Portugal, otra política

Portugal, otra política
Portugal, otra política
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Celebrábamos la Pascua tomando el tradicional dulce portugués, ‘pão de ló’. En nuestra sobremesa era inevitable que conversáramos sobre el resultado de las últimas elecciones del país de nuestro anfitrión. Cincuenta años después de la revolución de los claveles, la Alianza Democrática gobernará con solo 80 diputados sobre un total de 230. 

Para ello necesita pactar la abstención del Partido Socialista en los momentos clave. El primer paso de la colaboración táctica de los socialistas con la Alianza Democrática ha consistido en un acuerdo para repartirse durante dos años la presidencia de la Asamblea de la República. El PDS es una formación adherida al Partido Popular Europeo, con perfiles más moderados que el PP español. Nació después de la revolución de abril del 1974 animado por jóvenes políticos que habían jugado un papel claramente aperturista durante los últimos años de la dictadura salazarista. El PS dejará gobernar a Montenegro estos próximos meses. Por el momento no hay pacto de coalición, ni pacto de legislatura, pero sí una cierta voluntad de mantener lo que los portugueses llaman ‘bloque central’: los dos partidos principales se combaten y, a la vez, se sostienen. Comentábamos algunos datos que nos ayudan a entender mejor la situación portuguesa. Por ejemplo, el Partido Socialista no puede construir hoy una mayoría alternativa; no hay partidos nacionalistas, ni regionalistas, ni comunidades autónomas. No hay poderes regionales, con la única excepción de las islas Azores y Madeira.

No hay que tener miedo y pensar que todo sea incierto. Nos toca decidir, pues el futuro no está escrito y depende de lo que nosotros hagamos, según qué tipo de políticas elijamos

Chega, extrema derecha, se ha centrado en una agenda social e identitaria, sin recurrir al integrismo católico ni a discursos explícitamente antifeministas. El miedo al inmigrante ha sido, dicen los analistas, uno de los motivos del incremento de su voto. En sólo cinco años, ha pasado de tener un único diputado a convertirse en la tercera fuerza política en el Parlamento, una tendencia que también se ha visto en otros países europeos.

Es esperanzador comprobar que el líder de centroderecha vencedor ha decidido gobernar precariamente con tal de no embarcar a la ultraderecha en el Ejecutivo, y el líder de los socialistas da muestras de no optar por el obstruccionismo. Es una demostración de que el sector mayoritario de la derecha tiene clara cuál ha de ser su relación con los partidos nacionalpopulistas. Justo lo contrario de lo que nos encontramos en España y en buena parte de Europa. En cambio, en nuestro país, el PP, allí donde depende de Vox, está cediendo en cuestiones que lo descomponen como ‘derecha moderna’ y, como se demostró en las pasadas elecciones generales, lo coartan en sus aspiraciones a gobernar. Y lo seguimos comprobando en sus acuerdos relativos a la memoria histórica en las comunidades en las que gobiernan.

Portugal da estimulantes muestras de que otra política, menos embarrada, más inteligente, es posible

La península Ibérica deja de ser un bastión exclusivo de los socialdemócratas y el actual Gobierno de España se queda un poco más solo en el contexto europeo. No hay que tener miedo y pensar que todo sea incierto. Nos toca decidir, pues el futuro no está escrito y depende de lo que nosotros hagamos, según qué tipo de políticas y de instituciones elijamos. Mientras, buena parte de las democracias occidentales enflaquecen en medio de una polarización brutal, de un descarnado interés partidista. Cuando desaparece el tejido del diálogo, y solo queda el despiadado espacio de lo autoritario. Portugal da estimulantes muestras de que otra política, menos embarrada, más inteligente, es posible.

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por Pilar de la Vega en HERALDO)

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