Por
  • Ricardo Díez Pellejero

Real Zaragoza: Gabarreros del Ebro

Este fin de semana, esta calle de Villarreal se convertirá en un mar de blanquillos
Afición Real Zaragoza
OMAR ARNAU - LOF

Qué descansado se queda uno cuando deja de ser un unicornio. Y es que ningún nacido en Bilbao tras 1984 había visto, como lo hicimos nosotros desde las gradas de San Mamés, al Athletic Club levantar un título. 

Los más jóvenes, que sólo habían conocido hasta ahora la derrota, miraban a los mayores como animales mitológicos, como marinos de un pasado fabuloso que hubieran circunnavegado el globo cruzando a toda vela por el cabo de Hornos una y mil veces. Pero ahora todo es distinto: todos somos iguales ante la dicha. Por eso, antes de disputarse la final, aquellos viejos unicornios, no sé si más resabidos que pesimistas o viceversa, habían acuñado un término nuevo para nombrar a esos advenedizos que con euforia se habían sumado a la racha positiva del equipo y que esperaban con ansia exacerbada las mieles de la celebración. El neologismo en cuestión les dejó designados como ‘gabarreros’. Ahora que César Azcárate, el arquitecto que llevó a cabo la renovación del San Mamés, está al cargo de los trabajos constructivos de la Nueva Romareda y que, asimismo, a los mandos de la nave zaragocista está un Víctor Fernández que trae un libro de estilo titulado "para ganar a un equipo de segunda hay que jugar como uno de primera", parece que los astros quisieran alinearse para afrontar las terribles tormentas que aún nos quedan por sortear, hasta girar finalmente el cabo de Buena Esperanza y poner rumbo a los éxitos soñados por la afición blanquilla. En la temporada 2012-2013, cuando se consumó el descenso a segunda división, mis hijos tenían aún 6 y 2 años respectivamente, así que no guardan memoria de un Zaragoza de primera, es más, ninguno de ellos había nacido cuando en 2004 se alzaron la Copa del Rey y la Supercopa de España. Estoy seguro, no obstante, de que cuando el alegre zumbido de fondo anuncie la llegada de tiempos mejores se pondrán su camiseta y se unirán al júbilo zaragocista. Así, espero con gran ilusión que, en vísperas de días de nueva gloria, sean los unicornios locales quienes contemplen a los más jóvenes rebosando ilusión, mientras ellos guardan temor a la fatalidad del destino, y afirmen con retranca que ya nos rodea el entusiasmo de los ‘gabarreros del Ebro’.

Ricardo Díez Pellejero es ingeniero y poeta

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