Ernest Urtasun: El ministro ‘kitsch’

El ministro ‘kitsch’
El ministro ‘kitsch’
Lola García

En el siglo XVIII, si uno es el dueño de un palacio, no puede iluminar los espaciosos salones solo con las velas que lucen en las arañas de techo, que se suben y bajan a diario con un sistema de poleas (y de sumisos criados). Se añaden candeleros y velones sobre consolas o mesillas y la luz se multiplica por reverberación, al combinar juegos de grandes espejos inclinados y cornucopias. Con el alumbrado por gas, si bien esos elementos reflectantes son ociosos, perduran porque persiste su asociación con los usos aristocráticos. No son funcionales para la iluminación, pero sí para exhibir riqueza o poderío.

‘Kitsch’

Este y otros fenómenos explica con lucidez Carmen Abad en un sobresaliente libro (’Lujos de comodidad’, Trea, 2013). Describe, entre otras cosas hoy ignoradas, usos sobrevenidos de objetos que son reasignados a fines impropios. ¿Qué hace una cornucopia en el recibidor de una casa burguesa dotada de electricidad? El afán de figurar y la ignorancia (o ambos) producen asociaciones banales o de mal gusto. Así nace lo ‘kitsch’, voz que en origen alude a la chapucería por falta de jerarquización estética y moral. Lo ‘kitsch’ yuxtapone, por exhibicionismo, objetos incoherentes. Para el neomarxista Th. Adorno, la clave del ‘kitsch’ está en el «deseo de aparentar ser».

Museos colonialistas

El nuevo ministro de Cultura se propone descolonizar los museos españoles. «Nos hemos propuesto establecer espacios de diálogo que nos permitan superar un marco colonial o anclado en inercias (...) etnocéntricas». Qué majadería.

Lo que hoy se entiende por museo (la palabra es más antigua que la institución, pero con otro significado: viene de ‘musa’) nace en el siglo XVIII y su primer apogeo es en el XIX, cuando se ha desvanecido el imperio hispánico. Los museos españoles no se nutren de los virreinatos americanos ni de las minúsculas posesiones en África. Los países donde podría procederse a descolonizar museos son otros. Bélgica (por su rey explotador y negrero Leopoldo II), Inglaterra y Francia, por ejemplo. También Portugal, cuyo imperio era enorme: hasta entrado el siglo XX incluía Angola, Mozambique, Guinea Bissau, Cabo Verde, Timor oriental, Goa, etc.

En España, apenas los modestos Museos de América y el Etnográfico (materiales filipinos, sobre todo) podrían sujetarse a semejante principio. Pero no son relevantes, ni proceden sus materiales de expolios o saqueos, ni nadie reclama sus colecciones. Urtasun, ayer mismo aposentador de Yolanda Díaz en sus visitas de sedoso homenaje a Puigdemont, propone como ministro petulante de Cultura «grandes cosas por hacer». Si esta es una, se trata de una memez imposible para nuestros museos.

Urtasun no distingue entre colonizador y colonialista ni entre imperios generadores y depredadores. No sabe. «Superar el marco colonial» en los museos españoles, como propuso en el Congreso de los Diputados, es una vacua majadería, un ‘flatus vocis’. Alguien se lo hizo ver y repuso, fuera de sesión: «No debería haber mucha polémica, porque es un ejercicio que se lleva haciendo desde hace mucho tiempo. Me limité a hacerme eco de algo que ya se está haciendo». Así, ¿dónde quedan sus grandes planes? ¿En anunciar viejas novedades? Tampoco es nuevo hacer llegar el Prado «a todos (¡!) los españoles» con cuadros viajeros, lo que sucede hace tiempo, si bien solo con obras secundarias o menores. Calla estos datos y oculta que son proyectos muy caros (necesitan tutoría) y limitados en duración, extensión y audiencia.

Se siente divo: «Yo creo», «es mi voluntad», «mi ministerio» (repite esta insolencia infantiloide). Confunde conceptos básicos. «El Prado –dice– pertenece a todos los ciudadanos de este país», como si los ciudadanos fueran el Estado (¡y es diplomático!). Hace de la lucha contra el nazifascismo una genuina sustancia europea, pero con olvido doloso del estalinismo, que sojuzgó media Europa con tanques y muros artillados.

Suspende en Lengua: «He visto cómo se perseguían periodistas» (¿unos a otros?) y habla de los inscritos «a Sumar». Esta es buena: «Por ejemplo, le pongo un ejemplo». Tomará iniciativas «valuosas», con solecismo catalán. Y, como el cultureta que es, llama «trabajadores de la cultura» a artistas y creadores. En general, postula un mayor gasto público («políticas expansivas») y su «prioridad absoluta» es «acelerar los mecanismos de la transición ecológica». Defiende, en fin, un solo presupuesto de Defensa para la Unión Europea. Para ahorrar.

Ministro nuevo, rebosa de ideas viejas y muestra una «mezcla militantemente desinteresada en cualquier jerarquía estética o moral» (en feliz expresión de Carmen Abad, referida a lo ‘kitsch’).

Th. Adorno dice que el ‘kitsch’ usa sucedáneos y materiales no genuinos o inapropiados. Tal que Urtasun, que vende cornucopias en tiempos de luces led.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por Guillermo Fatás en HERALDO)

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión