El Gobierno salió ayer como un rayo a reprochar al candidato de Bildu en las elecciones autonómicas vascas unas declaraciones en las que Pello Otxandiano venía a justificar la trayectoria criminal de ETA. 

La portavoz gubernamental, Pilar Alegría, fue contundente: "Muestra un negacionismo incompatible con la historia de nuestro país y con la democracia, que fue quien derrotó al terrorismo de ETA".

También el candidato socialista Eneko Andueza fue tajante: "Moralmente, no puedo permitir que esa gente gobierne (...) No se puede hablar desde la piedad o desde la condescendencia a las víctimas sin criticar a los terroristas, sin decir que eso fue una indecencia". Menos mal, podríamos pensar, al menos esto lo tienen claro en el equipo de Sánchez. Pero no, a pesar de palabras aparentemente tan duras, los socialistas no lo tienen claro. Dice Andueza que no puede permitir que los de Bildu, tan comprensivos con ETA, gobiernen, pero su partido les ha dado la alcaldía de Pamplona. Y su jefe de filas, Pedro Sánchez, recibió a los líderes de Bildu cuando le fueron a entregar sus votos para hacerlo presidente del Gobierno. Votos que no le han provocado ningún repelús. Y la presidenta de Navarra, la socialista María Chivite, lo es gracias al apoyo de los herederos de ETA. Así que la coherencia del PSOE en asunto tan grave brilla por su ausencia. Permite gobernar en la capital navarra a quienes –dice– no puede permitir que gobiernen el País Vasco. Y gobierna a su vez gracias al apoyo de una formación incompatible con la democracia. Así que, palabras contundentes en vísperas electorales, que no impiden cuando conviene hacer cesiones y concesiones a quienes son incapaces de reconocer la simple verdad de que ETA era una banda terrorista. A pesar de su estrategia ‘moderada’ para captar votos, EH Bildu enseña la oreja. No ha renunciado a sus raíces violentas. A la hora de las urnas, los vascos no deberían olvidarlo.

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