Falta de educación

Falta de educación
Falta de educación
Pixabay

Descorro la mañana con un café junto a mi amigo Carlos, que me comenta sus problemas para garantizar una mínima disciplina y espíritu de trabajo entre algunos de sus alumnos. La conversación adquiere cierta trascendencia. 

A mí, como a una inmensa mayoría, ya no me sorprende casi nada, reflejo de mi discurrir por la vida. A él, que lleva el magisterio en la sangre, le preocupan aquellos otros estudiantes que aspiran a aprender, esencia de una formación integral, y se encuentran ante una carrera de obstáculos. Porque la actitud de unos traba de manera injusta a muchos otros, lastrados en su progreso. Por los que él, ya cansado, se empeña por luchar.

Al cóctel de desórdenes educativos no le puede faltar la especia del absentismo, otra cuestión de calado y preocupación honda entre nuestros gobernantes. Que contribuye a reflejar la falta de aprecio –el desprecio– por la oferta educativa, elemento clave en el desarrollo de la persona. Y se lamenta mi amigo de que ni el alumno ni sobre todo la familia perciban la importancia del acceso a una formación de calidad, clave en el futuro de ese estudiante frustrado hoy y camino de frustrarse aún más mañana.

Entiende con sentido común que la ignorancia es la vía que hace descarrilar a las personas y el territorio abonado para una fácil manipulación, esa por la que se conduce buena parte de una sociedad sin brújula.

En su necesidad de ser escuchado, el ya viejo profesor conforma un puzle de inquietudes que marida también con experiencias positivas, que son al fin y al cabo las que mantienen encendida la llama de su vocación. Aunque reconoce que le duele de forma especial la pérdida del respeto, cada vez más consolidada y reflejo principal de buena parte de los déficits anteriores. Tarea en la que comprende que se pierde autoridad si el aprendizaje no se encuentra enraizado y llega ya aprendido desde casa. Por más que en demasiadas ocasiones sea precisamente ese entorno, sostenido a medias por el desinterés y la ausencia de formación, el que se convierta en invernadero de la falta de educación.

Miguel Gay Vitoria es periodista

(Puede consultar aquí todos los artículos escritos por Miguel Gay en HERALDO)

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión