Yugoslavia 1999: un cuento de hadas

Los bombardeos de la OTAN sobre Yugoslavia en 1999 se prolongaron durante 78 días
 Yugoslavia 1999: un cuento de hadas
E.P.

Hace 25 años, el 24 de marzo de 1999, un grupo de países atacaba a la República Federal de Yugoslavia para forzarla a aceptar la secesión ilegal de Kósovo, una de sus regiones. Los agresores esperaban, sin duda, una victoria fácil y rápida, pero debieron hacer frente a la resuelta actitud del pueblo yugoslavo, que de forma unánime se alzó para defenderse de un enemigo cien veces más poderoso. 

Cuando las potencias atacantes comprendieron que sus planes iniciales habían fracasado, su rabia se tradujo en oleadas de ataques indiscriminados contra objetivos civiles, en un intento de aplastar lo antes posible la voluntad de resistencia de los yugoslavos. Al final de la guerra, cuando las armas quedaron en silencio, se pudo constatar que el número de víctimas civiles superaba al de militares caídos en los campos de batalla.

La opinión pública internacional, admirada del heroísmo de los yugoslavos, apoyó desde el principio su justa causa. En todo el mundo, los edificios públicos se llenaron de banderas yugoslavas y en muchas ciudades, pequeñas y grandes, se convocaron manifestaciones multitudinarias bajo el lema "Yo también soy Yugoslavia" (la de Zaragoza la encabezó Savo Miloševic, aquel año delantero centro de los blanquillos). En el terreno de la comunicación, los medios sobrepasaron con frecuencia los límites que impone la ética profesional al sentirse obligados en conciencia a apoyar una guerra tan popular y tan evidentemente justa como la que libraban los yugoslavos.

Las guerras no pueden contarse en blanco y negro, como historias de buenos contra malos, igual que cuentos de hadas.

El respeto de la soberanía de los estados (de todos, de Ucrania, de España, de la República Federal de Yugoslavia) es uno de los principios básicos sobre los que se asienta ese "orden basado en reglas" que garantiza la seguridad de todos, es decir, la estabilidad, la paz y el progreso. Por ese motivo, la comunidad internacional fue rápida y contundente en su respuesta a la agresión. De inmediato se aprobaron sanciones económicas y de otro tipo contra los países agresores, sanciones sin precedentes en la historia de las relaciones internacionales (Saddam Hussein, con su gracejo habitual, habló entonces de "la madre de todas las sanciones"). En un terreno más simbólico, pero también importante, los equipos y selecciones de los países agresores fueron excluidos de todo tipo de competiciones oficiales. Real Madrid, FC Barcelona, Manchester United o Bayern Múnich, entre otros muchos clubes históricos, estuvieron ausentes de la Liga de Campeones durante toda una década. Década que el fútbol europeo estaría dominado por equipos menos laureados, como el Partizan de Belgrado, el Dinamo de Kíev, el Spartak de Moscú o el Zenit de San Petersburgo.

Me perdonarán ustedes que les haya aburrido con un cuento que seguro que ya habían oído en más de una ocasión. Es un cuento antiguo (aunque también moderno) del que existen múltiples versiones en diferentes lenguas. Versiones localizadas en diferentes países, en diversas épocas. Versiones en que los buenos de unas son los malos de otras, pero que, en lo esencial, responden siempre al mismo esquema: se trata de la eterna lucha entre el bien y el mal, en la que el bien está representado por el actor más débil e inocente, que, contra toda probabilidad, acaba imponiéndose al malvado y arrogante gigantón. Porque nos gusta creer que en un mundo ideal (y los cuentos de hadas nos remiten precisamente a ese tipo de mundo) el bien siempre acaba triunfando. Por difícil que en algunos momentos pueda parecernos.

Un ejemplo nos ayuda a comprenderlo

Es este un cuento clásico y en este tipo de narraciones no importa tanto lo que ocurre como la moraleja que se transmite. Y en esta ocasión la moraleja que querría trasladarles no es la que a primera vista parecería evidente. Porque la clave de la moraleja radica en que los grandes conflictos internacionales son fenómenos sociales complejos en los que podemos identificar motivaciones nobles y mezquinas, comportamientos heroicos y actos criminales. Nunca es adecuado narrarlos en blanco y negro, con unos buenos buenísimos luchando noblemente contra unos malos malísimos. En los cuentos de hadas, funciona, pero el mundo real es otra cosa. En el mundo real, las guerras son "sangre, trabajo, lágrimas y sudor", como dijo Churchill en su conocido discurso del 13 de mayo de 1940.

Si usted ve en blanco y negro cualquiera de esas grandes crisis que están en la mente de todos, es que no la está comprendiendo bien. Y si alguien se la cuenta de esa manera, quizá esté intentando manipularle. Así son las cosas en el mundo real.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por José Miguel Palacios en HERALDO)

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