ en la primera convocatoria de la Fundación Universitaria San Pablo CEU. Es un texto precioso, disruptivo, provocador, estimulante, escrito por un partidario declarado "de una aristocracia universal" (pág. 113) próxima al ‘magis’ ignaciano. Desde el comienzo plantea el horizonte. Recupera a san Bernardo de Claraval y su ‘Alabanza de la nueva caballería’ (1136). Clama, "encaramándose a hombros de nuestros mayores", proponiendo "otra llamada universal a la hidalguía de espíritu" (pág. 15). Y a partir de ahí el caudal de referencias desborda las expectativas. Pese a mi particular rechazo a esa glosa, son tantas y tan bien traídas que deslumbra. Es un gusto leer un argumento hilvanado en un telar donde se percibe una densa espiritualidad que llama a emular el ciclo artúrico. Ahí "la espada espera clavada en la piedra al que sea capaz de sacarla y alzarla en virtud de su virtud". Propone un reto, pues "hay una espada para cada persona, lo mismo que cada cual tiene su propio corazón de piedra del que ha de desenvainarla. Saquemos de la piedra que somos la espada que seremos".

No obstante, para mí lo mejor llega al final, con la anécdota de la ‘fanta’ –"jamás me tomaría nada pagado por quien no tiene palabra" (pág. 349)– y la última frase: "Todo recomienza". Si tiene oportunidad, le recomiendo que disfrute sumergiéndose en la prosa y poesía de esta ‘Ejecutoria’. Respirará un aire limpio, tan escaso en este tiempo menesteroso.

Chaime Marcuello Servós es profesor de la Universidad de Zaragoza

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por Chaime Marcuello en HERALDO)

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