ETA y EH Bildu: Las elecciones vascas y la anomalía democrática
Hoy votan los ciudadanos vascos en una campaña en la que la mayoría de los partidos comenzó eludiendo a ETA y todos han terminado hablando de ETA.
La anormalidad no reside en introducir a la banda terrorista en un debate público sino en las razones por las que unos comicios autonómicos expulsan de las reflexiones al causante del mayor daño infligido a España y al País Vasco en 40 años. Sortu es Bildu y Bildu es ETA. Si los ciudadanos vascos deciden hoy votar mayoritariamente a la llamada izquierda abertzale (¿es realmente Bildu un partido de izquierda?), saben exactamente a qué formación están votando: a quienes mantienen en sus filas a los terroristas que siguen sin colaborar para el esclarecimiento de más de 300 asesinatos y a quienes son incapaces de reconocer que ETA fue una banda terrorista.
La supuesta imagen de concordia y de moderación que transmitía el líder ventrílocuo de Bildu, Otxandiano, se derrumbó cuando le recordaron su pertenencia a Sortu, heredera de Batasuna.
Otxandiano pone la imagen, mueve la boca, pero el texto se lo dicta Otegi, secuestrador condenado por la justicia y hombre de paz para Zapatero.
Que el PNV y Bildu polemicen por el árbol y las nueces no es nuevo, pero que los partidos nacionales se despierten del letargo justo al final de la campaña, especialmente el PSOE, genera perplejidad: no es lo mismo acordar en las Cortes una ley de vivienda que aceptar el respaldo de Bildu para una investidura -Sánchez- o para un pacto presupuestario -Chivite, en Navarra-. Hoy los ciudadanos conocerán si Bildu es primera o segunda fuerza, pero el oprobio será similar: la amnesia selectiva que aplican miles de ciudadanos del País Vasco merece una reflexión añadida: si las terribles acciones del pasado reciben respaldo en el presente, es mejor no pensar qué puede deparar el futuro.